Teléfono rojo/José Ureña
¿Terrorismo en México?
Una tarde de 1993 un abogado penalista especializado en delincuencia organizada me enseñó una gráfica en donde se mostraba el crecimiento anual de los delitos con violencia cometidos en México, por un lado, y el incremento de la venta de drogas de todo tipo, por el otro. La tendencia de aumento era exactamente la misma.
A inicios de los noventas, en el Distrito Federal empezaban a aumentar los robos de autos, en los cuales los delincuentes disparaban en contra de los conductores, sin importar si estos se resistían al atraco o no. Un fenómeno que en las décadas anteriores era casi desconocido. En ese momento, era sintomático de que la brutalidad delincuencial iba en aumento.
El diagnóstico del abogado penalista era el siguiente: México sigue los pasos de Colombia, en donde las bandas de narcotraficantes enfrentaron al Estado con todo su potencial y con actos tan terribles, como la colocación de autos bomba o el derribamiento incluso de aviones.
Vaticinaba el abogado que, de fortalecerse el poderío de los cárteles del narcotráfico mexicano, podrían suceder en nuestro país fenómenos que en Colombia ya eran parte de la vida cotidiana, como la formación de un Ejército que le disputara abiertamente el poder al gobierno y la realización de actos terroristas.
Para el abogado, en México después de un enfrentamiento entre bandas y entre éstas y las fuerzas policiacas, si seguía el fortalecimiento de los cárteles, podría aparecer el narcoterrorismo.
Hace más de 20 años hablar de narcoterrorismo en México era poco más que aventurado. La realidad se ha encargado de desmentir en gran medida esa posibilidad que nadie desea.
Las palabras del abogado tomaron relevancia para mí el 15 de septiembre de 2008, cuando un grupo de sicarios de la Familia Michoacana hizo explotar dos granadas de fragmentación en la plaza Melchor Ocampo de Morelia, Michoacán, durante la celebración de la ceremonia del Grito de Independencia.
El salvaje atentado, considerado como un acto de terrorismo abierto en contra de población civil, provocó la muerte de siete personas y graves heridas a 132 más.
Después de ese deplorable hecho, las autoridades mexicanas señalaron que en nuestro país no existe narcoterrorismo, sino actos de barbarie cometidos por bandas del crimen organizado.
¿Existen en nuestro país actos de terrorismo? ¿Qué posibilidades hay de que ocurran actos de terrorismo en el futuro?
Muchos de los casos de homicidios múltiples ocurridos en México por bandas delincuenciales no pueden ser considerados como terrorismo clásico, en el sentido de que en este último se cometen actos de salvajismo en contra de personas no involucradas en conflicto alguno, con el fin de intimidar a terceros, la mayor parte gobiernos.
Desgraciadamente, Francia acaba una vez más de ser escenario de este tipo de hechos abominables, con el atropellamiento de personas que caminaban por el paseo marítimo de Niza, una de las principales calles de esa ciudad, durante la celebración de otro aniversario de la revolución francesa, el día exacto de su fiesta nacional.
Desde el punto de vista de la definición, el reciente atentado en Niza tiene todas las características del terrorismo clásico: dañar a terceros para golpear políticamente a un gobierno.
La manera en que se han producido asesinatos masivos en nuestro país, cuando aparecen cadáveres desmembrados, por ejemplo, además de que dañan a estas víctimas de manera directa, sí tienen el objetivo de causar terror no sólo entre la población sino entre las fuerzas policiacas y en las autoridades civiles.
En México hay actos delincuenciales, pero no terrorismo, es la declaración más repetida por las autoridades. Sin embargo, esta perspectiva no es compartida por organizaciones internacionales especializadas en el tema.
En el Índice Global de Terrorismo (Global Terrorism Index -GTI por sus siglas en inglés-), México aparece en el lugar 44 de un total de 124 posiciones de una lista de países en donde se han producido actos terroristas.
Nuestro país se encuentra en una posición debajo de Arabia Saudita y Srilanka, pero arriba de naciones como Tanzania, Chile y Túnez. El primer lugar de una nación latinoamericana en ese ranking es ocupado por Colombia, que se ubica en el sitio 17. Los primeros 10 lugares son ocupados por Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán, Siria, India, Yemen, Somalia, Libia y Tailandia. En todos ellos existen conflictos armados abiertos o enfrentamientos entre tropas insurgentes y gubernamentales o movimientos terroristas de diversa índole.
Dicho índice, actualizado en 2015, es elaborado por Instituto para la Economía y la Paz (IEP) que se basa en la información de la Base de Datos Global sobre Terrorismo (GTD) que es recolectada a su vez por el Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y Respuestas al Terrorismo (START) de la Universidad de Maryland. La GTD ha codificado más de 125 mil casos de terrorismo.
El sistema de puntuación del Índice Global de Terrorismo dado a un país se basa en un único sistema de puntos relativo al impacto de los incidentes en esa nación y hay 4 factores a considerar para obtener el puntaje anual.
No se ha producido un nuevo acto de violencia, como el ocurrido en Morelia ese septiembre de 2008, en el que las víctimas no estaban involucradas con delincuentes de ningún tipo y en el que era evidente el motivo de causar terror en la población y las autoridades.
Evidentemente, la inseguridad en muchas zonas de México genera un clima de zozobra para la población. Es imposible conocer si se dará otro atentado francamente terrorista, como el ocurrido en Morelia hace 8 años.
Las autoridades mexicanas de todos los niveles nos hablan de los avances que se tienen en el combate en contra de la delincuencia organizada, pero llama la atención que desde el exterior se tiene otra perspectiva de la situación en que se encuentra en país en materia de terrorismo.
Evidentemente, en México existe un terrorismo sui generis, no el provocado por fundamentalistas religiosos, como el que ha golpeado a Francia recientemente, pero sí el generado por las bandas delincuenciales con sus actos de crueldad extremos: ese también es terrorismo.