Itinerario político
Jesús tiene 11 años de edad y se siente feliz, como un jovencito púber, que entrará en la adolescencia. Bueno, en realidad, es una niña de nombre Enriqueta, pero siempre se ha sentido varón y espera pronto poder hacer que su cambio de nombre sea legal ante el Registro Civil y quizá, en unos años, poder cambiar hasta de sexo.
Siempre ha enfrentado problemas en la escuela por su comportamiento masculino. Ha sido objeto de bulling por parte de sus compañeros, de los muchachos que, desde luego, no lo aceptan como hombre y de las niñas, que la califican como “marimacho”.
Para él-ella, la vida no ha sido fácil, se asume como un ser transexual, perfectamente firme en su decisión de convertirse algún día en varón, sexo con el cual no nació.
En el interior de su cuerpo de niña en crecimiento, habita la mentalidad de un niño. No es sólo que ella sea homosexual y que le gusten las personas de su mismo sexo, no, Enriqueta sabe que ella en realidad es Jesús.
Su particular condición, avalada y estudiada por psicólogos, desató una tormenta en su familia. El rechazo de sus padres al principio, la negación de tener una hija con una situación tan peculiar y la aceptación de una realidad que no ha acabado de aterrizar y que se vuelve pánico, a medida que la muchacha-muchacho crece y se desarrolla.
Todos los seres humanos que se asumen como transexuales, buscan el cambio de sexo como objetivo primordial y este es el punto controversial entre sectores que apoyan esta necesidad, como parte del respeto a los derechos humanos y los que la condenan, como una aberración total.
Quienes se oponen a esta postura, indican que el lobby gay de Morena está atrás del apoyo oficial del Gobierno de la Ciudad de México para impulsar los cambios legales para permitir el cambio de sexo en menores de edad, a partir de los 11 años.
Existen penalidades para quien venda bebidas alcohólicas o incite a menores de edad a beberlas, de igual manera se prevén castigos para los adultos que proporcionen tabaco a los niños, pero no habrá penalidad alguna a quien asesore a pequeños que pretendan hacerse un cambio de sexo.
Una vez aprobada la llamada Ley de Niños Trans en la Ciudad de México, aquellos pequeños mayores de 11 años, que quieran hacerse un cambio de sexo, lo podrán realizar sin problema, incluso aún sin que sea necesaria la autorización de los padres.
De acuerdo al organismo Citizen Go, con la nueva legislación, que incluso es defendida por la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, bastará con que un adulto acompañe al menor en su petición de exigir una operación de cambio de sexo, que bien podría ser un cabildero de la corriente gay de Morena.
Claudia Sheinbaum anunció que los niños y niñas transgénero contarán con todas las facilidades para poder hacer su cambio de nombre ante el Registro Civil de la CDMX para que se les asigne un nombre del sexo al que aspiran tener, así como una reasignación sexo-genérica con el apoyo de sus padres o tutores.
Pero los cabilderos gay son más inteligentes, la Ley de Niños Trans se formulará de tal manera que los menores de edad ni siquiera necesiten de la aprobación de sus padres, sino de un mayor de edad que los represente que, desde luego, se espera sea gay.
Para Citizen Go, no es posible el “cambio” de sexo, sino únicamente la posible mutilación sexual. Somos lo que somos, no lo que sentimos, asegura.
La organización afirma que si alguna persona sufre disforia de sexo (que no se siente acorde a su sexo biológico) lo que debe de hacer es tratarse psicológicamente, pero no mutilarse.
La experiencia internacional es que el “cambio” de sexo no mejora la calidad de vida y el bienestar de los afectados, advierte.
“Cambiar” de sexo a un menor de edad es un abuso sexual absolutamente inaceptable.
En Inglaterra, hace tiempo que se dieron pasos para aprobar una ley que permitiera a los menores de edad “cambiar” de sexo. La experiencia británica de niños trans ha sido penosa y ya dieron marcha atrás a esa legislación por el sin número de casos de menores de edad, que una vez operados, se arrepintieron de haber realizado su “operación”. Se seguían sintiendo mal.
Se olvida que los muchachos a los 11 años de edad, límite a partir del cual se pueden permitir las operaciones de sexo en la CDMX, están apenas conformando su identidad sexual, son pubertos, ni siquiera adolescentes, por lo tanto, legalizar un acto de tal trascendencia, implica una aberración total en pequeños que carecen del criterio que puede tener un adulto para la toma de decisiones.
No se puede permitir que, en un falso afán de defender la libertad individual, el Gobierno de Claudia Sheinbaum impulse la mutilación de niños y niñas, cuya mentalidad apenas está en formación. ¿Lo permitiría con sus hijos?