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Juego de ojos
Sana distancia, señor presidente
El 4 de agosto de 1994, el rostro imperturbable de Fidel Velázquez, líder eterno de la CTM, se desdibujó, sus cejas se arquearon y sus ojos, atrás de aquellas gafas negras, se abrieron desorbitadamente. Ernesto Zedillo Ponce de León había declarado que guardaría sana distancia del PRI, como candidato de su partido a la presidencia de la República.
Fue la primera vez que se utilizó públicamente el término “sana distancia” en México. Ahora retomado por la pandemia de Covid-19, perdió todo sentido en el aspecto político para emplearse en el ámbito de la salud. Sin embargo, tenemos un presidente que opera abiertamente en favor de Morena, su partido. No guarda sana distancia.
Esa tarde de verano de hace casi 27 años, un imperturbable Zedillo anunció una estrategia que jamás imaginaron los priistas: una lejanía con su partido y un comportamiento como un priista pasivo.
El señalamiento de Zedillo provocó un malestar mayúsculo entre la dirigencia del entonces partido hegemónico. Jamás, ninguno de sus candidatos había siquiera imaginado desligarse del priismo.
La afirmación de Zedillo fue una demostración de madurez política plena: en México debía superarse la época en la que el presidente de la República en turno se mantuviera como el operador político más importante de su partido.
No lo entendieron así los caciques del priismo, acostumbrados a que el Jefe del Ejecutivo en turno hiciera política abiertamente en favor del PRI.
Durante el sexenio de Zedillo, el dinosaurio, Manuel Batlett, pidió en reuniones con priistas, que el sucesor de Luis Donaldo Colosio abandonara su cargo, porque había perdido la conducción de su partido. El dinosaurio, auténtico sobreviviente del colapso del priismo, está ahora más que firme al lado de Andrés Manuel López Obrador. Ha sabido cambiar rápido de color, como los camaleones.
El ex secretario de Gobernación y ex gobernador de Puebla dijo muchas veces que Zedillo ya no mandaba sobre el partido. Como él, muchos priistas, se sintieron huérfanos.
Las manecillas del reloj retrocedieron y, ahora, la llamada Cuarta Transformación volvió a la antigua “tradición” del priismo, de que el presidente de la República haga campaña en favor de su partido.
Cuando los militantes de Morena se hicieron pedazos para elegir al dirigente nacional de su partido, al menos de boca para afuera, el presidente López Obrador parecía que guardaría una “sana distancia” con el movimiento que creó. Llegó incluso a declarar que él tenía cosas más importantes que hacer, lo cual es absolutamente lógico. Sólo fue un espejismo.
El presidente de la República gobierna no sólo para todos los mexicanos, sino para favorecer a su partido.
Se supone que debe permanecer al margen de la política partidista, pero obviamente no es así ¿Teme que su proyecto político no rebase un sexenio?
¿Cómo calificar su declaración abiertamente en defensa de Morena, porque, desde su punto de vista, hay una campaña para que ese partido no tenga mayoría en el Congreso?
La mente del presidente se vuelve a mover en torno al “compló”, que le dio buenos rendimientos políticos. Durante años se ha presentado como una víctima, como quien detenta la única verdad para sacar adelante al país, rodeado de tiburones políticos que operan en su contra.
López Obrador se opone a las intenciones del INE de evitar una sobre representación en la Cámara de Diputados.
Acusa del Instituto Nacional Electoral de hacerse de la vista gorda de supuestas irregularidades electorales. Claro, menos del proceso en el cual, él fue electo presidente de la República, ahí sí reconoció la labor del INE.
Dice que él ganó por el pueblo, no por el INE, como si el Instituto no fuera la entidad democrática que le da validez legal a las elecciones.
El presidente abiertamente está en contra de cualquier sana distancia. En términos de salud, jamás la ha mantenido, lo que lo llevó a enfermar de Covid-19; en términos políticos, menos la respeta. Por la Constitución, juró gobernar para todos los mexicanos. En la práctica usa todo su poder y gobierna de manera especial para Morena, para fortalecer su presencia. Quiere que ese partido se mantenga por siempre en el poder, como aquel PRI del cual salió.
¿Qué diferencia hay entre los presidentes priistas que metían la mano para favorecer a su partido y López Obrador? Ninguna.
Ojalá alguna vez entienda que es el presidente de todos y no sólo de una facción política. Respetar la sana distancia es respetar a todos los mexicanos.