
Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
La carretera de los desaparecidos
El 13 de junio pasado, Gladys Cristina Pérez Sánchez y sus hijos Juan Carlos y Michelle Cristina, iban de regreso a su casa, en Laredo, Texas, a bordo de su automóvil, cuando ya no se supo más de ellos, mientras circulaban sobre la carretera Monterrey-Nuevo Laredo. Se sumaron a la lista de los desaparecidos en la llamada carretera del terror.
El conocido Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI, por sus siglas en inglés), se sumó a las acciones de las autoridades de los gobiernos de Nuevo León y Tamaulipas para tratar de ubicarlos. Todo esfuerzo fue en vano.
Gladys Cristina, de 39 años de edad, decidió, junto con sus hijos Juan Carlos, de 16 y Michelle Cristina, de 9 años, visitar a unos familiares que viven en Sabinas Hidalgo, Nuevo León, a sólo 135 kilómetros de su domicilio.
Durante varios días, la familia estadounidense pudo disfrutar de los atractivos turísticos del poblado, como los diversos parques naturales aledaños y el domingo 13 de junio decidieron retornar a su casa en Texas, pero nunca llegaron.
“A quienes tengan información que ayude a la localización de la madre y sus dos hijos, se les indica que pueden llamar al teléfono 210-225-6741 del FBI en San Antonio”, indica un letrero colocado en la oficina de esa institución en la ciudad texana.
Pero la madre y sus dos hijos no son los únicos residentes de Estados Unidos desaparecidos en esa carretera. En condiciones similares también nadie sabe el paradero de Francisco Uriel Peña, de su padre Juan Francisco Peña Córdoba y de José Luis Dávila Cadena, quienes circulaban en la misma carretera el 13 de marzo de 2021. Literalmente se los tragó la tierra.
Así se han presentado casos de personas que ya nunca son encontradas, por lo menos desde 2018, al extremo de que organizaciones civiles contabilizan más de 100 hombres y mujeres que desaparecieron entre ese año y lo que va de 2021. La mayor parte de ellas no han vuelto a sus hogares.
La carretera se encuentra en el epicentro de la disputa de diversos grupos de narcotraficantes, como los cárteles del Golfo, el del Noreste, Jalisco Nueva Generación y los Zetas. En el menor número de casos, las personas retenidas por la fuerza han sido liberadas a cambio de rescates económicos, pero sobre el grueso de los desaparecidos se desconoce su paradero.
Los traileros y los taxistas de aplicaciones son las principales víctimas, como es el caso de Brandon Isaac, conductor de un camión pesado, quien junto con uno de sus compañeros desapareció en las cercanías de Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Su esposa, Casandra Melisa, no tuvo la suerte de las parejas de otros conductores, que fueron liberados por los sicarios de los grupos delincuenciales. Brandon Isaac no ha regresado.
La mayor parte de las desapariciones en esa carretera, de no más de 200 kilómetros de largo, se han producido en un tramo de 15 kilómetros, convertidos en un auténtico «triángulo de las Bermudas», y forman parte del catálogo del terror que predomina sobre todo del lado de Tamaulipas, en donde frecuentemente se producen enfrentamientos entre los carteles.
En la carretera de los desaparecidos, el 22 de enero de este año también se perdió la pista de los hermanos Manuel Antonio y Michael, así como de su ahijado Bruno. La madre de los hermanos, Margarita Tolentino, les envió un mensaje de WhatsApp, pero nunca obtuvo una respuesta, por lo cual fue a buscarlos a la última ubicación de la que ella tuvo conocimiento, pero nunca los encontró.
Una situación extraña y reportada a varios medios de comunicación, fue la ocurrida con Jorge Arévalo, de 30 años de edad, quien desapareció con su amigo, Ricardo Valdez, cuando estaban a punto de llegar a Nuevo Laredo por carretera, el 25 de mayo.
Lo extraño de este caso es que los familiares de Arévalo informaron que el celular del joven aparecía frecuentemente conectado y fue utilizado hasta principios de junio.
En otro caso, los familiares de David Emmanuel Ramírez, chofer de Uber, declararon que perdieron su pista después de que el conductor reportaba que tenía un retén a la vista, en el momento que se dirigía a recoger dos chicas que solicitaron su servicio.
A Javier Toto, un conductor de 36 años de edad y padre de cinco hijos, lo dieron por desaparecido el 3 de junio, junto con tres compañeros de la empresa de transporte en la que laboraban.
A su esposa, la compañía en la que laboraba Javier, le avisó de la desaparición hasta dos días después de que se perdiera el paradero de los empleados.
El miedo, la rabia, la impotencia y la desesperación, motivaron a los familiares de estas personas a agruparse en un colectivo “Todos somos uno. Desaparecidos de Nuevo Laredo”, pero en la mayor parte de los casos no hay resultados positivos.
Del total de personas desaparecidas mientras se transportaban en esa carretera, no sólo hay oriundos de Estados Unidos, Tamaulipas y Nuevo León, sino también un importante número de ciudadanos procedentes de Coahuila, Estado de México, Hidalgo, Oaxaca, Tabasco, Chiapas, San Luis Potosí y Veracruz, que transitaban por la zona por diversas razones.
Las comisiones de búsqueda de esas entidades se coordinan para tratar de ubicar a las personas, después de más de 100 desapariciones, que frecuentemente se produjeron durante la tarde o la noche.
Y en medio de esta tragedia, los fiscales generales de Justicia de Nuevo León, Aldo Fasci, y de Tamaulipas, Irving Barrios, señalan que la mayor parte de los casos se presentan en el estado que no es el suyo, como si se tratara de una competencia por demostrar que entidad es menos riesgosa. Vaya.
La Guardia Nacional ya patrulla esa carretera, en coordinación con elementos policiacos de los gobiernos de Nuevo León y Tamaulipas, en una decisión considerada como tardía por parte de las agrupaciones civiles y de los familiares que buscan a las víctimas. Tuvieron que registrarse más de 100 desapariciones para que reaccionaran.
Con la lentitud de un “elefante reumático”, a la que se refiere el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando se trata de que se mueva el gobierno, así actúa la Guardia Nacional. Después de tantos casos, recién empezó a vigilar la peligrosa carretera.
Los familiares de quienes, por necesidad, deben atravesar esa carretera, siguen aterradas ante el peligro que enfrentan. En tanto, como si las víctimas no importaran, en Palacio Nacional, el mandatario reitera que, en torno a la delincuencia organizada, seguirá su táctica de abrazos y no balazos. Vaya, vaya.