Visión financiera/Georgina Howard
No me grites, porque te mato
Oscar Alberto Sabina Pineda manejaba su camioneta, de manera relajada, por calles del sur de la Ciudad de México. Estaba de vacaciones. No se imaginaba que sería la última vez que lo haría, porque ese día sería victimado a balazos.
En la parte trasera del auto iban su esposa, su hijo y tres perros. Desconocían lo que estaba a punto de ocurrir. Al transitar sobre la avenida Miramontes y calzada de Las Bombas, perímetro de la delegación Coyoacán, la fatalidad hizo que su auto y una camioneta de lujo chocaran.
Era la madrugada del 24 de junio de este año. Oscar Alberto se hizo de palabras con el conductor de la camioneta de lujo, de color gris. El conductor de esta se mostraba sumamente agresivo. Oscar se preocupó por el bienestar de su familia y optó por escapar.
Durante varias cuadras, el sujeto, hasta el momento no identificado, lo persiguió y al llegar a la cercana calle de Farol le cerró el paso, bajó de su vehículo. Sacó una pistola y le descargó siete balazos a Oscar, quien de manera absurda había muerto por un incidente de tránsito.
Los vengadores anónimos
El 29 de junio de este año, los pasajeros somnolientos o cabizbajos que se trasladaban en una camioneta de transporte colectivo entre la Ciudad de México y Naucalpan no sabían la situación que estaba por presentarse.
La unidad de la ruta 22, que había partido del Toreo de Cuatro Caminos rumbo al Molinito, fue escenario de un hecho ya cotidiano en esa ruta, sin que las autoridades hagan nada por impedirlo, a pesar de las afirmaciones del gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, de que su entidad ha avanzado en disminuir los delitos.
El transporte circulaba sobre la calzada San Esteban, cuando frente a la puerta 7 del Campo Militar número 1, en la colonia Lázaro Cárdenas, uno de los pasajeros desenfundó un arma, lo que rompió con la tranquilidad que hasta ese momento había en la camioneta.
A gritos, el delincuente exigió que le fueran entregados el dinero y las pertenencias de los pasajeros, quienes de inmediato empezaron a entregar lo mucho o poco que traían consigo. Sólo hubo un pasajero que no se amilanó; de sus ropas sacó un arma y la disparó en contra del asaltante que quedó muerto en el interior de la combi.
De manera que se ya se hizo “normal”, los pasajeros aplaudieron al pasajero que se encontraba armado e incluso le ayudaron a salir del transporte. Sólo el chofer de la unidad fue puesto a disposición del Ministerio Público como testigo de lo ocurrido.
La sinrazón de Preciado
Este tipo de homicidios se están haciendo cotidianos en las calles de muchas de nuestras metrópolis, pero pueden quedar hasta “legalizados” de ser aprobada una propuesta insólita que propone el senador panista Jorge Luis Preciado.
La iniciativa jurídica presentada ayer por el legislador propone que todo mexicano mayor de edad pueda portar una pistola o un rifle en su vehículo y empresa, con la finalidad de auto defenderse ante el incremento de los delitos cometidos en contra de la ciudadanía.
El proyecto de modificación al artículo 10 de la Constitución plantea que todo ciudadano pueda poseer un arma de fuego, a excepción de las que sólo pueden portar las fuerzas armadas, lo cual seguirá representando un delito federal. Actualmente, de acuerdo al a Ley de Armas de Fuego y Explosivos los mexicanos sólo pueden tener armas en su domicilio para su legítima defensa.
El colmo político es que el panista Preciado presentó como argumentación a su favor, la conocida segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos, la cual garantiza que todo estadounidense tenga derecho a tener armas en su casa, como defiende el político que agrede un día sí y otro también a los mexicanos, Donald Trump.
Esta postura ha llegado a extremos indecibles, como sucede en Texas, en donde a partir de este año, los ciudadanos pueden portar armas en plena calle, así como en el viejo Oeste.
“Esto es para que sepa el delincuente que a quien trata de asaltar también estará armado y podrá defenderse”, señala Preciado.
La molestia de Almeida
La propuesta no ha sido bien acogida por diversas personalidades, entre ellas, Hiram Almeida Estrada, secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México.
El funcionario capitalino sostiene que no se puede comparar a México con otros países y urbes, sino que en lugar de legalizar la portación de armas, es preciso establecer penas mayores para sacar a las pistolas y a los rifles de las calles.
El programa de desarme realizado con éxito por las autoridades policiacas de la capital del país ha permitido que sus poseedores hayan entregado 24 mil armas de fuego de diversos calibres que han sido destruidas por el Ejército
En lugar de dar permisividad para la portación de armas, es preciso elevar las penas por su posesión. En la capital de la República, cualquier persona que sea encontrada con una pistola sale libre con el pago de una multa de 3 mil pesos, sin importar que se trate de un potencial delincuente, situación que enerva a Almeida Estrada.
Balazos en los semáforos
La reducción del delito en nuestro país implica acciones más profundas y no sólo la apropiación de armas por parte de la ciudadanía, sin ton ni son.
Imagine usted el número de balaceras que serían cosa de todos los días en cualquier semáforo de la Ciudad de México, por el simple hecho de que un automovilista le dé un “cerrón” al de junto.
Es evidente la falta de control de la ira de muchos conductores de autos que por cualquier motivo van por ahí regalando mentadas de madre, cerrones y bocinazos a todo el que se le atraviese.
Aunque esta iniciativa sólo considera que se legalice la portación de armas en autos, no faltaría aquel que la portara cuando suba al pesero y al metro, en donde el contacto físico da lugar a muchos exabruptos muchos de ellos involuntarios. ¿Cuántos homicidios se producirían por malos entendidos?
Pero lo que es peor, se abriría la puerta para que los delincuentes aumentaran su posesión de armas con argumentos legales ¿cómo distinguiría la policía entre un ciudadano que sólo quiere protegerse y un hampón al que incluso no se le pueda decomisa su pistola?
Si queremos que no haya más asaltos en los cruceros, en el transporte público, en las casas y en las empresas, los legisladores deben hacer leyes más estrictas para acabar con la impunidad y la corrupción de policías, funcionarios, ministerios públicos y demás “servidores públicos” que protegen a los delincuentes que a diario andan por las calles.
La ley debe ser estricta, pero sobre todo cumplirse. Más armas sólo generarán más violencia ¿no cree usted?