
Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
“No nos va a matar el Coronavirus, nos va a matar el hambre, porque todos nos quedamos sin trabajo”, dice el joven angustiado. Sus ojos buscan la aprobación de sus familiares a lo que dice, pero sólo bajan la cabeza.
En la modesta casa de ciudad Neza, está reunida toda la familia. Cinco hijos y su mamá. La señora no labora fuera de su hogar. Todos los muchachos, mayores de edad, fueron perdiendo sus empleos uno a uno, en el último mes.
Primero fue una chica del clan, luego su hermano y luego otro, y así, todos ellos. Son seis de familia y ninguno tiene trabajo. Un día simplemente sus patrones les informaron que estaban obligados a cerrar, porque el gobierno del Estado de México se estaba poniendo muy perro en contra de los locales que encontraran abiertos.
No saben que hacer ni a dónde ir. Todos los comercios que conocen están cerrados por la pandemia y desconocen cuando se acabe esto, que para ellos es una pesadilla.
“A diario nos salimos para buscar, a mi la verdad no me da miedo andar en la calle ni subirme al micro, en donde sé que, si no me cuido, me puedo contagiar, pero me da más miedo un día quedarme sin comer, porque no tenemos mucho dinero ahorrado, vamos viviendo al día como quien dice”, lamenta y en su voz hay un tono de enojo y determinación.
Es el calvario de cientos de miles de mexicanos que casi de la noche a la mañana se dieron cuenta que se quedaron sin trabajo por el cierre de empresas de todos los tamaños.
Son pocas en realidad las compañías que mandaron a casa a sus trabajadores con 100 por ciento de su salario pagado. Algunas otras sólo aportarán una parte reducida de los sueldos normales.
La gran mayoría, las micro y pequeñas, no resistieron tener cero ventas y pagar renta, electricidad, agua, impuestos y en los casos más dramáticos hasta derecho de piso. Muchos locales simplemente bajaron la cortina y adiós, dejaron de existir con pocas posibilidades de recuperarse en una economía contaminada por Coronavirus y desaliento.
Sin embargo, lo que menos hacen los mexicanos que se quedaron sin trabajo es rendirse. Para ellos no hay contingencia que valga. Los que perdieron su puesto dentro de una empresa, buscan maneras para subsistir, vender algún producto, empeñar algo, encontrar una ocupación y van a la calle otra vez.
Quienes realizan comercio ambulante no han parado su actividad. En el Estado de México ya son diarios los enfrentamientos entre tianguistas de algunas zonas con autoridades policiacas y de vía pública. Es la lucha entre limitar y evitar las concentraciones sociales para frenar el número de contagios y la lucha desesperada por la subsistencia en los tiempos del Coronavirus.
“Ni madres que me voy a ir de mi lugar. No voy a dejar de vender en la calle, porque de eso como. No le tengo miedo a ningún virus, esas son puras jaladas para queremos fregar. Si antes nos pedían mucho dinero, hoy nos van a pedir una cantidad mayor, pero no nos vamos a dejar. Eso es lo que quieren”, comenta enojado un comerciante “torero”, de esos que jalan una tela, que simula un capote, con su producto arriba y en dos segundos huye en cuanto ve venir a la policía.
En municipios del Estado de México se han presentado verdaderas trifulcas entre comerciantes aguerridos-aferrados y policías, que los tratan de replegar sin grandes resultados.
Antes, cuando lo agarraban, podía llegar a un acuerdo económico y seguir vendiendo, pero ahora las cosas cambiaron, con la pandemia. Por órdenes de arriba, los policías mexiquenses deben retirar a todos los comerciantes callejeros, porque representan un foco de infección.
Las autoridades de la Ciudad de México determinaron que sólo se permitirían las actividades en tianguis en donde se vendan alimentos, pero esta disposición quedó enterrada por la realidad.
Los comerciantes que venden toda clase de productos, desde ropa, hasta electrónicos, artículos no considerados como esenciales, siguen en las calles.
Sus ventas prácticamente se han desplomado, aunque sus lugares de venta se ven aún concurridos por personas que acuden sin tapabocas ni protección alguna.
Un líder de tianguistas confía en que la actividad comercial en la calle no desaparezca, porque sencillamente no hay otra opción de trabajo para mucha gente, que ahora se quedó sin empleo por la crisis económica desatada por “este maldito virus”, según lo definen.
Menciona que los tianguis se mantendrán también, porque millones de mexicanos acuden a ellos por costumbre y porque es su manera de encontrar productos frescos, cerca de su casa y a buen precio.
“No somos una plaga, somos una solución, por donde se vea y aquí seguiremos, porque, aunque pueda haber algunos muertos de nosotros, somos más los que quedaremos y le ganaremos al Coronavirus, de esto puede estar seguro”, recalca.