Poder y dinero
¿Me pegas o primero cenamos?
El hombre apareció bañado en sangre, trastabillando, con golpes en todo el cuerpo. Corriendo atrás de él no venía una banda delincuencial ni un enemigo mortal, sino simplemente su esposa.
No era la primera vez que sufría ese grado extremo de maltrato por parte de su ‘compañera’. El problema de extrema violencia se había convertido en una manera de ‘relacionarse’ para ambos.
Ahí, en el fraccionamiento de Tapachula, Chiapas, para todos los vecinos era conocida la situación de violencia intrafamiliar que él vivía con su mujer.
Ese día, las cosas fueron peores, pues María Guadalupe no paraba de golpear a su marido con cualquier objeto que encontraba a la mano, sartenes, palos, lo que pudiera jalar.
Fueron los vecinos quienes decidieron llamar a la policía. A la casa de la pareja llegaron elementos de la Policía Femenil, a bordo de las llamadas Patrullas Rosas y evitaron que la mujer propinara el último golpe mortal sobre su pareja y víctima.
El hombre se apareció sobre el quicio de la puerta y prácticamente se dejó caer en brazos de las policías.
Tras de él ya venía María Guadalupe, como un torbellino, destrozando todo lo que encontraba a su paso en el interior de su casa, metiendo a empellones a sus hijos que, llorosos, trataban de abandonar ese hogar mal avenido.
«¡¡¡Para todas tengo!!! ¿¿¿Ustedes también quieren que se las parta???», vociferaba la energúmena, mientras repartía golpes y patadas a diestra y siniestra.
Pero no pudo cumplir sus amenazas y fue finalmente sometida por las policías y remitida al ministerio público.
María Guadalupe fue acusada del delito de lesiones por parte de su marido que, durante mucho tiempo, había recibido todo tipo de maltrato físico y psicológico.
Violencia silenciosa
En México es común la violencia ejercida por mujeres en contra de sus parejas, pero es un tipo de maltrato que se calla, que no se dice, que se queda entre cuatro paredes.
En un país de educación patriarcal y machista, como es el nuestro, la violencia que padecen un gran número de hombres es vista como sinónimo de debilidad o cobardía.
El problema es aún peor, si el hombre que sufre violencia por parte de su pareja, nueras, hijos y hasta de sus nietos, vive en un área rural.
Es considerado como un hombre decadente que no usa la fuerza para imponerse físicamente, incluso utilizando la violencia.
El empleo de la violencia física, psicológica, económica, será la única manera en que será respetado.
Por ello, los hombres que sufren golpes tienen que callar la violencia que sufren para no sufrir el estigma en una sociedad que considera como «normal» que él debía ser el maltratador.
En México cada vez son más frecuentes los casos de hombres que son víctimas de algún tipo de violencia por parte de sus parejas mujeres, señala información de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Precisa la institución que tan sólo en el periodo comprendido entre los años 2000 y 2012 la tasa de violencia intrafamiliar contra hombres de 25 a 44 años aumentó de 8.3 a 61.2 por ciento por cada 100 mil habitantes, incremento visiblemente importante.
Dicho repunte en la violencia ejercida por mujeres en contra de sus parejas hombres, tiene varias explicaciones, que van desde una mayor emancipación económica de las féminas hasta el aumento en el consumo de drogas y alcohol.
La violencia intrafamiliar es ejercida por cualquier miembro de la familia y las mujeres no son la excepción. El prototipo del hombre «mandilón», arquetipo popular del bullying que define a los varones dominados por sus mujeres, en estos casos alcanza tintes dramáticos.