
El predial talón de Aquiles municipal
Ocho segundos para vivir otra vez
Ocho segundos separaron al niño Carlos Alain Carreño Cruz de la muerte y lo llevaron hacia la vida.
El pequeño, de 8 años de edad, nada despreocupado sobre las aguas tibias de la alberca en un hotel de la ciudad de Cuernavaca, está contento. Es el regalo de su madre, Rossana, para festejar su vida. Apenas el 19 de septiembre de 2017, pensó que el terremoto se lo había arrancado para siempre.
Carlos es uno de los sobrevivientes del Colegio Enrique Rébsamen, en donde murieron 19 niños y varios adultos, y que se convirtió en ícono de la desgracia de aquel negro día para la ciudad de México. La actitud que tuvo el niño en el momento del sismo lo llevó no sólo a salvar su vida, sino a ayudar a algunos de sus compañeros para que también quedaran protegidos.
Los encuentro a los dos el pasado 19 de marzo en esa alberca de Cuernavaca, en donde pasan algunos días de descanso. «Estoy celebrando el cumpleaños de mi hijo. Tiene seis meses que volvió a nacer», dice Rossana, emocionada.
Antes de zambullirse en el agua, Carlos Alain ve la televisión en el restaurante del hotel. Su expresión es de júbilo, mientras señala el aparato con el dedo índice: “¡¡¡miren ese es mi amigo Leo, que estuvo un tiempo en los escombros!!!”, comenta a algunas personas de una mesa vecina. En el televisor, un periodista entrevista a dos familias, cuyos hijos afortunadamente fueron rescatados vivos seis meses atrás. Ironías de la vida, a kilómetros de distancia, niños supervivientes de la tragedia, la recuerdan.
El relato de la psicóloga Rossana Cruz Neri estremece, emociona, cautiva. En aquel 19 de septiembre la vida les cambió para siempre. Su mente se llena de imágenes de sorpresa, temor, dolor, separación e impotencia.
Primero con el relato de su hijo y después con lo que ella vivió, Rossana arma el rompecabezas de lo que pasó ese día en el Colegio Rébsamen, de la colonia Nueva Oriental Coapa, cuando a las 13:14 horas se produjo el terremoto de 7.1 grados en escala de Richter.
Carlos Alain, entonces de 7 años de edad, se hallaba acompañado de uno de sus compañeritos, quien apenas pasado el terremoto, deseaba regresar inmediatamente al salón para recoger sus útiles escolares.
Los dos pequeños están atemorizados, pero Carlos Alain recuerda las recomendaciones de su profesora, Miss Pily, para que en caso de emergencia se metiera al salón más cercano y buscara la protección de otra maestra.
Su pequeño amigo quiere lavarse las manos, pero Carlos Alain le dice que eso en ese momento no es importante y que tampoco es necesario que regrese al salón por sus útiles. Trata de llevarlo al círculo de protección, pintado de verde, en un lugar del patio, en donde deben reunirse los alumnos, en caso de presentarse una emergencia.
No convence a su compañerito y este sube las escaleras rumbo a su salón de tercer grado, ubicado en el primer piso de la escuela. No han pasado más de ocho segundos que dejó de temblar y el inmueble se derrumba. Carlos Alain ya nunca vuelve a ver a su amigo.
Un impulso de ayudar nace en Carlos Alain. Regresa al baño en busca de más niños a los que pueda guiar y ahí encuentra a varios pequeños de kínder, atemorizados, sin saber qué hacer. Se quita su suéter y formando una especie de cordón alrededor de los niños, los reúne y los traslada caminando a un lugar seguro.
Cuando llega la ayuda de la Marina, Carlos saca de sus bolsillos algunos chocolates que trae consigo y se los regala a los uniformados. Chocolates para que sientan fuerza y puedan sacar a sus compañeritos que están bajo los escombros.
Momentos de incertidumbre
Se le cayó el mundo a la psicóloga Rossana Cruz Neri, cuando se enteró que la escuela en donde estudiaba su hijo, se había desplomado. Estaba trabajando en una universidad del rumbo de Tlalpan y los minutos que tardó en salir de ahí, por cuestiones de protocolo, se le hicieron eternos.
La visión se le nubló, le temblaban las piernas, su corazón latía a tope, su mente sólo le decía que debía ir lo más rápido que pudiera al Rébsamen. Por su extremo nerviosismo, no podía manejar su auto y de manera providencial le pidió a un motociclista que pasaba por la universidad que la llevara al colegio.
“Quería llorar, no podía, tenía la boca seca, en mi mente pasó lo peor pero nunca perdí la fe, siempre confié en mi hijo, en que sabía qué hacer, confié en su capacidad, en su habilidad para moverse, para salvaguardarse, sentía que el simulacro le serviría para saber qué hacer. Traté de refugiarme en eso”, relata Rossana.
Cuando la mamá de Carlos llegó al lugar se percató del tamaño de la tragedia. Niños y maestras en shock, padres de familia que trataban de encontrar a sus hijos y rogaban porque no estuvieran bajo aquellos escombros.
En un inmueble cercano, habilitado por una familia vecina como refugio, se encontraban los niños vivos. Rossana dio un grito que inmediatamente sería identificado por su hijo “¡¡¡Blas, Blas, Blas!!!”. Era el nombre cariñoso con el cual se refería a él.
“Lo vi aparecer corriendo con los brazos abiertos, me besó, nos abrazamos y me dijo: te juro que sabía que ibas a venir por mí. Le dije, claro que sí, aquí estoy. Lo revisé, no tenía ningún golpe”, comenta Rossana, mientras su voz se quiebra.
La profesora relató a Rossana la proeza de su hijo para rescatar a sus compañeritos de pre escolar, lo que conmovió a la madre. “Quien salva una vida, salva a toda la humanidad”, es una frase que recordará para siempre Rossana.
Una vez calmada la angustia, madre e hijo idearon como ayudar a los padres de familia que no habían llegado a la escuela y se preguntaban cómo estarían sus hijos. Rossana formó grupos de niños, les sacó fotos y los envío vía la plataforma de Whatss App, por medio de un grupo de red social que ya existía entre los padres. Los maestros formaron a los niños sobrevivientes por grado y ahí se percataron que casi no había niños de segundo, algunos de ellos habían muerto.
Carlos había permanecido fuerte, sin llorar. Sólo hasta que vio a aparecer a su padre, una hora después del terremoto, y que lo abrazó, soltó el llanto.
El heroísmo del pequeño fue conocido por las autoridades de la Universidad Intercontinental, en la que estudió su madre y ambos fueron invitados al centro de acopio abierto en esa institución. Ahí se rindió un homenaje a Carlos Alain y tomó sentido una frase de la doctora Anabell Pagaza Arroyo, amiga de Rossana y quien hospedó una semana a ellos dos. Pagaza Arroyo sugirió que Carlos apoyara a quien lo necesitara, porque: “El corazón sólo se cura ayudando”.
Las secuelas
La tragedia que vivieron, hicieron necesario que Carlitos y su mamá recibieran terapia psicológica. El pequeño ha ido poco a poco superando su temor, pero aún duerme con Rossana, vestido, con zapatos, por si hay otro terremoto. No se baña solo, porque tiene presente que en un baño lo sorprendió el sismo. El pequeño padece ansiedad como parte del estrés postraumático.
Carlos Alain ahora va a otra escuela. Sin embargo, su salón está en planta baja No ha superado el temor y asiste con un silbato, que podría accionar en caso de que el inmueble se desplomara por otro terremoto. Ahora es capitán de simulacros en su nuevo colegio.
En el DIF PIDASI el pequeño fue diagnosticado como un niño sobredotado, por lo cual empezaría a recibir una beca, pero en febrero pasado, durante el último sismo fuerte registrado en la Ciudad de México, Carlos estaba en las oficinas de ese organismo y ahora no quiere ir nuevamente al DIF, por lo cual sería adecuado que esta institución no retirara el apoyo al niño, tomando en cuenta su situación especial. Ahora, se buscan opciones para que este potencial sea desarrollado y una escuela especial donde tengan a bien prosperar esas habilidades.
Al igual que otros padres de familia, Rossana presentó una denuncia en contra de quien resulte responsable por el derrumbe del Colegio Enrique Rébsamen. Sigue prófuga la directora, Mónica García Villegas, a quien, de acuerdo a versiones periodísticas, se le acusa de haber sobrecargado el peso del edificio con la construcción de su departamento con jacuzzi, arriba de los salones.
Aún hay muchas responsabilidades que deslindar, incluida la de la entonces delegada en Tlalpan, Claudia Sheinbaum, de quien dependió la autorización de las licencias de construcción en el Rébsamen, pero que ahora anda en campaña electoral, porque quiere ser jefa de Gobierno arropada por Morena.
Carlos Alain y Rossana han reconstruido sus vidas. Tratan de doblar la hoja de ese momento que los separó momentáneamente, pero que ahora los mantiene unidos para siempre.