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Madero y estos tiempos
El desinterés en los inventores
Hace 37 años, Don José se me acercó una tarde con un legajo enorme de documentos con sellos oficiales por medio de los cuáles las autoridades del Gobierno federal daban constancia de haber recibido su propuesta para generar electricidad, a partir de la fuerza provocada por los ferrocarriles. Nunca le hicieron caso. El señor falleció y su proyecto quedó en el olvido.
Allá a principios de los años ochentas, Don José, un pensionado ya de avanzada edad, recorrió durante varios años secretarias de estado y paraestatales. Llevó su propuesta a Ferrocarriles Nacionales de México, a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, a la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (entidades que ya no existen) e incluso a la Presidencia de la República. En todas partes recibió una respuesta similar: “qué interesante, luego nos comunicamos con usted”.
Cuando hablaba de su proyecto, Don José Hernández se apasionaba, explicaba con todo detalle, las características técnicas y la viabilidad para aplicarlo en nuestro país en todo el sistema ferroviario. Su plan consistía en generar electricidad a partir de la fricción y la presión provocadas por las ruedas de ferrocarril sobre los rieles.
Para aquella época, generar electricidad de esa manera sonaba demasiado extravagante; sin embargo, el inventor no cejó en su empeño durante varios años, en espera de que el Gobierno Federal, que en aquel entonces era el único ente que podía producir y suministrar fluido eléctrico, le hiciera caso. Nunca ocurrió así y Don José falleció sin ver cumplido su anhelo.
A tantos años de distancia, algunos países avanzados generan electricidad, a partir de la fuerza dinámica generada por el paso de los ferrocarriles, México no se ubica entre ellos, por cierto.
Lo que reveló el intento fallido de Don José porque su invento fuera financiado y apoyado en beneficio de todo el país, sólo confirma un hecho incontrovertible: que las autoridades mexicanas durante muchos años no han mostrado un interés adecuado para respaldar a los inventores e innovadores nacionales.
Cifras de dependencias oficiales, como el Instituto Politécnico Nacional, revelan que el 99 de las investigaciones mexicanos se quedan en proyecto, debido a que no reciben apoyos financieros adecuados por parte de las autoridades ni de organizaciones privadas.
Lo anterior se refleja fundamentalmente en fuga de cerebros de inventores y científicos hacia naciones en donde reciben respaldos adecuados, un nivel bajo en el desarrollo de ciencia y tecnología y el incremento en la importación de procesos tecnológicos, lo cual propicia una importante sangría de divisas.
México enfrenta serios problemas en lo que se refiere a impulsar la invención, desde un bajísimo presupuesto en ciencia y tecnología, la carencia de una política pública que oriente al país a apoyar la innovación, hasta el robo descarado de patentes que, incluso se ha llegado a dar hasta en las instancias oficiales.
En nuestro país, el promedio de gasto en investigación y desarrollo experimental (GIDE), es de apenas 0.57% del Producto Interno Bruto, mientras que en las naciones que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es de 2.39 por ciento del PIB promedio de las naciones que la conforman.
Por otra parte, según datos de la OCDE, en el 2014 en México de cada mil personas económicamente activas había sólo 0.98 por ciento que se dedicaba a la investigación. Si vemos las cifras de otros países podemos comparar el enorme atraso que tiene nuestra nación.
En Finlandia, de cada mil personas económicamente activas, 16.06 se dedican a la investigación. Corea del Sur tiene 12.79, Portugal 10.88, Estados Unidos 8.81, Turquía 3.31, Argentina 2.95 y Sudáfrica 1.52, cifras muy por encima a la registrada en México.
En nuestro país, aun cuando una persona demuestre potencial científico y tecnológico e incluso cuente con un proyecto acabado que constituya un avance para la vida del país, difícilmente cuenta con apoyos para sacarlo adelante, situación que contrasta con los países avanzados que tienen políticas públicas perfectamente definidas en apoyo de los inventores.
Una muestra de esta situación es el caso del muchacho guerrerense Cristóbal Miguel García Jaimes, inventor de un generador de partículas a bajo costo. Él tuvo que abrirse camino, entre la incomprensión de su talento, para poder obtener el respaldo de las autoridades mexicanas.
De extracción humilde, el estudiante de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México tuvo que trabajar incluso de velador de un edificio para poder mantenerse, a pesar de que su invento ya era del conocimiento no sólo de las autoridades científicas de nuestro país, sino del mundo entero.
Ahora con reconocimientos en todo el orbe por su invento, Cristóbal Miguel sabe que su acelerador, que tuvo un costo de fabricación de sólo mil pesos, puede ser favorable en el estudio de las partículas de energía para el desarrollo de la medicina, la exploración espacial y la tecnología electrónica, nada menos.
Talentos del tamaño de Cristóbal o de Don José, abundan, no los dejemos que se pierdan o nos estaremos arrepintiendo, porque como país no avanzaremos y seguiremos metidos en el camino de la mediocridad en el que nos ubicamos, al menos, en el camino de la ciencia y la tecnología.