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Juego de ojos
Menores masacrados
En México, ningún niño debe ser asesinado.
¿En qué momento, nuestro país, se metió en esa vorágine de homicidios de menores de edad?
Diariamente, desaparecen en nuestro país 4 niños y adolescentes, y son asesinados 3.6 de ellos. Escalofriante.
El reciente asesinato de Fátima, niña de 7 años, causó la indignación internacional. El dolor, la impotencia, el coraje, han recorrido todo el mundo en las últimas horas.
El nombre de México volvió a acaparar nuevamente la atención de la prensa, como un país, en donde ocurren crímenes que escapan a cualquier comprensión.
¿Qué le está pasando a la sociedad mexicana? ¿Qué estamos haciendo mal para que sean asesinados niños?
¿Qué motiva a una pareja de enajenados a secuestrar a una pequeña como Fátima y acabar con su vida, sólo porque a uno de ellos le surgió la idea enfermiza de tener una “novia muy joven”?
¿Quién está educando a los niños para evitar que sigan el ejemplo de la delincuencia para asesinar, como si se tratara de un programa televisivo, como hicieron cinco niños, de entre 12 y 15 años, que mataron a un menor de 6 años, porque jugaban a los sicarios?
¿Cómo frenar la avaricia colectiva, que permitió que una niña de secundaria y su familia “pusieran” ante secuestradores a un compañerito, por 6 mil pesos?
¿Qué está pasando en México y cómo vamos a cambiar esto?
Los niños y sus adolescentes sufren las consecuencias de la sociedad mexicana que se ha enfermado, a través de muchas décadas. Con las mujeres, representan el sector más vulnerable se la sociedad.
Peor aún, los menores de edad se han vuelto invisibles para las políticas públicas de la llamada Cuarta Transformación.
La Red por los Derechos de la Infancia en México advierte que son tan invisibles que no están incluidos en ninguno de los 25 proyectos estratégicos que presentó el presidente Andrés Manuel López Obrador, casi al inicio de su gobierno.
Esos proyectos apuestan a estimular el consumo interno, fomentar el desarrollo de infraestructura nacional y establecer programas asistenciales para los segmentos de población adulta más empobrecidos.
“Dejar fuera a la niñez de los programas prioritarios responde una mirada adultocéntrica que considera a niñas, niños y adolescentes como objetos de protección de su grupo familiar. Es decir, no se logra reconocer su equivalencia humana frente a las personas adultas, por lo que continúan recibiendo un trato desigual en todas las acciones del Estado y al interior de sus núcleos familiares”, enfatiza.
La Red advierte: “Esta administración continúa con la misma fórmula, que ofrece los mismos resultados en la última década. 2019 es el año con el mayor número de
homicidios dolosos en la historia del país”.
Comenta que desde el año 2000, al cierre del 2019 se alcanzó la cifra de 21 mil niñas, niños y jóvenes víctimas de homicidio doloso; más de 7 mil casos de menores desaparecidos.
Diariamente desaparecen 4 y asesinan a 3.6 niñas niños y adolescentes, sin que la nueva administración atienda los urgentes llamados a desarrollar una estrategia nacional de prevención y atención a la violencia armada contra menores de edad.
El Gobierno Federal cierra los ojos, manipula las cifras, las oculta, deja escapar asesinos, como sucedió en el caso de Ovidio Guzmán, hijo del capo más peligro de la nación. Dice que todo está bien y que la población está feliz, feliz.
La tendencia en el número de crímenes dolosos se agrava, aun cuando las autoridades digan lo contrario, no puede ser de otra manera, cuando para las autoridades federales los niños y los jóvenes son invisibles.
No basta con ofrecer dádivas a jóvenes que ni estudian ni trabajan, pensando que con ello se les alejará de la delincuencia, porque con ello no se ataca de raíz el problema de la elevada criminalidad, porque su causa no está en la pobreza, sino en la corrupción y la impunidad.
Podríamos tener a todos los jóvenes “ninis” trabajando y ni así se frenará la violencia, porque el método de becarios, es más con fines electoreros, que con la finalidad de tener ocupados a los muchachos para alejarlos del crimen.
Como país, estamos errando las políticas públicas para proteger a los menores de edad y para evitar que muchos de ellos se conviertan en asesinos. Debemos cambiar la estrategia para evitar que nuevas Fanys se nos vayan de las manos