Abanico
Para Homero Gómez González no había momento más hermoso en la vida que observar a las mariposas monarca salir de su letargo, calentadas por los rayos del sol, y renacer nuevamente a la vida cada mañana, después de estar casi en el punto del congelamiento hasta batir sus alas y darse cuenta que estaban vivas. Hoy Homero está muerto y los insectos ya no tienen a quien las defienda como él lo hacía.
Son numerosas las fotografías que dieron la vuelta al mundo, en la que se observaba a Homero, con su gesto adusto, como si siempre estuviera enojado, cabello corto, cortado a la “brush”, y su grueso bigote que aún lo hacía ver más serio, pero con su cuerpo rodeado de decenas de mariposas, frágiles, de movimientos fugaces, revoleteando a su alrededor y algunas paradas sobre él.
Los bosques de Michoacán a los que arriba siempre la monarca, era también la casa de Homero y de aquellas diminutas figuras volátiles que él simplemente amaba.
El mayor placer de Homero era ir por las mañanas al bosque y observar como los rayos solares calentaban los árboles y los racimos de las monarca apilados sobre los troncos hasta que los insectos se desentumían y empezaban a mover poco a poco sus alas para secarlas con el aire, hasta que estaban suficientemente secas y sin humedad del sereno campirano, para poder escapar sobre el viento, libres.
Homero hablaba de las mariposas, que llegan desde Canadá y Estados Unidos a México, como casi nadie lo hace, las veía con ojos de poesía, decía que las monarca son como las novias o las amantes del sol, de ese amoroso astro que las despierta cada mañana, aún ahora que el activista ya no está.
El cuerpo sin vida de Homero fue descubierto hace algunas horas en esos bosques que tanto amó. Su verdugo o verdugos lo ahogaron, metieron su cabeza en el agua, de acuerdo a las investigaciones policiacas.
No hay presuntos responsables, nadie que responda aún por la muerte del defensor de las monarca.
Homero había desaparecido desde el 13 de enero y su ausencia fue reportada por sus familiares, sin que las autoridades policiacas de Michoacán hayan podido hacer nada para ubicarlo, hasta que finalmente fue encontrado si vida, como muchos temían.
Los familiares, amigos y campesinos del municipio de Ocampo, en donde vivió Homero habían desatado una búsqueda por todos lados. Se valieron de las redes sociales y de cadenas de conocidos para encontrarlo, pero todo fue inútil.
El activista se había caracterizado por lanzar una campaña de defensa de las monarca a nivel internacional, lo cual le motivó una gran simpatía en muchos países.
Era conocido por los amantes de la naturaleza y por los defensores de la ecología de varios países, quienes mantenían con él un intercambio de información fluido.
La defensa de las mariposas monarca se convirtió en una herramienta de promoción del santuario El Rosario para que fuera visitado por miles de turistas nacionales y extranjeros.
Homero sabía que podía mantenerse un equilibrio entre la preservación del ambiente y el turismo que, respetando los santuarios de las monarca, se convertiría en una fuente de ingresos importantes para los ejidatarios y comuneros, a cargo de esos bosques milenarios, en donde la mariposa tiene su casa en México.
Homero fue uno de los activistas que logró que los campesinos y ejidatarios se convirtieran en los principales defensores de los bosques.
Denunció, como pocos, a los tala montes que, de manera criminal arrasan los bosques de las monarca, para enriquecerse ilegalmente.
No se conoce quien o quienes acabaron con la vida de Homero, pero indudablemente una de las líneas más claras de investigación sobre su homicidio, debe encaminarse hacia las actividades de este grupo de delincuentes.
Levantaría sospechas que las autoridades trataran de canalizar las pesquisas hacia supuestos motivos personales, como lo han hecho en otros casos, cuando se trata de no llegar el verdadero fondo de los crímenes cometidos en contra de los defensores de la naturaleza.
Indudablemente que Homero estorbaba a los intereses millonarios de los tala montes. El gobierno michoacano sabe quienes son y en dónde se ocultan, ahora la sociedad mexicana espera que vaya por ellos y los sujete a proceso.
El asesinato de Homero es condenable, desde luego, no debe quedar sin justicia, no habrá manera de suplir su insustituible presencia, sin embargo, su legado de protección a la monarca seguramente será continuado por otras personas preocupadas en que la ambición de los criminales no acabe con el patrimonio natural de la UNESCO, que es el hogar de las mariposas monarca.