Visión financiera/Georgina Howard
***Esta serie de 10 retratos breves está dedicada a mujeres de México cuya vida ejemplar es aporte imperecedero, dignas de ser memorables para su generación y la posteridad por sus contribuciones al arte, la ciencia o la cultura.
Al margen de su ideología política, todas ellas fueron congruentes con principios y valores inspiradores. Algunas alcanzaron la fama que trascendió a su tiempo, pero otras ameritan hacerse visibles para ser reconocidas y recordadas por su vida singular y sus valiosas aportaciones.
Mujeres mexicanas memorables (4)
Ikram Antaki, maestra y filósofa
Ikram Antaki irrumpió en la radio y la televisión cultural mexicanos alrededor de los años 90´s, algunos intelectuales la consideraban una estrella mediática, llamaba la atención su amplio manejo del español, incluidas frases coloquiales, con ligero acento extranjero. Hablaba con determinación. Su presencia en diarios y revistas capitalinas antecedía al fenómeno electrónico.
Filosofaba sobre temas humanísticos y fomentaba el pensamiento crítico, citaba a los sabios griegos de la antiguedad, daba datos duros y argumentos científicos, al tiempo que escribía poesía. Fue una agnóstica declarada, su esceptisismo frente a la fe y la religiones era frontal, una vez que te atrapaba con alguna disertación, era imposible dejar de escucharla.
Ella cumplía con la etimología del término filosofía, del griego philosophia (φιλοσοφία), cuya traducción literal es “amor a la sabiduría”. Philosophia está compuesto por philos (φίλος), que significa “amigo” o “amante”, y sophía (σοφία), que significa “sabiduría”.
Los intelectuales mexicanos objetos de culto, como Octavio Paz, premio nobel de Literatura, así como el escritor Ricardo Garibay o el periodista José Gutiérrez Vivó respetaban la voz universal de esta joven e inteligente mujer que se distinguía por no rendír pleitesía a nadie, arremetía con cuestionamientos, argumentaba sin concesiones.
El escritor Alberto Ruz Sánchez la recordó en un homenaje rendido a la escritora en la Feria Internacional del LIbro (FIL) de Guadalajara, en 2022: «fue una escritora con el corazón abierto, inquisitiva, cultivaba las paradojas, luego de disertar llegaba a conclusiones en las que nada era lo que parecía», apuntó.
Entre 1989 y 1991 la escritora obtuvo varios premios y con ello mayor prestigio: el Magda Donato por La Cultura de los Árabes (1989); el Premio del Libro de Arte del Año por La Tercera Cultura (1990), y el Premio Juchimán de Plata (1991). Ella misma aceptaba que llegó como divulgadora de la cultura árabe y judía, pero al cabo de residir en el país, su obra se fue mexicanizando.
Ruz Sánchez contó que fue su libro «Los nombres del aire», escrito en Marruecos el que le atrajo la atención de Ikram, ella le preguntó cómo pudo acceder al alma de la mujer árabe, y él le contó pormenorizadamente sobre sus amigas árabes, de quiénes obtuvo los conceptos.
La maestra Antaki era una analítica puntual, rememoró Ruy: «me dijo que en mi libro encontró 250 palabras árabes de un total de 3250 usadas en la obra, por lo que dedujo quise hacerlo intencionalmente. Era realmente fabulosa, en pleno goce de su lucidez», aseguró Ruz Sánchez.
¿Quién fué Ikram Antaki? Nació árabe, en Siete Fuentes, Damasco, Siria, el 9 de julio de 1945, murió mexicana, en el Distrito Federal, el 31 de octubre del año 2000, a los 52 años de edad.
Su ciudad natal, Damasco, fue cuna de decenas de imperios, entre ellos, de los persas, griegos y romanos. Ikram Antaki, según Wikipedia.org, tuvo una niñez privilegiada, sus padres sembraron en ella un amor profundo por la búsqueda del conocimiento. Creció, decía, entre montones de libros, en bibliotecas repletas de obras clásicas occidentales y orientales.
Su madre era experta y amante de la literatura rusa del siglo XIX y su abuelo fue el último gobernador turco de Antioquía, quien en forma valiente salvó a miles de armenios durante el genocidio armenio en Turquía.
A los cuatro años ingresó a una escuela de monjas franciscanas francesas donde cursó la educación básica y el bachillerato, su pasión por las letras y la filosofía la llevó a estudiar tres carreras en París: Literatura comparada, Antropología social y Etnología del mundo árabe en la Universidad de París VII (7) Denis Diderot.
LLegó a México cuando ya había publicado sus primeros dos libros: Ensayo: Deir Atieh, Laboratorio de Etnobotánica, Museo Nacional de Historia Natural de París, 1973 (en francés), y Las aventuras de Hanna en buena salud hasta su muerte (en árabe), Beirut, 1975.
Consulté videos en lo que abordara su vida, al periodista Ramsés Ancira narró cómo buscó que el azar decidiera su camino: quería ir al fin del mundo, por lo que sacó una enciclopedia para calcular el punto más alejado de Damasco, y las coordenadas le indicaron: México, vió en el mapa al volcán Popocatépetl, nevado y humeante, imagen que confirmó su destino.
Visitó la embajada de México en Líbano, ya que en Siria no había representación y había comenzado la guerra, convenció a los diplomáticos de darle una visa de cortesía para hacer un estudio comparativo entre los campesinos sirios y los indios de México. Fue solo un pretexto, reconoció, no tenía sentido el estudio, pero los funcionarios aceptaron encantados.
Llegó sola en un vuelo Beirut-México, el 14 de diciembre de 1975, en un avión lleno de libaneses que huían de la guerra civil, traía en su maleta unas cuantas prendas de vestir, tres libros de poesía en francés y las joyas herencia del abuelo paterno, tenía 27 años de edad y se instaló en el centro del Distrito Federal. Contaba con tristeza que cuatro o cinco meses después le robaron sus joyas, y se quedó en la pobreza.
En 1976, en la librería Independencia de la calle del mismo nombre conoció a quien sería su esposo, Fabián Soto Martínez, quien trabajaba en Le Monde Diplomatic, y con quien tuvo un hijo, Mauran Soto Antaki. La relación duró poco más de un año, ella se quedó al cuidado de su hijo, trabajaba mucho, leía cinco horas diarias y dormía poco.
El excanciller Jorge Castañeda era amigo de su esposo Fabián, él fue quien lo presentó con Ikram, contó en el homenaje en la FIL de Guadalajara hace dos años. Fue Castañeda quien la recomendó con José Gutiérrez Vivó, director de Monitor de Radio Red, líder indiscutible de los noticiarios de radio entre 1980-2000, ella comenzó a colaborar comentando la primera Guerra del Golfo, ahí fue donde se convirtió en la filósofa más popular.
Tanto Ruy Sánchez como Castañeda coinciden en que tenía un fuerte espíritu crítico, amaba profundamente a México pero eso no le impedía hacer análisis y encontrar los defectos en el carácter del mexicano, de los líderes políticos, del sistema político y social, del sector educativo, etcétera. No era complaciente como muchos extranjeros asilados.
Ella explicaba que los levantinos, como ella, fueron muchas veces dominados por extranjeros pero no conquistados, de Occidente les llegó la enseñanza de cuestionarlo todo, era su frase preferida, y la apllicó, dedicó su vida talento al servicio de la divulgación del conocimiento los 25 años que vivió en nuestro país hasta su muerte. Por eso ella es una mujer mexicana memorable.
Los levantinos son pobladores del Levante, nombre utilizado para hacer referencia a las tierras costeras del Mediterráneo oriental de Asia Menor y Fenicia, actualmente Turquía, Líbano y Siria, el país de origen de nuestra mexicana
Sobre Internet y la búsqueda de conocimiento en la red, solía decir: no importa si analizan un concepto comparando sus acepciones en decenas o cientos de textos sin importancia; para lograr conocimiento hay que tener la guía del maestro y analizar quizá sólo tres o cuatro conceptos, pero deben ser los correctos, para pensar y entender.
Hay que aprender a analizar y ser valiente al comunicar y defender los resultados, le decía a su auditorio conformado por estudiantes y advertía:»esa actitud no genera simpatía» y narraba como ella padeció rechazos por su carácter directo, cuestionador y frontal, pero «hay que acostumbrarse, es como respirar, llega a hacerse en automático», aseguraba como mujer de espíritu libre.
Su fuerte carácter y sus opiniones desnudando las intenciones ocultas de políticos, también le generaron algunas enemistades y hasta acusaciones no probadas de ser espía internacional.
Entre esos juicios demoledores destaca el que hizo sobre la izquierda en nuestro país, a la cual decía conocer bien, pues alguna vez militó en ella. Opinaba: «la generación de jóvenes que participó en el movimiento estudiantil de 1968 había sido la más pobre intelectualmente en el México del siglo XX».
Contó que un día se dio cuenta que hablaba, pensaba, escribía y soñaba como mexicana, adoptó a este país como propio y pidió su naturalización. Ella se definía como una profesional del pensamiento, una maestra, a quien preparar a un solo alumno le llevaría 16 años de enseñanza.
No descansaba, su misión era dejar un legado escrito, creía en la memoria de los libros como la mejor forma de transmitr conocimiento, pues, aseguraba, la memoria de la información mediática era frágil.
Además de sus programas en radio y TV, de sus audiovisuales, fue colaboradora de El Gallo Ilustrado, El Nacional dominical, El Universal, Excélsior; Radio Red, Siempre! y unomásuno. Daba conferencias magistrales en universidades, donde la maestra y filósofa, mexicana de excelencia, por suerte para los mexicanos. Aconsejaba a los alumnos adoptar el método humanistico «para ganar las guerras, interrogando e interrogándose, criticando y criticándose, no hay que dejar pasar nada».
Antaki publicó 29 libros en español, francés y árabe, y dejó para consulta decenas de audios de sus programas: El Banquete de Platón y El Ágora. https://literatura.inba.gob.mx/siria/5303-antaki-ikram.html
Como radioescucha te impresionaba la amenidad y el vasto conocimiento que te transmitía con una facilidad pasmosa, de quien manejaba con maestría singular el arte de comunicar temas profundos, estudiados a cabalidad, resultaban auténticos banquetes de Platón, como los tituló.
Una obra magistral y accesible que permitirá acercarse a cualquier persona a parte de su obra es El Manual del Ciudadano Contemporáneo, editado por Ariel en el año 2000, cuya introducción comienza con la frase: «Comprender es un triste oficio. Expresarse libremente es un oficio con riesgos..»
Dedica a México y al mundo sus reflexiones sobre los valores y los antivalores, aborda conceptos fundamentales de la civilización: la República, el Estado, la democracia y la demagogia, el poder, el derecho, la autoridad, entre otros. Explica en la contraportada que su obra es una aportación a la búsqueda de consolidar un hermoso sueño: crear una civilización de ciudadanos que antepongan la razón al delirio, donde los maestros vuelvan a ser los arquitectos, los húsares del país… Ikram Antaki falleció el 31 de octubre de 2000 en la Ciudad de México, yacen sus restos en el Panteón Francés de San Joaquín. Le sobrevive un único hijo, el también escritor, Maruan Soto Antaki, quien cree que a su madre le gustaría ser recordada por sus libros, «ahí se encuentra todo lo que quiso decir». De ella es la frase: «En la vida terminamos siendo los libros que leemos y los amigos de los que nos rodeamos.»