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Itinerario político
El héroe de los escombros
“Al gobierno le interesa sólo limpiar los escombros, como si no hubiera pasado nada”, dice Iván y arrastrando un pie visiblemente lastimado se deja caer sobre el parabús. Empieza a llorar y del temblor que tienen sus manos no puede evitar que se derrame el agua de la pequeña botella que le dan los brigadistas.
Enfrente están los escombros del multifamiliar de Tlalpan, de donde acaba de salir después de casi tres días de batallar contra la muerte, de tratar de rescatar a alguien con vida, de horadar escombros en busca de las personas que fueron sorprendidas por el estruendo del derrumbe ese 19 de septiembre.
“Ya te vas, porque eres un chingón, eres un guerrero, ya cumpliste, te tienes que ir, estás muy fregado, descansa”, le señala una mujer, quizá 34 años, cabello chino, recogido sobre la parte de atrás de la cabeza.
“¿Te acuerdas de mí?”, le pregunta la chica a Iván. “Nos vimos allá adentro, si hasta platicamos”. Aún rompiendo en sollozos, Iván, la voltea a ver y comenta “creo que sí, ya recuerdo” y sigue llorando. Tirando la mitad del líquido bebe el contenido del agua casi de dos sorbos y le dan otra botella y lo vuelve a tomar rápido y después una tercera botella. Está deshidratado.
Se queja mientras se toca el tobillo del pie izquierdo. “Ya viene un paramédico para que te cheque”, le comenta otro rescatista joven, delgado que prácticamente lo sacó del derrumbe para que Iván decidiera retirarse.
El paramédico lo examina y menciona que Iván, joven de 28 años de edad, estatura mediana, complexión robusta, no tiene fractura ni luxación, sólo una fuerte inflamación, producto de picar cemento y sacar escombros durante casi cuatro días en Tlalpan y en Morelos.
“Pero ya te vas a tu casa, si alguien no puede venir por ti, ahorita te paramos un taxi”, señala la chica, la de quizá 34 años, mientras otea sobre calzada de Tlalpan para ver si puede ver un vehículo de alquiler, ese domingo 24 de septiembre, por la noche.
“No tenemos problema por llevarte”, comento a Iván y a los rescatistas que lo reconfortan. Él sigue temblando. Le ofrecen comida, pero no quiere, sólo tiene una sed inacabable. Mientras, mi esposa, mi hija y yo vamos en el auto con Iván, en el recorrido del derrumbe de Tlalpan y Taxqueña hacia Iztacalco, en donde vive, narra lo que vivió en esas horas.
“El día que tembló, el martes, dormí en mi casa, el miércoles me fui a San Gregorio Atlapulco, La Lupita y San Marcos, en Xochimilco, después bajé a la Avenida División del Norte, Portales y Álvaro Obregón, de ahí nos fuimos a Cuautla y Jojutla, en una camioneta.
Yo distribuyo pierna fina de cerdo en La Merced, pero además soy de la barra del América y nos juntamos como 15 amigos de Consulado, de Pantitlán, de muchas colonias, para ver cómo podíamos ayudar. Llevamos la camioneta llena de comida.
Los de la barra somos como una familia. Estamos locos de remate, pero esa locura ahora la invertimos en una cosa buena.
Algunos de mis amigos siguen en Morelos. Yo me regresé la madrugada del jueves a las 3 horas, porque tenía que trabajar el viernes, pero ya no fui.
Mandé a traer a dos de mis primos que querían estar en el derrumbe, pero les advertí nada de tomar fotos y es lo primero que hicieron y les dije serán mis primos, pero se retiran. En lo que podíamos salvar una vida, estos bueyes sacándose fotos.
Yo no tengo ni una foto, te enfocas tanto cuando lo haces de corazón que, como para qué y otras cosas pasan a segundo término.
Le dije a mi hermana por Facebook que le avisara a mi mamá que estaba bien.
Ella me preguntó ¿en dónde estás, ya vas a venir?
Después de que sonó la alarma sísmica el sábado, hoy domingo nos dieron la orden los de Marina que se paraba la búsqueda. Diana Cazadora, era la clave que usaban para que supiéramos que ya no había vida y la empezaron a repetir.
La única esperanza que teníamos como brigada, eran los japoneses, ellos si dijeron: nosotros no nos vamos a ir, nuestro trabajo es sacar a las personas.
Están muy bien preparados.
Yo era al principio uno más, sólo venía con mi bote de cascajo y a aventarlo al camión. De repente se tuvieron que formar brigadas, con jefes y me escogieron a mí.
Se designó a los líderes entre los más atentos, porque no se sabe en cualquier momento que puede pasar. Mi escogieron a mi cómo líder. En mi brigada había 15 personas que me asignaron.
Uno de esos días, se cayó un tanque de gas y la gente empezó a correr y a gritar que había fuga de gas, pero no era cierto. Mi coordinador, René, me dijo que fuéramos a checar el tanque. Ya ves por qué tienes que estar a las vivas, me dijo René, nada más porque se agujeró esto todos corren. Sin embargo, sí era mucho el olor a gas y peor que unos herreros estaban cortando metal, una chispa y no la contamos, le dije a mi coordinador.
Una chica de mi brigada, Joanna, se aguantó dos días casi sin dormir, hombro con hombro me dijo: tu ve vas, yo me voy, tú te quedas, yo me quedo.
Yo la mandaba a dormir, Le decía: vete a dormir, tú eres mi segunda mano, mi relevo. Dormía una o dos horas. Hoy sí estoy rendida, me dijo ella, como que le ganaron los nervios. Le dio un ataque y se puso a llorar mucho.
Estaba yo bien, pero no sabía cuánto tiempo había pasado. Me descontrolé, porque fueron por mi unos doctores que me decían que llevaba muchas horas trabajando y que necesitaba descansar, si no me hubieran retirado ahí seguiría”, comenta Iván, mientras recuerda aquel derrumbe de la calzada de Tlalpan en donde ayudó a rescatar a 18 personas con vida y a 9 cuerpos de condóminos que lamentablemente fallecieron
“Esto me cambió la vida, porque yo nunca había sido un líder. Me cambió la vida, porque no había visto nunca tantas cosas”, comenta, mientras se baja del auto y camina hacia la puerta de su casa, en donde su mamá lo recibe con un abrazo.