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Antiinmigrante, el nuevo evangelio de los políticos cristianos
Cuando México ayudó a Estados Unidos
Nadie lo hubiera imaginado, pero sucedió. Tropas mexicanas, a bordo de vehículos terrestres, cruzaron el río Bravo para incursionar en territorio de Estados Unidos. Su propósito no era la guerra, sino la ayuda humanitaria a la población de ese país. Hoy, desde la óptica de la Casa Blanca, a México sólo entran “delincuentes” y “violadores”.
Fue el 8 de septiembre de 2005, cuando, sin requerir permiso del Congreso de la Unión, tropas del ejército mexicano incursionaron en suelo estadounidense para apoyar a la población afectada por el huracán Katrina, especialmente en los estados de Florida, Luisiana y Texas.
En ese tiempo, se consideró una decisión histórica que el gobierno estadounidense permitiera el ingreso de tropas extranjeras a su territorio. En aquella ocasión, los soldados mexicanos entraron a Estados Unidos sin armas y esencialmente se trató de personal especializado en atender a población afectada por desastres naturales.
El contingente estaba formado por nueve jefes, 45 oficiales y 140 soldados, además de expertos en ingeniería, médicos, enfermeras y expertos en la preparación de alimentos, que transportaron, en una primera fase, 194 toneladas de víveres, a través de 25 vehículos terrestres y de aviones Hércules C-130. El buque Papaloapan, de la Armada Nacional, también fue utilizado para llevar ayuda a los damnificados.
Adicionalmente, el gobierno mexicano estableció una red de ayuda por medio de su embajada en Washington y de los consulados en varias ciudades de la Unión Americana, con la finalidad de que se enfocaran todos los esfuerzos posibles para apoyar a los habitantes de las zonas afectadas, sin importar su origen étnico. A las autoridades nacionales les interesaba tender su mano sin distinción de color ni nacionalidad de las víctimas.
En esos momentos difíciles, no llegó sólo la ayuda del gobierno mexicano, sino el apoyo de los ciudadanos y de organizaciones sociales, como, por ejemplo, Cáritas diocesanas de México, quienes establecieron contacto con familias afectadas para proporcionar ayuda a refugiados y planificar procedimientos de recuperación en el largo plazo para las víctimas de Katrina.
También fueron cientos de miles de compatriotas que trabajan o estudian en Estados Unidos y de estadounidenses de ascendencia mexicana quienes cedieron parte de su tiempo y de sus recursos económicos para auxiliar a todo el que tenía necesidad de comida, vivienda o vestido.
El efecto de Katrina había sido devastador. Fue una de las principales catástrofes naturales en la historia de la Unión Americana, en donde dejó un saldo de mil 800 muertos, un millón de desplazados y daños materiales calculados en 108 mil millones de dólares.
El gobierno del presidente mexicano, Vicente Fox, recibió una amplia felicitación por parte de su homólogo George Bush. Cuando se conocieron los efectos devastadores del huracán, Fox envío un mensaje a su colega: “En nombre del pueblo y el gobierno de México, le expreso mis más profundas y sinceras condolencias por los devastadores efectos del huracán Katrina […] «México y los Estados Unidos son países vecinos y amigos y en momentos difíciles, los buenos amigos siempre están presentes. Haremos todo lo que está en nuestras manos para ayudar en esta situación tan desafortunada […] «Cuenten con todo nuestro apoyo».
Fox actuó de manera rápida, sin esperar la autorización del Congreso de la Unión para el envío de tropas al vecino país, lo cual era un imperativo legal, dispuso de toda la ayuda que se requería. Esta situación le ocasionó un extrañamiento de los legisladores, no tanto porque no se necesitara la ayuda humanitaria, sino por no haber respetado la ley en la materia.
Cientos de miles de estadounidenses requerían apoyo y era necesario que ahí estuvieran los brazos de nuestros solados y marinos. No hay ningún país, por poderoso que sea, que no requiera de apoyo en momentos de desgracia.
México también ha recibido ayuda humanitaria de parte de Estados Unidos, cuando ha enfrentado crisis por desastres naturales. El caso más importante de ello fue el apoyo del gobierno estadounidense durante los terremotos de 1985 en el centro de nuestro país. El respaldo de la Casa Blanca fue muy importante en ese año.
Ahora los tiempos han cambiado, la relación tensa entre los gobiernos de México y Estados Unidos ya no hacen pensar en aquellos “países vecinos y amigos” a los que hacía referencia Vicente Fox. Con la actitud tomada por el presidente Donald Trump, se puede hablar de cualquier cosa menos de amistad en toda la extensión de la palabra, al menos desde el punto de vista del mandatario estadounidense.
La relación de México y de nuestro vecino es muy compleja. Va más allá de una cercanía geográfica o de un intercambio comercial o económico. Tiene que ver con lazos no sólo de amistad, sino familiares. Son muchos los mexicanos que tienen parientes viviendo en la Unión Americana, porque aquí no encontraron oportunidades de desarrollo y, aún más, familiares nuestros que incluso nacieron en Estados Unidos.
A través de los años, lo que les pasa a nuestros familiares que están más allá del río Bravo nos afecta a quienes estamos en México y, en el mismo sentido, nuestros familiares que se encuentran allá siempre están al pendiente de sus parientes mexicanos. Sus triunfos en la vida son nuestros y sus derrotas también las sentimos como propias.
Ese crisol de sentimientos comunes se ha hecho más evidente en momentos de desgracia, como es el caso de las catástrofes naturales. La solidaridad y el cariño entre estadounidenses y mexicanos que nos conocemos bien, no variará, aún si cambia el humor del político que se encuentre en la Casa Blanca o en la residencia oficial de Los Pinos.
Los millones de mexicanos que trabajan en Estados Unidos, como una alternativa de vida, durante décadas han sido los sostenes de gran parte de la economía nacional. Este esquema se transformará de manera sensible con la política de migración de Donald Trump y seguramente afectará a nuestro país. Sin embargo, los lazos de afecto entre mexicanos y estadounidenses, esos sí no podrán ser dañados por ningún muro.