Feria del libro de Guadalajara
La Tormenta Perfecta
Bastaron tres meses para que el mundo se viniera abajo.
Ahí está afuera de nuestras casas un enemigo al que no vemos y que, sin embargo, sabemos que es tan peligroso que nos puede matar, si no somos lo suficientemente fuertes para resistirlo.
Las economías de todos los países se pusieron de rodillas y la vida de miles de millones de personas en todo el orbe penden de la posibilidad del contagio, ante un ente que, paradójicamente, no mide más que unas cuantas micras.
Más de un millón de casos confirmados y más de 50 mil muertos por el Covid-19 son cifras que aterran, porque la tendencia del incremento de enfermos sigue en aumento.
El mundo está sorprendido y en muchos casos, con un miedo tan extendido, como el que prevalecía durante la segunda guerra mundial. Así de devastador.
Las imágenes de los cuerpos de personas fallecidas en las calles de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, son una muestra fehaciente de esta tragedia humana que está ocurriendo.
El sistema hospitalario de Ecuador se vio sobrepasado por el incremento en el número de pacientes, a tal grado, que el personal sanitario está imposibilitado para atender tantos casos. Por eso, es la cantidad de ciudadanos que encontraron la muerte en sus casas o en las calles, sin poder ser atendidos.
De Ecuador se puede decir que tiene muchas carencias para atender una pandemia de esta proporción, pero ni siquiera la principal potencia mundial, Estados Unidos, ha podido enfrentar adecuadamente el problema. Todos los días se observa al alcalde de Nueva York, Bill di Blasio, pedir más ayuda del gobierno de Donald Trump para enfrentar la pandemia en la ciudad que se convirtió en uno de los epicentros del Coronavirus a nivel mundial.
Estados Unidos es una de las naciones más castigadas, al lado de Italia y España, cuyos gobiernos han tenido que adoptar medidas drásticas para alejar a sus ciudadanos de las calles y que eviten contagiar a otros.
Ahí están en todo el mundo las víctimas mortales del Coronavirus y los afectados directamente por el mal, que tienen una recuperación lenta y dolorosa.
Nadie hizo caso a los llamados de alerta que se hicieron en el mundo de que había aparecido una nueva cepa de un virus, tan destructor y de fácil contagio, que podría poner en crisis a todo el sistema hospitalario mundial y sobrevino el drama que hoy tiene en ascuas al mundo.
Se rompieron todos los esquemas de atención, incluso en los países avanzados, no digamos ya en otro tipo de naciones como la nuestra, subdesarrolladas, llenas de carencias.
De pronto, todo fue insuficiente. En todas partes, faltaron cubre bocas, respiradores, salas de atención, mascarillas de protección y personal médico suficiente. China, Europa, Estados Unidos y algunas naciones latinoamericanas se vieron rebasadas.
En México, la tormenta ya está aquí y en los próximos días vienen sus olas más fuertes. Seguramente se llevará a los más distraídos, a los menos fuertes, a quienes no tengan como enfrentarla.
Pero no existe sólo el vendaval de la enfermedad que amenaza con enfermar a muchos, sino que tiene a su lado a la tormenta económica.
Cerrarán cientos de miles de empresas, como una manera de evitar los contagios, en un mes que concluirá oficialmente el 30 de abril: No operarán muchos centros laborales de todos los tamaños.
Son muchas las empresas que no resistieron las olas de esta tormenta perfecta, sanitaria y económica, y ya quebraron. Otras se paralizaron, en espera de poderse recuperar cuando esta pesadilla concluya.
Los mexicanos que no pueden dejar de trabajar o no pueden hacerlo desde su hogar, se la siguen jugando en la calle.
En tanto, los días pasan sin que concluya esta película de horror, por la que nunca pagaste boleto y que nunca quisiste ver.
Todos esperan a que las olas de esta tormenta terminen y que después de la tempestad, venga, por fin, la calma.