Corrupción neoliberal
La Navidad del ilegal
José González Pérez lo volverá a intentar. Ni la migra ni las amenazas de Donald Trump lo frenarán. Volverá a pagar a un ‘pollero’ para que lo meta a Estados Unidos.
El jornalero agrícola no aguantó ya la nostalgia de regresar a México. La querencia le ganó, la nostalgia lo derrotó. Las ganas de ver a sus hijos y a su esposa lo hicieron retornar.
Está feliz, porque diciembre es el mes propicio para ver a su grande familia. Casi todos los días, desde que empezó el mes ha estado de fiesta. Todos sus parientes de Michoacán lo quieren ver.
Todos quieren saber cómo le va. Muchos de sus primos también se la quieren jugar. En México no hay empleo y desean darle otra vida a sus familias. Lo que ganan aquí apenas les alcanza para malvivir.
José lo sabe por experiencia propia. Sabe lo que es tener un hijo pequeño enfermo y no tener dinero para comprar las medicinas. Por eso se quiso ir a Estados Unidos y juró que no regresaría.
Estará aquí en diciembre, en enero y febrero. Ya para marzo se la jugará otra vez. Viajará a Tijuana y pagará nuevamente para que un «pollero» lo meta a California.
José está ahora en Tacámbaro, Michoacán. Regresó de California, Estados Unidos, en donde trabajó en la pisca de productos agrícolas durante tres años.
El mexicano de 38 años de edad encontró en el campo californiano una salida para las penurias económicas familiares. En Michoacán trabajaba como albañil, pero las obras de construcción en las que laboraba se fueron acabando hasta que se quedó sin trabajo.
En un par de meses ya no tenía dinero. No la pensó más. Buscó a sus amigos que ya habían estado del otro lado. Le dijeron cuanto debía pagar y a quién para que lo pasará a Estados Unidos.
Juntó el dinero que necesitaba y se fue en autobús hacia la frontera. Allá ya lo esperaba el «pollero». Lo pasaron en un pequeño camión, abajo de un cargamento de alfombras. En el vehículo viajaba con otros 10 indocumentados. Era un «cargamento» chico de pollos.
El viaje, sin embargo, tuvo un momento trágico, cuando uno de sus compañeros, no aguantó la sofocación y tuvo que ser bajado en el camino.
‘Los polleros’ se querían deshacer de él. Lo dejaron en una carretera secundaria de California. Engañaron a su compadre que se quedó con él. Le dijeron que cerca estaba un centro comunitario de asistencia, en donde podía ser atendido. Le mintieron. Nunca hubo hospital, alguno y el hombre murió deshidratado.
Esa historia la conoció José ya cuando trabajaba en la pisca. Se quedó en la mente para siempre. Dijo que no se volvería a exponer, pero finalmente ya no aguantó más y regresó a México, tenía ganas de abrazarlos.
Ahora no sabe cómo regresará a Estados Unidos. Goza las fiestas de diciembre. Lo único que sabe es que ni la migra ni las amenazas de Trump evitarán que se vuelva a pasar de ilegal.