La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Morir por hambre
El joven se encontraba al borde del puente peatonal y, mientras observaba metros abajo fluir el río de vehículos, en su mente sólo permanecía el pensamiento obsesivo de arrojarse sobre los autos y autobuses y acabar de una vez con aquella hambre que lo atormentaba por varios días.
Los pies del muchacho, de apenas 17 años de edad, se encontraban al filo del puente de concreto y acero. Ya no sentía temor, lo único que le interesaba era terminar con aquel terrible malestar que sentía. Lloraba, pero la necesidad de ya no sufrir era superior a su miedo.
Un hombre de 35 años de edad, llamado Saúl Vázquez Rojas, caminaba por el puente que se localiza en calzada de Ticomán y avenida de los Insurgentes, colonia Residencial Zacatenco, delegación Gustavo A. Madero, en la Ciudad de México, cuando de manera inesperada se percató de las intenciones del joven.
Logró tomarlo de un brazo y evitar así que se arrojara del puente. Forcejearon por unos minutos y la escena fue vista por el operador de una de las cámaras de vigilancia cercanas, que enseguida dio aviso a una patrulla que se trasladó al lugar.
Los policías preventivos Atanasio Rosas Perfecto y Bartolo Vicente Martínez platicaron con el menor y le preguntaron cuáles era los motivos para que tomara tal decisión. La respuesta los dejó mudos.
El muchacho no conocía la Ciudad de México, había llegado de provincia en busca de cualquier trabajo, pero después de varios días sin encontrar una ocupación remunerada, el hambre había hecho presa de él. No conocía a nadie ni se atrevió a pedir dinero en la vía pública para poder comprar algo de comida.
Los uniformados lo convencieron de que bajara del puente y le invitarían unos tacos. Al fin, había encontrado personas que podían aminorar esa hambre que lo estaba consumiendo y desesperando hasta el punto de desear quitarse la vida.
El caso fue difundido por muchos medios, incluso de manera chusca. “Con unos tacos, policías evitan que un joven se suicide”, mencionaba un tabloide.
Después de invitarle a cenar, los policías trasladaron al muchacho a la agencia del Ministerio Público número 57, especializada en asuntos para el menor, en donde fue protegida su integridad física.
Este fue un caso que tuvo una conclusión feliz, si así puede percibirse, al contrario de otros hechos lamentables, como el que han sucedido de manera cíclica entre grupos marginados en diversas zonas de la República.
En enero de 2012, llamó la atención el número de suicidios que se presentó entre indígenas raramuris, de acuerdo al Frente Organizado de Campesinos Indígenas. En 2011, por lo menos 50 personas pertenecientes a esa etnia se habían arrojado a barrancos de la sierra de Chihuahua atormentados por el hambre y las enfermedades.
La terrible sequía y hambruna posterior que se produjo en 2011, habían causado estragos en el ánimo de los raramuris, algunos de los cuales decidieron suicidarse y no soportar más la situación en que se encontraban.
Suicidio crece entre jóvenes
En México, desde hace años, el suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes. El desempleo, la carencia de oportunidades, la falta de educación y la pobreza extrema, se encuentran entre las principales motivaciones de los muchachos que deciden acabar con su existencia.
El diputado del PRD, Rafael Hernández Soriano, señaló que a pesar de que el Gobierno federal ha diseñado programas de combate a la pobreza, el hambre, y da diversos apoyos económicos con el propósito de mejorar el capital humano, poco se hace para atender la salud mental de la juventud.
El también secretario de la Comisión de Derechos de la Niñez destacó que, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México cometen suicidio más de 5 mil personas al año, y es la tercera causa de muerte en adolescentes de 15 a 19 años.
Mencionó que tan sólo en 2013 ocurrieron dos mil 345 suicidios en jóvenes en ese rango de edad, lo que generó una tasa de 7.5 suicidios por cada 100 mil jóvenes.
En el caso de los suicidios en mujeres, 18 por ciento fueron jóvenes de 14 a 19 años; 17.3 por ciento tenían 10 y 24 años, mientras que 12 por ciento estaba entre los 15 y 29 años de edad.
Para el caso de los hombres, continuó, 10.6 por ciento de quienes se suicidaron tenían entre 14 y 19 años, es decir, uno de cada 10 suicidios lo cometió un joven en ese rango de edad; mientras, 15.4 por ciento de los que se suicidaron tenía entre 10 y 24 años y 13.7 por ciento entre 15 y 29 años de edad.
“El suicidio de jóvenes es una tragedia no mencionada en nuestra sociedad, ya que es considerada como tabú y, al ser estigmatizado, se evita la idea de que nuestros jóvenes encuentran la vida tan dolorosa y sin futuro que de forma consciente y deliberada se causan la muerte; por ello, la urgencia de atenderlos”, precisó.
El suicidio es de suyo un problema lacerante en la realidad mexicana, pero el suicidio por hambre es una realidad que ofende y evidencia que no se está haciendo todo lo que se debe para evitar que siga el crecimiento de la pobreza, de la falta de oportunidades, de la marginación.
Hay personas que mueren de hambre, porque no tienen recursos para alimentarse o porque sufren de anorexia, bulimia u otra enfermedad, pero quienes mueren por hambre, son aquellos que se suicidan porque no soportan más aquella hambre que los consumen. Son fenómenos diferentes.
El suicidio por hambre es la imagen más descarnada del fracaso del modelo económico y social que tiene el país. Demuestra que existen millones de mexicanos que no encuentran satisfacer la más elemental de las necesidades humanas: comer.
Mientras sigan existiendo suicidios por hambre en nuestro país, no debieran dormir tranquilos los funcionarios encargados de las políticas sociales, económicas y educativas, que seguramente al otro día tienen un plato que llevarse a la boca.