
Cónclave de 3 batallas: geopolítica, sinodalidad y resistencia
El final de los tiempos
“Alrededor del año 2020, una especie de neumonía se propagará por todo el mundo, resistiendo todos los tratamientos conocidos. La enfermedad de repente desaparecerá tan rápido como llegó. Atacará nuevamente 10 años después y luego desaparecerá por completo”, señala el libro “End of Days” (El Fin de los Días), en su página 312.
El libro de la escritora Silvya Browne se ha convertido para algunos en una especie de escrito testimonial de que el Coronavirus es una muestra palpable de que los días de la humanidad están contados.
En medio de la desazón lanzada por la pandemia, se han recrudecido los señalamientos apocalípticos. Los asiduos a los temas del fin del mundo encuentran en esta peste moderna una prueba irrefutable a sus creencias. Menudean en redes sociales los llamados al arrepentimiento, los exhortos a la construcción de una humanidad diferente y los señalamientos de que la presencia del virus marca el comienzo de un nuevo orden mundial.
Como nuevos Nostradamus, los agoreros del desastre se proclaman detentadores de una verdad que, desde su punto de vista, no puede ser otra que la muerte de millones de personas y la destrucción del orden de cosas actual, para que surjan nuevos seres humanos, que convivan sobre bases nuevas de armonía.
Los más extremos aseguran que la expansión del Covid-19 no es otra que el banderazo que llevará a todo el mundo al tan temido juicio final.
Otro de los libros de predicciones que han generado múltiples comentarios de los seguidores de redes sociales es “The eyes of darkness’”, (Los ojos de la oscuridad), obra escrita hace cuatro décadas por el escritor Dean Koontz.
En el libro se hace referencia a enfermedad llamada Wuhan-400 que empieza en esa ciudad china, tremenda ¿casualidad?, porque es sabido que realmente los científicos marcan a esa urbe como la cuna del Coronavirus.
En la primera versión del libro, publicada en 1981, el virus se llama Gorki-400, creado por los rusos en la ciudad de Gorki. Pero el nombre se cambió a Wuhan-400 a partir de 1989, coincidiendo con el final de la guerra fría. La captura de la página del capítulo 39 se ha hecho viral en los últimos días.
Pero el tema del final de los tiempos no sólo ha dado de comer a los videntes en muchos países del mundo, sino que ha sido el tema principal de escritores de ficción de renombre, como Stephen King, que en su obra “Apocalipsis”, se refiere a una gripe muy agresiva, capaz de matar al 95 por ciento de la población.
No hace falta ser profeta para definir perspectivas acerca del futuro de la humanidad en un entorno totalmente adverso como en el que vive desde hace años, en un mundo amenazado por el calentamiento global, proceso natural acelerado por las cada vez mayores emisiones de gases de efecto invernadero.
Muchos científicos han repetido que, si alguna especie sobrevivirá a un cataclismo natural y atómico, serán los insectos, especialmente los más resistentes, como las cucarachas, además de las bacterias y los virus, precisamente los virus.
Detrás de su inteligencia (muchas veces no tan evidente), el hombre es un ser frágil que depende para su supervivencia de un entorno natural que le sea favorable, pero que se ha encargado de destruir paulatinamente durante décadas.
¿Vivimos el final de los tiempos para la humanidad?, considero un extremismo pensarlo, especialmente cuando la ciencia avanza cada día para encontrar cura a las principales enfermedades.
Los europeos sobrevivieron a la muerte negra, la peste bubónica, que asoló el viejo continente durante la Edad Media (qué bueno que aún no viajaban a América); todo el mundo fue azotado por la influenza española, que mató entre 35 millones y 50 millones de personas, pero nunca hubo un riesgo siquiera mínimo de que se extinguiera el hombre; las culturas mesoamericanas subsistieron a enfermedades traídas por los españoles y portugueses, como la viruela.
En esos tiempos de pestes ni siquiera existía la ciencia, y a pesar de que se registraron muchas muertes, sin duda, la humanidad prevaleció. Ahora mucho menos puede pensarse en una amenaza para nuestra especie, cuando los avances médicos son cosa de todos los días.
Sin duda que el Coronavirus representa un reto para todos los países, al igual que lo han sido otras epidemias que se han presentado a través de los años.
Los videntes, los agoreros y los escritores de ficción cumplen con su trabajo de generar teorías que son consumidas por un público ávido de este tipo de relatos, que se generan especialmente en épocas difíciles para el mundo, como la que atrasamos actualmente.
Las enfermedades y la destrucción reales causadas por los españoles entre las culturas mesoamericanas fueron adjudicadas a designios funestos de carácter divino por nuestros propios ancestros, que compartían una cosmogonía cargada de superchería y fatalismo.
“La maldición de los dioses” era un argumento aceptado por los mexicas, especialmente como una sentencia irrevocable, impuesta por sus hechiceros, para aceptar en el sometimiento de los españoles un destino que no tenía modificación ni vuelta de hoja.
No seamos los mexicanos de hoy, como los antiguos pobladores del Anáhuac, constructores de nuestra propia derrota, ante un enemigo como el Coronavirus que, aunque fortalecido, en algún momento será sometido.