Cielo nublado con clima fresco en CDMX
CIUDAD DE MÉXICO, 30 de agosto de 2018.- Cada año, la planicie lacustre de la Ciudad de México registra un hundimiento de entre ocho y 12 centímetros debido a la excesiva extracción de agua de los acuíferos, con efectos catastróficos para la infraestructura urbana, afirmó Efraín Ovando Shelley, investigador del Instituto de Ingeniería (II) de la UNAM.
El especialista resaltó que hemos llegado a considerar que los sismos provocan las mayores catástrofes de esta metrópoli (la quinta más habitada del mundo) y del país en general. Sin embargo, “México está expuesto a muchos riesgos que no son de corta duración; uno de ellos es el hundimiento regional, que ocurre poco a poco, pero de manera constante, al menos desde mediados del siglo XIX”.
Este proceso es causante de situaciones críticas en muchas partes de nuestra urbe: contribuye a la aparición de grietas en el terreno y a afectaciones a la infraestructura urbana, las vialidades, las casas habitación y al patrimonio arquitectónico, artístico y cultural, según detalla un comunicado de la máxima casa de estudios.
“Nos referimos a los temblores como fenómenos naturales que duran segundos, o cuando mucho un minuto, y que suelen tener consecuencias catastróficas, pero los hundimientos son siniestros que van en cámara lenta. Su velocidad es variable, dependiendo de la zona; incluso podría ser mínima, pero permanente”, advirtió.
El centro histórico de la CDMX es una de las zonas más afectadas, porque ahí han estado expuestos varios edificios desde hace mucho tiempo, aunque toda la cuenca está dañada. Además, buena parte de la capital del país está construida sobre una antigua área lacustre (arcillas blandas y deformables), por lo que al sustraer agua el subsuelo se deforma y se hunde. Desde la llegada de los españoles la cuenca se ha visto menoscabada.
El hundimiento, reiteró Ovando Shelley, es producto de la excesiva extracción de los acuíferos profundos; sin embargo, este fenómeno se registra a diferentes velocidades. Por ejemplo, las subcuencas de Xochimilco y Chalco alcanzan hundimientos de entre 35 y 40 centímetros por año.
En el área donde se construye el nuevo aeropuerto se registra un hundimiento de entre 12 y 14 centímetros anuales, aunque hay puntos en los que es mayor. Todos estos datos son observables y se pueden corroborar, aseguró.
Efraín Ovando Shelley, investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM.
Soluciones para detener en hundimiento
Una solución sería dejar de explotar los acuíferos, pero dos terceras partes del agua que consumimos se extraen de los pozos y la otra porción es traída de otras cuencas, proceso que representa un alto costo económico, así que en el corto plazo no hay manera de detener el fenómeno, reconoció.
Y las medidas drásticas y radicales tendrían efecto en el largo plazo. Una opción sería construir una red de drenaje paralela: una que recoja aguas pluviales y otra que saque las aguas negras. Técnicamente es posible tratar el agua de lluvia para reutilizarla, incluso podría reinyectarse al subsuelo, sugirió.
Otra sería aprovechar los escurrimientos de las serranías que rodean a la cuenca de México; su uso adecuado implica almacenar el recurso, tratarlo y distribuirlo, aunque en algunos casos, como el de la sierra Poniente, ya son aguas totalmente contaminadas.
Una más es descentralizar a la Ciudad de México, “sacar las dependencias del Gobierno Federal, propuesta que llevaría un largo proceso, quizá decenios”.
Efraín Ovando Shelley subrayó que una iniciativa viable sería retomar el ejercicio que realiza la UNAM en Ciudad Universitaria y aplicarlo en diversas partes de la CdMx: reciclar el agua pluvial, pues sustraer el agua del subsuelo ya no es realista.
Por último, destacó que en el Instituto de Ingeniería se observa de manera permanente cómo se sienten los sismos en esta urbe, y la forma en que se distribuyen los daños provocados; esa tarea les ha permitido saber que los temblores también están influidos por el hundimiento regional: la respuesta sísmica evoluciona debido a los cambios en las propiedades del subsuelo al extraer el agua de los acuíferos.