
Libros de ayer y hoy
Hombres armados realizan incursiones sin que ninguna autoridad los enfrente y mucho menos pueda frenarlos. Asesinan con total impunidad. Es una escena de guerra la que viven diariamente mujeres, niños, ancianos, hombres. Ricos y pobres.
Cualquiera pensaría que se trata de algún país de Oriente Medio, región sumida desde hace años en conflictos armados, pero no es así, es la tierra caliente de Michoacán, zona de guerra en este México convulsionado.
El Gobierno Federal y el Gobierno estatal prácticamente dan pasos atrás en esa área. Se miran con recelo uno al otro, se culpan mutuamente de no hacer nada. Es como si Michoacán no fuera parte de México, es como si se tratara de otro país, en donde no hay ley y, por tanto, no se respetan los derechos humanos.
En las últimas semanas, en videos distribuidos en redes sociales, aparece una mujer joven que a punto del llanto clama: “Por favor, que el gobierno venga a ayudarnos a Tocumbo, aquí tenemos niños, mujeres, ancianos y no queremos que los maten”.
Sostiene en sus manos una carabina. Sus ojos están a punto de ser arrasados por el llanto. Se le ve desesperada. Atrás de ella se aprecian las siluetas de varios hombres con rifles. Como ella, son civiles que se armaron para impedir que los grupos delincuenciales sigan asesinando a personas en su pueblo y como una respuesta ante la incapacidad de las autoridades municipales, estatales y federales para evitar los homicidios en contra de la población civil, pero ese infierno continúa.
En otro video, también se aprecia a Gilberto Vergara, párroco de Aguililla, Michoacán, mirar hacia la cámara y pedir a un inexistente gobierno, que se encuentra atrás de la lente, que haga algo para detener la masacre.
Durante años, el sacerdote ha visto al pueblo de Aguililla hacerse más chico, ha observado a las familias huir para evitar ser asesinadas, ha constatado el éxodo de michoacanos sencillos, de gente de trabajo, dejar su tierra para ponerse a salvo. Son los desplazados por la narco violencia.
Las caravanas del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), irrumpen constantemente en la tierra caliente michoacana. Disputan la zona con otras agrupaciones, como Los Viagra y La Nueva Familia Michoacana.
En Aguililla nació Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”, líder del CJNG, cartel que siente como suyo el terruño de donde es originario su jefe y la lucha con los otros grupos es encarnizada.
Por diversos caminos y carreteras de la tierra caliente se observan retenes, a veces de las fuerzas armadas estatales y federales, pero mucho más de los grupos delincuenciales.
La tierra caliente es el ojo del huracán de una guerra declarada entre grupos antagónicos, como la que puede haber en cualquier país del Medio Oriente, con daños colaterales entre la población civil.
Apenas este miércoles, el CJNG hizo una incursión armada en los poblados de Cotija y Tocumbo para enfrentarse a grupos rivales y, como resultado de ello, fueron asesinadas seis personas, tres civiles y un número igual de militares.
El nuevo enfrentamiento es parte de los tiroteos producidos desde hace muchos años. En la región, aún se recuerda la matanza de octubre del año pasado, cuando fueron emboscados y masacrados 13 policías estatales en el Aguaje, perteneciente al municipio de Aguililla.
Voces críticas denunciaron que los policías muertos fueron enviados a la zona sin las armas adecuadas para enfrentar a los hampones y, por ello, ocurrió una carnicería.
El gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, ha sido impotente para frenar la violencia en la zona de guerra en el estado que tiene mandato. Acusa de negligente al Gobierno Federal por no actuar a tiempo y con toda la fuerza requerida.
En tanto, en la tierra caliente, en ese Michoacán que pareciera otro país, sigue el video de la mujer circulando en redes: “Por favor, hagan algo, ya no queremos que maten a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros hijos. Hagan algo”.