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Escenario político
Desabasto, monstruo de mil cabezas
Al campesino michoacano Juan Sánchez Arreola, le ganó el tiempo y ya no pudo ser trasladado de su casa, a media hora de Morelia, a un hospital privado en donde podía ser atendido del problema vesicular que traía. Se tuvo que regresar a su domicilio en donde sigue enfermo. ¿La causa del problema? Simplemente la ambulancia que lo transportaría no tenía gasolina.
A los niños Gómez que viven en la Ciudad de México, todas las mañanas los recoge el camión escolar de su domicilio para transportarlos a su escuela. Ahora el autobús simplemente se ha quedado varado tres días. No hay combustible para cumplir el servicio.
Los padres de los niños se han tratado de poner de acuerdo con otros papás de otros chiquillos para trasladarlos en un solo auto de la colonia Clavería, a una escuela particular de la colonia Roma. Sin embargo, el martes pasado, ninguno de los dos autos de las dos familias tenía gasolina para trasladarlos. Simplemente no fueron a la escuela.
En la colonia Jardines de Casa Nueva, en Ecatepec, Estado de México, la señora Ramírez llegó a una zona comercial cercana a su domicilio y sencillamente no pudo encontrar leche para sus hijos, porque estaban cerrados la mayor parte de los comercios. No hubo manera de que sus proveedores transportaran el producto.
Al obrero Enrique González, que trabaja en una fábrica de la zona industrial de Vallejo, en la ciudad de México, ya le pusieron un ultimátum, no puede llegar tarde un día más, porque lo despedirán. Ya lleva tres retrasos consecutivos en esta semana. ¿La causa? Tarda mucho tiempo en tomar un microbús desde Tlalnepantla, en donde está su casa. Sencillamente las unidades van a reventar, porque mucha gente que tiene auto ha dejado de usarlo y se mueven ahora en transporte público.
En Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, los policías dejaron estacionadas las patrullas para hacer rondines en bicicleta, vehículo mucho menos veloz cuando se trata de perseguir a delincuentes que huyen en camionetas y autos, después de cometer ilícitos.
A la media noche del miércoles 9 de enero, un conductor de un auto compacto saca la cabeza para otear en la enorme fila de vehículos que se encuentra delante de él para tratar de descubrir cuando se moverá aquella enorme mole de coches.
No avanzan un centímetro y él se desespera: “Son chingaderas, tengo una hora aquí y esto no se mueve, mire qué hora es y yo me tengo que parar a las cinco de la mañana para irme a trabajar”. Despotrica: “Aquí está su mugroso cambio que querían, fregar al pueblo cerrando ductos, disque para acabar con el huachicol, puro show y uno es el fregado”.
Se arremolina en su asiento, mientras resopla y espera a que aquella larga cadena de autos, como ciempiés luminoso de dos kilómetros de largo trate de moverse sobre calzada de Tlalpan para llegar al ansiado destino que es una gasolinera que se encuentra adelante.
Se supone que hay gasolina suficiente en todo el país y que por eso no hay desbasto. Lo han dicho diariamente el presidente Andrés Manuel López Obrador, la secretaria de Energía, Rocío Nahle, y el director de Pemex, Carlos Treviño.
Es el discurso político que quiere sobrepasar a la realidad, superarla, comérsela, sepultarla. Es imposible. Doce estados del país, en mayor o menor medida padecen la falta de combustible, que en algunos casos es atroz.
En muchas ciudades y localidades sencillamente las gasolineras cerraron sus puertas. No tienen que vender. Otras venden a cuenta gotas, porque en cuanto alguna pipa de Pemex les surte gasolinas, el combustible se termina casi de inmediato.
“Yo no tengo la culpa, yo no voté por AMLO”, se lee en una cartulina colocada por un trabajador de una gasolinera de la Ciudad de México. La puso en la entrada del negocio, como una manera de explicar la raíz del problema y cansado de las mentadas de madre que le hacen a diario los automovilistas hastiados de hacer filas por horas.
Algunos choferes de tráileres y micros se han quedado a dormir adentro de sus unidades en gasolineras que no tienen diésel, en espera de que llegue una pipa y puedan llenar a tope el tanque de sus vehículos.
Un chofer baja de su auto remolque y coloca tres bidones entre un montón de depósitos de plástico colocados en el suelo, en espera de que puedan ser llenados. “Eso es por si no encuentro gasolina los próximos días. Aunque no me va a alcanzar, porque voy re lejos”, comenta.
“Le voy dar su buena propina al despachador para que yo sea uno de los primeros de que me llenen mis bidones, no hay de otra”, revela con ojos propios de un adolescente que confiesa estar a punto de cometer una travesura.
“Yo transporto carne, espero que no se me eche a perder, porque no traigo caja de refrigeración y por eso tengo que entregar el producto lo antes posible”, comenta el chofer de otro tráiler.
La molestia está a flor de piel entre taxistas, amas de casa, usuarios del transporte público terrestre, conductores particulares. Están muy enojados.
“¿Para eso voté por Andrés? De haber sabido que esto iba a pasar, no lo hago, mejor hubiera destruido mi voto”, señala un joven que espera que la larga fila de autos se mueva sobre calzada de Tlalpan y devore los muchos litros que acaban de surtir en la gasolinera.
En Palacio Nacional, López Obrador pide a la ciudadanía: “¡Resistan!” Se muestra ufano de que cerrando ductos acabará con el huachicoleo. Muchos mexicanos dudan de que sirva de algo.
En las calles el enojo crece.