Mujeres mexicanas memorables (6)
“Los voy a acusar con sus papás”; imagen del México salvaje
Frente a la tumba de su hijo, en Michoacán, Hipólito Mora, señalaba: “No me voy a ir de La Ruana, pues a pesar de que sé que él está muerto, no me largo de aquí, pues siento que sería como abandonarlo” y arropado por un chaleco anti balas y su inconfundible sombrero de ala ancha, las palabras se le quebraban. Hoy Mora está muerto. Fue asesinado.
Hipólito fue finalmente victimado por los grupos delincuenciales que lo tenían amenazado, aquellos que reciben abrazos de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador. Imagen del México salvaje que vivimos.
Y en Chiapas, convertido en el nuevo eje de disputa entre los carteles, los familiares de 16 trabajadores de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana de la entidad (SSPPC) secuestrados, lloran, bloquean carreteras y claman al jefe presidencial para que cumpla las exigencias de los captores de despedir a tres mandos policiales acusados de proteger a un bando contrario, a fin de que sus parientes no sean asesinados.
Pero, sin inmutarse, incluso hasta sonriendo, López Obrador, dice que su gobierno actúa en este caso, pero, burlón, señala que acusará a los delincuentes con sus abuelos y papás. ¿Es esta una respuesta cuerda, sensata, justa, equilibrada? ¿Quién en su sano juicio puede afirmar algo tan nefasto, tan hiriente, con tanto cinismo, como si se tratara de un juego y no de un caso, en el cual están en juego 16 vidas?
En varias ocasiones, el presidente de este país tan desangrado, ha afirmado que su gobierno también protege a los integrantes de las bandas delincuenciales, “porque también son seres humanos”. Nadie pide que incurra en abusos ilegales, sino simplemente que aplique el estado de derecho en contra de quienes cometan delitos.
Este jueves, fue el tercer día en que los trabajadores de la dependencia permanecieron en un lugar desconocido, y sólo se les vio aparecer en un par de videos, en los cuales están hincados y sometidos por criminales que los obligan a exigir las renuncias de Roberto Yahir Hernández Terán, Marco Antonio Burguete y de Francisco Orantes, directores de las policías Fronteriza y Estatal Preventiva, en los dos primeros casos y subsecretario de la SSPPC, en el tercero, por estar supuestamente relacionados con grupos de delincuentes.
Mariana, familiar de uno de los secuestrados, llora desconsolada y a gritos reclama al presidente de la República y al gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón, de extracción morenista, la falta de resultados. “No les importa nada que maten a nuestros familiares, por favor, hagan algo”, grita entre llantos.
Sin embargo, al presidente de la República parece importarle más quedar bien con los grupos delincuenciales (¿por qué presidente?), que dar garantías a los familiares de los secuestrados de que se aplicará la ley en este caso. Lo más que ha hecho es pedir a los secuestradores que liberen a sus víctimas sin ninguna condición. Imagen del México salvaje que vivimos.
Ojalá y no sea la crónica de una muerte anunciada, para hablar de una forma verbal trillada, pero desgraciadamente tan común en nuestro país, colmado de tantos homicidios.
Como fue también la crónica de una muerte que se esperaba, el homicidio de Hipólito Mora, en su querida comunidad de La Ruana, Michoacán. Él enfrentó durante muchos años a los grupos de delincuentes en la región y siempre supo que en algún momento lo iban a asesinar.
Otro, hubiera huido desde hace mucho tiempo, después de que fue víctima de varios atentados, en uno de los cuales fue asesinado su hijo Manuel, en diciembre de 2014. El mayor de sus vástagos fue enterrado en La Ruana y, desde entonces, Hipólito decidió jamás salir del lugar, como habían pretendido convencerlo los gobiernos locales, cuando su finalidad no era protegerlo, sino erradicar su lucha ciudadana que hacía ver mal a los gobiernos de diversos partidos.
Hipólito Mora, junto con José Manuel Mireles, fueron los líderes que iniciaron las autodefensas en México en 2013, para enseñarles a las autoridades que los habitantes de Michoacán se defenderían de la delincuencia, ante la pasividad y complicidad de autoridades federales, estatales y municipales.
Mora determinó seguir cultivando sus limones. Laboraba en el corte del producto protegido de escoltas y de un chaleco anti balas en el cuerpo. “No es nada cómodo trabajar así”, mencionó muchas veces, pero decidió quedarse en La Ruana. Ni aún después de muerto su hijo, lo iba a abandonar. Así lo prometió.
El agricultor fue emboscado, mientras se trasladaba con sus escoltas a bordo de una camioneta blindada, cuya coraza fue abierta por el disparo de un arma de muy alto calibre, posiblemente una bazuca. Imagen del México salvaje que vivimos.
Hipólito personificaba el malestar de millones de ciudadanos inconformes con la violencia que sufren todos los días, ante la pasividad de las autoridades. Ayer, políticos como Silvano Aureoles o Felipe Calderón, expresaron su pesar por la muerte de Mora. El Twitter del presidente Andrés Manuel López Obrador permaneció mudo, ante el homicidio de alguien considerado, como un luchador social, de los que tanto gusta el jefe del Ejecutivo o, quizá no, porque enfrentaba a criminales.
Guadalupe Mora, hermano de Hipólito, no descarta que los productores agrícolas de La Ruana vuelvan a levantarse en armas, para defenderse de Los Viagra, a quienes acusa del homicidio de su consanguíneo, quien siempre denunció el cobro de piso y los delitos cometido por ese cartel, y acusó de hipocresía a las autoridades del municipio de Felipe Carrillo Puerto, en el que se enclava La Ruana, y al gobernador morenista de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, quienes tenían desprotegido a Hipólito.
Cuando vio llegar a la nube de guardias nacionales y policías estatales que arribaron después de que mataron a su hermano, comentó de manera abierta “pinches hipócritas, hijos de su puta madre, ya para que vienen, si ya no sirven de nada y no vinieron para proteger a mi hermano, cuando lo pedí”.
Es total el fracaso de la política pública para reducir la violencia. No hay estrategia, no hay mando, no hay aplicación del estado de derecho y, en cambio, si hay mucha indiferencia de las autoridades, cinismo y hasta supuestas malas bromas sobre casos que debían horrorizarnos a todos. Imagen del México salvaje que vivimos.
¿Hasta cuándo señor presidente?