Imperativo, estudio y reflexión sobre IA en la justicia: Guerra Álvarez
En una ciudad del Bajío, el joven mesero Enrique había concluido su trabajo en un restaurante bar y bastante agotado se fue a descansar a su casa. Al otro día, recibió la visita de varios sobrinos, entre ellos Ernesto, de 14 años de edad. Era un encuentro que no hubiera tenido el mayor significado, si no hubiese sido porque ahí se inició una cadena de contagio de Covid-19 que concluyó trágicamente.
A pocos días de aquel encuentro, Enrique empezó a tener síntomas de gripe y sus sospechas se confirmaron cuando un examen PCR le informó que se encontraba infectado por Coronavirus. Avisó a los familiares que habían tenido contacto con él, pero fue demasiado tarde, el adolescente Ernesto, ya había visto a varios de sus primos en una reunión familiar, entre ellos a Mariana, pequeña de 12 años, con quien incluso compartió una bebida en el mismo vaso.
De aquel fatídico encuentro, una de las tías, Ofelia, de 35 años de edad, que no contaba con todo el cuadro de vacunas, se contagió y tuvo que ser hospitalizada, pero la Covid-19 causó estragos en su salud y en unos cuantos días falleció. La familia estaba desolada. Jamás pensó que un adolescente podría ser el transmisor de la enfermedad y menos con esas consecuencias.
Indudablemente que los niños, adolescentes y jóvenes, no sólo pueden contagiar la enfermedad, sino ser víctimas de ella. Cifras del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sippina), señalan que, desde el inicio de la pandemia y hasta el 8 de agosto pasado, han muerto 613 niños y se registraron 60 mil 928 contagios.
Niños muertos, como un menor de apenas 3 años de edad, con síndrome de Down, reportado como fallecido en Monterrey, de acuerdo con información reciente de la Secretaría de Salud de Nuevo León.
¿Qué se le dice a un padre de familia, cuando fallece su hijo pequeño, en un país en donde no se aplican vacunas contra la Covid-19 a menores de 18 años?
El Estado de México es una de las entidades más golpeadas por la pandemia, hasta la última semana de julio pasado, había acumulado 93 defunciones de personas entre cero y 17 años de edad, que dieron positivo al virus, según información de la Sippina.
Del total de fallecimientos, casi 60 por ciento correspondieron a pequeños de entre cero y 5 años de edad; 10 por ciento, a menores de entre 6 y 11 años y 30 por ciento a chicos entre 12 y 17 años de edad.
Aun cuando la cifra de menores de edad contagiados representa un número no tan alto, respecto con el total de casos presentados. Se ha ampliado el volúmen de jóvenes que se enferman y fallecen.
Y no obstante, un necio Hugo López Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, se ha atrevido a señalar que “no hay evidencia científica de que se requiera vacunar niños, de que se requieran dosis de refuerzo o que haya una especial preocupación porque sean más virulentas las variantes, ni siquiera la variante Delta”.
Aún más, López Gatell recientemente dijo, ante el presidente Andrés Manuel López Obrador, que “no tiene sustento la idea de que la tercera ola de la Covid-19 afecta a niños y adolescentes”.
Quizá no hace falta señalar que la realidad es contraria al señalamiento del funcionario, cuando el mismo hijo menor del mandatario, Jesús, de 14 años de edad, se contagió de Coronavirus, como lo informó el propio presidente de la República.
La tercera ola se torna ahora como una amenaza ante la posibilidad de que se reanuden en unos cuantos días las clases presenciales, “llueva, truene o relampaguee”, como señala López Obrador, porque se aprecia a los salones de clases como importantes focos de contagio.
Esta situación ha motivado no sólo el descontento de padres de familia, quienes se oponen a la reapertura de las escuelas, sino que los ha motivado a tomar acciones legales para obtener una vacuna para sus hijos.
En Oaxaca, la madre de familia y abogada, Alma Franco, armó un revuelo, al promover, con otros ciudadanos, 50 juicios de amparo para obligar legalmente a las autoridades para que vacunen a sus hijos menores de edad.
Enérgicos en su proclama de “¡¡Vacunen a mi hijo!!”, los padres de Oaxaca exigen que sus vástagos sean protegidos, pues no quieren que se repitan las historias de enfermedad, dolor y muerte que se han registrado en su región y en otras entidades de la República.
Alma Franco ganó un juicio de amparo, otorgado por un juez, que determina que las autoridades deben aplicar a su hijo una vacuna para protegerlo contra la Covid-19, pero la medida no se ha cumplido. “Quiero que mi hijo vaya a la escuela, pero protegido”, asegura. Hasta el momento, el proceso legal que ganó no ha sido atendido.
Apenas este jueves, en su cuenta de Twitter, el ex presidente Felipe Calderón, escribió: “Hoy falleció de #Covid-19 mi sobrino F, en Morelia, a los 28 años. Una gran tristeza familiar…Descansa en paz. Dice el gobierno que no les da tan fuerte a los jóvenes y niños. Que las vacunas son negocio”. Esta la realidad que contrasta con las declaraciones hechas desde un escritorio por López Gatell.
Para el subsecretario, la Covid-19 no ha significado un impacto importante en niños y adolescentes de nuestro país, ni del mundo. No es la misma perspectiva del funcionario mexicano, que puede tener la residente de Doral, Florida, Pilar Villarraga, cuando, a principios de agosto, su hija Sophia, a punto de cumplir 12 años edad, sería considerada oficialmente para recibir la vacuna.
Sin embargo, esa oportunidad no llegó, pues a fines de julio, la pequeña Sophia tuvo que ser llevada de emergencia a un hospital de Miami, porque empezó a toser y a arrojar sangre. Tenía una grave neumonía provocada por Covid-19. Sophia fue uno de los 130 niños que fueron internados en algunos hospitales de Estados Unidos en un solo día, pero las hospitalizaciones se elevaron y entre el 31 de julio y el 6 de agosto pasados, 216 niños con Covid fueron hospitalizados cada día, en promedio, con lo que se igualó la mayor cifra observada en enero pasado.
Ni que decir de la historia de Will Grogan, de 15 años de edad, afectado por el virus, quien tuvo un desajuste cognitivo que le provocó olvidar todo lo aprendido en sus clases durante un año.
En Estados Unidos, país en donde se realizan los principales estudios acerca del impacto de la pandemia sobre niños y jóvenes, existen 4.2 millones de niños y jóvenes afectados por la enfermedad, con complicaciones que van desde la neumonía fulminante, hasta fatiga crónica, neblina mental y complicaciones estomacales a largo plazo.
En México, no hay información fidedigna de las consecuencias en el largo alcance que tendrán los niños y adolescentes ya afectados por la enfermedad, sin ser vacunados. Así, en el país del no pasa nada, y en donde todos somos felices, felices, siguen los contagios de niños, adolescentes y jóvenes, mientras por decreto presidencial se alienta un regreso presencial a clases, en el que muchos mexicanos desconfían.