
De frente y de perfil
El cinismo de Rosario Piedra
Después de tomar posesión como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), el 12 de noviembre de 2019, Rosario Piedra Ibarra, declaró a la prensa que demostraría con hechos que no estaba al servicio del presidente Andrés Manuel López Obrador. Mintió.
En esta ocasión, dijo a los periodistas presentes en la ceremonia realizada en el Senado de la República, que “yo puedo decir muchas cosas, pero con hechos es como lo voy a demostrar”. Mintió.
Rosario Piedra es una verdadera piedra para la vida democrática nacional, no sólo por dar la espalda a las víctimas de delitos cometidos por servidores públicos, sino por convertir a la CNDH en un ariete para impulsar el golpeteo presidencial en contra del Instituto Nacional Electoral (INE).
Amargos han sido para las víctimas de abusos, los casi tres años que lleva en su cargo Piedra Ibarra.
Aún se recuerda con coraje entre los profesionales de la comunicación, la manera en que respondió la mujer a una pregunta expresa de lo que haría la Comisión ante los asesinatos de periodistas.
Con sorna y cinismo, Rosario Piedra respondió con otra pregunta: “¿Han asesinado periodistas?, o sea, no”.
“¿No se ha enterado del asesinato de periodistas?”, le preguntó un reportero, en esa ocasión, respecto a los homicidios cometidos en este sexenio.
Ella repitió su dosis de cinismo: “He visto lo que pasó en todos los sexenios pasados y es algo terrible”.
La encargada, supuestamente, de la defensa de los derechos humanos a nivel nacional, cerró los ojos a todo lo terrible que sigue pasando en nuestro país. Qué vergüenza para su madre, doña Rosario Ibarra de Piedra, que por décadas luchó por castigar a funcionarios que asesinaron y desaparecieron personas. Qué vergüenza para la memoria de su hermano Jesús, desaparecido en 1975 por miembros de la Dirección Federal de Seguridad y del ejército.
Desde ese momento quedó en evidencia que cerraría los ojos ante cualquier queja presentada por ciudadanos en contra de abusos de funcionarios del Gobierno Federal de Andrés Manuel López Obrador y de administraciones estatales y municipales encabezadas por Morena. Así, el jefe del Ejecutivo contó con una alfombra más a su servicio.
Ahora, es más que evidente la utilización que hace López Obrador de Rosario Ibarra para arremeter en contra del INE. Sencillamente la CNDH dejó de ser un organismo autónomo como lo era, para convertirse, penosamente, en una institución al servicio del presidente de la República.
Una vez más, Rosario Piedra actuó con cinismo para, escudada en una supuesta defensa del derecho humano a la democracia, “recomendar” a los legisladores la “transformación” del INE. “Transformación” (lema de la 4T), conforme se dicte desde Palacio Nacional, claro.
En la propuesta, hecha pública en el Diario Oficial de la Federación el 28 de octubre, la CNDH no hizo otra cosa que copiar y recomendar la propuesta del Ejecutivo Federal, que ha llegado al extremo, en el peor de sus enfoques, de que se cree un nuevo INE dependiente de la Secretaría de Gobernación, como en los viejos tiempos del PRI, cuando ese partido organizaba los comicios y, obviamente, los ganaba todos, en una de las épocas más negras para el país, por la falta de democracia.
Rosario Piedra Ibarra tendrá que comparecer en el Senado de la República, en fecha por definirse, a fin de explicar sus razones para entrometer a la CNDH en un tema electoral, a pesar de que tiene expresamente prohibido hacerlo, de acuerdo con el artículo 102 de la Constitución.
La mujer trató de defender su postura, pero esta fue rechazada por los siete consejeros de la CNDH, quienes habían externado una recomendación general en favor de la democracia en el país, que fue desvirtuada por Piedra con una interpretación política.
Ella no es doña Rosario Ibarra de Piedra, su mamá, no tiene su dimensión social y política, por muy su hija que sea. Sencillamente ella no es Rosario Ibarra, ella es sólo Piedra.
Cuando apenas se mencionaba su nombre para presidir la CNDH, yo escribí en este mismo espacio: “No se puede pedir más, ni esperar nada bueno, de una militante de Morena, que pidió licencia poco antes de asumir el cargo de presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), como si eso le quitara en automático su simpatía y compromiso con el Gobierno Federal y quien lo encabeza”.
“Si esa es la defensora de los derechos humanos, ya pueden estar tranquilos los criminales, los represores policiacos, militares y navales, pueden dormir a sus anchas quienes abusan del poder, de que pueden actuar con impunidad. Ella no girará recomendación alguna en contra de dependencias federals, porque sería ir en contra de los miembros o el personal que manda su propio partido”.
No me equivoqué, el tiempo me dio la razón.