Adelantan Navidad, pero novohispana en Museo de Guadalupe
CIUDAD DE MÉXICO, 8 de noviembre (Quadratín México).- A fin de devolver la belleza y unidad estética al retablo del Templo de San Martín de Tours, en Huaquechula, Puebla, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizaron una serie de trabajos de conservación.
La pieza colonial, que próximamente será entregada a la comunidad, está integrada por 18 óleos sobre tela, de los cuales 17 fueron hechos por el pintor novohispano Cristóbal de Villalpando (1649-1714), así como por cinco relieves de más de 400 años de antigüedad y cuatro esculturas de diversas temporalidades.
De acuerdo con declaraciones difundidas por el INAH, Pablo Vidal Tapia, encargado de coordinar las intervenciones, refirió que las obras pictóricas, con escenas de la vida de la Virgen María y de santos franciscanos, corresponden a las primeras que hasta ahora se conocen de Villalpando.
Su estudio, dijo, “permitirá a investigadores de arte e historia saber cómo fue la evolución artística del pintor novohispano, y advertir cómo fue su técnica en los comienzos de su carrera”.
Respecto al estado de conservación que presentaba el retablo, el especialista señaló que éste sufrió una serie de intervenciones: primero en el siglo XVII, cuando las pinturas sobre tabla fueron sustituidas por las de lienzo hechas por Villalpando y después, en el siglo XIX, al ser repintadas y la estructura del retablo retocada con color blanco para darle una apariencia neoclásica.
Sobre los principales deterioros del altar, mencionó el restaurador, eran algunos desajustes estructurales menores, ataque de termitas a nivel superficial y, principalmente, repintes burdos de pintura de cal que impedían ver la policromía original.
Para atender el deterioro, informó, primero se hizo la fumigación del retablo y de la iglesia completa, a fin de combatir cualquier presencia de termitas.
Abundó que se quitaron los repintes y se hizo una limpieza fina; posteriormente se restituyeron los faltantes en las tallas y molduras con cedro, y se fijó y consolidó la policromía rescatada debajo de la pintura de cal; finalmente, se puso hoja de oro donde fue necesario.
Vidal Tapia precisó que los cinco relieves de madera también presentaban ataque de insectos, faltantes en tallas, un recubrimiento de tono blanco que impedía observar la corladura original, y suciedad.
En este sentido, los especialistas del INAH se encargaron de dar estabilidad a la madera y de aplicar injertos de cedro en las partes faltantes, eliminaron la capa blanca para dejar visible la corladura verde original del siglo XVI, y limpiaron a profundidad.
“En tanto las cuatro esculturas de madera, que representan a San Miguel Arcángel (siglo XVII), San Francisco (siglo XIX), San Martín de Tours y un Cristo, fueron sometidas a un proceso de limpieza para recuperar su brillo original”, anotó.
Sólo a la obra del arcángel, agregó, hubo necesidad de reponer el antebrazo derecho y las alas, pues las que tenía no le correspondían.
Durante los trabajos de restauración del retablo de Huaquechula, también se registró y consolidó la pintura mural que se halló detrás de éste, conformada por una cintilla de flores y medallones con emblemas del siglo XVI.
Por su parte, Amalia Velázquez de León Collins, directora de Conservación e Investigación de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, informó que además de su antigüedad, el altar sobresale “por su riqueza ornamental, que consiste en corladuras de plata con pigmentación roja, amarilla y verde que le da un brillo homogéneo y singular”.
La restauradora detalló que esta técnica fue un recurso decorativo común en la Nueva España durante el siglo XVI. “Hasta el momento no la habíamos encontrado en tal magnitud, es decir, decorando toda la pieza, sólo como parte de algunos detalles, como es el caso del retablo de Huejotzingo, en Puebla, también del siglo XVI”.
Previo a la restauración de la pieza, refirió, se hicieron estudios de la estructura del retablo, con el objetivo de saber el tipo de madera con que fue elaborado, conocer su policromía original y determinar si presentaba debilitamiento por ataque de termitas.
Asimismo, a los lienzos se les hicieron análisis de rayos X para obtener información precisa sobre las capas pictóricas; estudios de luces para visualizar las variaciones de barnices y repintes, y muestras estratigráficas que permitieron especificar los elementos constitutivos de los pigmentos, la densidad del tejido y el tipo de tela.
“En el caso de las 18 pinturas de caballete se encontró que una de ellas no fue hecha por Villalpando, pues la manufactura y antigüedad no corresponden a la época en que él produjo sus obras; se trata del cuadro “Los Desposorios”, fechado para finales del siglo XVIII”, comentó.
Según informó la experta del INAH, también se encontraron algunos repintes poco afortunados, consecuencia de por lo menos dos intervenciones anteriores.
“Debido a que las obras pictóricas tienen pérdida de los fondos se decidió respetar los repintes hechos en el siglo XIX; además se les dio estabilidad estructural, una limpieza detallada y una ligera reintegración de color”, apuntó Velázquez de León Collins.
Es de mencionar que la inversión hecha por el INAH para los trabajos de conservación del altar, que mide 14 metros de altura y 10.5 de ancho, fue de 2 millones 240 mil pesos.
QMX/ntx/oab