El presupuesto es un laberinto
Para muchos habitantes urbanos el problema del agua se reduce a una sola acción: abrir y cerrar el grifo. Más allá de la llave solo ven un problema administrativo: la eficiencia de quienes administran el suministro y el precio del liquido. La chata cultura del confort y el hedonismo que la alimenta les impide siquiera pensar en lo obvio, el ciclo natural del agua y las condiciones imprescindibles para que este elemento exista y pueda llegar a todas las personas.
La consulta en torno a la termoeléctrica de Huexca que se ha realizado este fin de semana llevaba implícito este problema. El diseño de la consulta, sin embargo, planteó una perspectiva diferente, el tema sin más fue, o la necesidad de la termoeléctrica para asegurar el abasto de energía o el No a secas de algunas poblaciones. ¿Quieres o no la termoeléctrica, quieres o no el progreso, quieres o no que haya más energía eléctrica, quiere o no tu bienestar? fue la visión reduccionista que se divulgó. La comunicación de los organizadores omitió el fondo del conflicto, el problema del agua. Omitió referirse al impacto ambiental y al uso gigantesco de agua que la termoeléctrica requerirá para su proceso productivo y que significará la muerte de estas comunidades. Algo semejante a lo que ocurre con la apropiación indebida de agua por parte de aguacateros y dueños de huertas de frutillas en Michoacán que han condenado a muerte de decenas de poblaciones.
Ha tenido que ser la voz de algunos líderes y pueblos, que con pocos micrófonos públicos proporcionados, la que expresara la certeza de que la dichosa termoeléctrica les quitará el agua que ellos necesitan para la realización de sus actividades productivas y ordinarias. No es una dramatización o una exageración verbal apocalíptica la que están protagonizando los pobladores, su decir es muy real y francamente legítimo.
El problema como tal, la disponibilidad de agua, la contaminación y los efectos ambientales en el entorno, no quedarán atendidos con el probable Sí a la termoeléctrica. Tampoco el No ayudará a resolver el problema de la suficiencia energética que demanda el desarrollo económico y el consumo doméstico. Haber planteado la cuestión en un binomio cerrado ha sido la peor manera de atender desde el gobierno el problema. Al hacerlo han quedado cautivos de una apuesta de perder – perder. Al ganar el No la confianza de los inversionistas en el país se profundizará siguiendo la inercia negativa de la cancelación del aeropuerto internacional de Texcoco y la deplorable calificación de Pemex; de ganar el Sí la ruptura con los movimientos sociales por los derechos de los pueblos será irreversible por cuanto los liderazgos locales impulsarán un consenso en sentido contrario y atraerán el apoyo y solidaridad de otros movimientos sociales sin partido que actúan en distintos lugares de la república, con el propósito de impedir el funcionamiento de la planta. Con el tiempo el Sí se traducirá en un movimiento de resistencia que confrontará a estos pueblos con el gobierno federal.
Pareciera que a nadie en el gobierno federal le interesa la concepción de sustentabilidad ni tampoco el horizonte de las energías verdes. Desde hace por lo menos 4 años se ha venido poniendo en la mesa del debate público que la energía producida por foto celdas es cada vez más barata. Por alguna razón no ponen la atención en la información que proporcionan los expertos en la materia al señalar que un kilowatt generado en una termoeléctrica cuesta en promedio 48 dólares mientras que la misma cantidad producida por foto celdas cuesta en promedio 25 dólares, es decir, casi la mitad. No atienden la reflexión estratégica de que el crecimiento de las plantas termoeléctricas ha llevado a que estas produzcan hasta el 71 % de la energía eléctrica colocando a las regiones en donde están instaladas en una condición crítica de estrés hídrico y ambiental. Nada les dice que el potencial solar que tiene México es tal que podría constituirse en poco tiempo en una potencia mundial en producción de electricidad con la ayuda del sol.
La consulta, ni por asomo, ayudará a resolver el problema energético. Lo que ello refleja es que el gobierno federal no tiene una estrategia técnica y ambiental bien estudiada que nos permita a los mexicanos tener la energía que requeriremos para mover la economía y los usos rutinarios en las décadas venideras. Esta dificultad se agrava por las rupturas sociales en la comprensión del problema. Muchos ciudadanos creen que el problema del agua y de la energía eléctrica se reduce a abrir el grifo y a subir el swich. Con esta concepción tan corta es imposible comprender la causa del pueblo de Huexca y los pueblos que por años han resistido a la termoeléctrica. Es muy probable que la gente haya salido a votar mayoritariamente en favor de dicha planta creyendo que los que se oponen son «radicales conservadores» y «provocadores», enemigos del progreso y el bienestar de todos los mexicanos. Pero con adjetivaciones nunca se resolverá un problema que implica el concurso de muchas voluntades y de muchas capacidades.