Teléfono rojo
Cuidar la naturaleza desde el celular
Homero Gómez González era un amante de la naturaleza, pero en especial de las mariposas monarca y las defendió hasta la muerte. Para él no había momento más hermoso que verlas cada mañana salir de su letargo calentadas por los rayos del sol para despertar, abandonar su sueño después de una noche de estar casi congeladas, batir las alas y, finalmente, volar libres.
El defensor de las monarca hablaba de las mariposas, que llegan desde Canadá y Estados Unidos a México, como casi nadie lo hace, las veía con ojos de poesía, decía que son como las novias o las amantes del sol, de ese amoroso astro que las despierta todos los días.
Homero no sólo era defensor de las mariposas que llegan cada año a nuestro país, sino también de los bosques de Michoacán, que es la casa de esa especie de insectos. Por eso estaba en contra de la deforestación, hasta que un día de enero de 2020 apareció muerto y las monarca y los bosques perdieron a su protector.
La vida de Homero es un ejemplo de la inquietud prevaleciente entre algunas personas, empresas y organizaciones, de la necesidad urgente de frenar el deterioro ecológico.
La situación es dramática. De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cada año se destruyen en el mundo 10 millones de hectáreas de bosques, a pesar de que la salud de este ecosistema es esencial para la humanidad y la supervivencia del planeta.
La ONU indica que la actividad humana ha alterado el medio ambiente terrestre en 75 por ciento y el marino en un 66 por ciento, mientras que un millón de especies de animales y vegetales están en peligro de extinción.
La disyuntiva no deja lugar a dudas: o salvamos a la naturaleza o nos extinguimos con ella.
Christopher Córdova, presidente ejecutivo de Victoria Land, señala que esa empresa conjunta esfuerzos con la firma mexicana Blue Quark Group (BQ), galardonada con el Premio Nacional de Exportación, que fabricará nodos de sensores para transmitir a tiempo real datos de los ecosistemas (bosques, selvas y desiertos) para realizar un proceso de Verificación Ambiental Descentralizada. Es decir, se monitoreará la salud de áreas naturales vía remota.
Con la verificación ambiental de Victoria Land, cualquier persona con acceso a internet será un potencial verificador independiente: podrá ver, escuchar e interactuar con los datos que lleguen de la naturaleza e identificar si hay riesgo en el ecosistema, como tala ilegal en un bosque, o cambio de niveles de contaminación en un lago, por ejemplo.
Mediante la plataforma Verificación Ambiental Descentralizada, que utiliza la combinación de sensores y equipos que realizan mejoras regenerativas en la tierra, todo aquel usuario de internet, desde su computadora o teléfono, puede asegurarse de que los datos proporcionados sean precisos en tiempo real.
Victoria Land anunció recientemente inversiones por 740 mil dólares en proyectos para desarrollo tecnológico e imágenes satelitales de la compañía Thusters Unlimited, firma de tecnología y datos enfocada a la observación de la tierra.
La propuesta de Victoria Land es que la tecnología sirva para monitorear y vigilar bosques selvas y desiertos, de tal manera que sea más redituable proteger que depredar los sistemas naturales.
La idea es producir resultados económicos para quienes posean tierra en donde haya ecosistemas y elijan protegerlos, de manera que sea atractivo y fructífero cuidar el medio ambiente.
La destrucción de los sistemas naturales se ha producido en gran medida por la emisión de gases de efecto invernadero. 62 por ciento de esas emisiones y 54 por ciento del consumo de energía proviene de procesos productivos, lo que mantiene una huella de carbono muy alta. Es decir, casi toda actividad económica tiene un grado de contaminación.
Muchas pequeñas y medianas industrias son conscientes de que contaminan con gases de efecto invernadero y, sin ser obligados por ninguna reglamentación nacional o internacional, acuden de manera voluntaria a mercados de bonos de carbono.
Este mecanismo opera así: las empresas que dejan de contaminar el aire con una tonelada de dióxido de carbono acuden a ese mercado y a cambio de ello pueden comprar un bono que puede ser vendido posteriormente a compañías, generalmente de países desarrollados, que obligatoriamente deben reducir su emisión de gases. Así se benefician las empresas y la ecología.
Córdova señala que con la tecnología de la firma BQ se revoluciona el mercado de bonos voluntarios de carbono, que para 2030 alcanzará un valor de más de 50 mil millones de dólares, ante la demanda global de esos mecanismos financieros que contribuyen a alcanzar la meta de reducir las emisiones de efecto invernadero.