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Juego de ojos
Fraude bancario
El señor Juan N. recibió un mensaje en su celular en el que era notificado por un banco de que su tarjeta de crédito había sido bloqueada para protegerlo, debido a que ese mismo día la institución detectó operaciones sospechosas que se realizaron vía Internet.
No se imaginaba el señor que de manera por demás rápida iba a ser objeto de una estafa.
En dicho mensaje se le pedía a esta persona que respondiera a un pequeño cuestionario para validar que en realidad se trataba de la persona correcta a la que quería llegar el banco.
El mismo mensaje le fue repetido por su correo electrónico, en donde aparecía, con el logo de la institución bancaria, el número de su tarjeta. En esa institución, esta persona además tenía un par de cuentas bancarias, cuyos números le fueron mencionados. Todo checaba con la realidad.
En cuestión de segundos, después de que recibió el mensaje, le entró una llamada a su celular, por parte de un funcionario del banco, que le llamó por su nombre y le informó que, como le mencionaban por medio del mensaje, se habían detectado operaciones que «afortunadamente» no fueron aprobadas por la institución, debido a que se sospechaba que se trataba de un fraude.
El funcionario bancario que se hallaba al otro lado de la línea telefónica, le indicó que, sólo por seguridad, le haría varias preguntas, como su nombre, la fecha en que nació, le pidió que le repitiera el número del plástico de su tarjeta de crédito y, en seguida, los tres dígitos del número que aparece en la parte de atrás del plástico, junto a la firma.
Las preguntas fueron tan rápidas que el señor Juan, casi de manera automática, leyó el número que no debió dar. En unos minutos apareció un cargo de 150 mil pesos en su tarjeta. Lo habían defraudado con su consentimiento.
Después vino todo el calvario que significa para un tarjetahabiente el informar de un cargo no autorizado y que el dinero le sea reintegrado.
Este tipo de fraude es cometido usualmente por bandas perfectamente articuladas que saben cómo obtener de sus víctimas la información adecuada para timarlos.
Las instituciones financieras perfeccionan sus mecanismos para evitar que sus clientes sean objeto de este tipo de triquiñuelas, pero en muchas ocasiones es el propio tarjetahabiente quien se deja sorprender por los delincuentes, proporcionando información que no debe.
Por ello, los bancos y demás instituciones crediticias repiten con más frecuencia a sus clientes que nunca deben proporcionar información confidencial a cualquier persona, aunque esta diga ser funcionario de la empresa y menos aun cuando dichos datos se proporcionan por medios como el teléfono o el internet.
En especial, la red virtual es objeto de una especial vigilancia por parte de los departamentos de seguridad de las entidades financieras, pero también de la Policía de Ciberdelincuencia Preventiva.
Esta corporación indica que otro mecanismo de estafa empleado por este tipo de delincuentes es el ofrecimiento de créditos por altos montos, con tasas de interés reducidas, sin entregar ningún comprobante de ingresos del beneficiario y sólo con una copia de la credencial del Instituto Nacional Electoral.
En estos casos, los hampones se hacen pasar por ejecutivos de instituciones bancarias y para «otorgar» supuestos créditos, solicitan previamente realizar un depósito para la obtención de una clave de liberación.
Una vez que presuntamente se ha autorizado el crédito, se pide realizar un depósito con motivo de realizar la apertura de una cuenta para la recepción del crédito otorgado.
Ya que la víctima realizó el depósito correspondiente se pierde contacto con el supuesto ejecutivo bancario.
La Policía de Ciberdelincuencia Preventiva cuenta con recomendaciones que deben ser conocidas por todos los cuentahabientes de servicios financieros, con el objeto de impedir ser objeto de fraudes por parte del hampa organizada.
Entre las recomendaciones de esa corporación se encuentran:
Sin duda, evitar ser víctima de un fraude depende en gran medida de los cuentahabientes, que deben ser más cuidadosos de sus datos personales para impedir ser víctimas del hampa, que perfecciona sus métodos para sorprender a incautos.