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Seguridad y Defensa
La militarización de EE. UU.
Como guardianes autodesignados del orden mundial, los EE. UU. parecen tener una estructura social débil y un Estado militar fuerte. La invasión de unos vándalos a las instalaciones del Capitolio en Washington D.C. cimbró las certezas, provocó gritos de golpe de Estado y fuerzas militares invadieron alrededores, estacionamientos, pasillos y oficinas de la sede del poder legislativo del país más poderoso del mundo.
Pero otro dato no debe pasar de lado: la disputa civiles-militares por el control de la estructura militar de los EE. UU., por el Pentágono como la Casa de la Guerra y símbolo del poder mundial y por las líneas estratégicas de la política militar del imperio. Hasta ahora, el Pentágono ha tenido tres titulares con formación y jerarquía militar: el general George Marshall de 1950-1951 con el presidente Truman, el general James Mattis de los Marines con Trump y ahora el general recién retirado Lloyd Austin con Biden.
Por razones de equilibrio, los presidentes operaban con un secretario de Defensa de origen civil, con participación directa de los jefes de los estados mayores conjuntos de las fuerzas militares con mandos superiores: el ejército, la armada, la fuerza aérea, el cuerpo de marines, la fuerza espacial y la guardia costera. Pero los civiles de poco ayudaron: en 1962 el civil Robert McNamara se opuso a la sugerencia militar de al usar misiles contra Cuba por las armas soviéticas apuntando a territorio estadunidense, pero en 1968 fue el promotor de los bombardeos secretos sobre población civil en Camboya y Vietnam y del envío de más de 500 mil soldados para luchar contra las fuerzas comunistas del Vietcong.
El presidente Trump dio el paso audaz de designar a un general de los Marines, el cuerpo especializado en operaciones rápidas, como secretario de Defensa, pero con la decisión presidencial de desmilitarizar las zonas de conflicto árabes y disminuir el poder militar estadunidense en la OTAN. El general Mattis no pudo entenderse con el presidente y en diciembre de 2018 presentó su renuncia por la decisión del presidente de retirar fuerzas de Siria. Al final, la estrategia de Trump pudo disminuir a su mínima expresión al Estado terrorista Islámico.
En su comparecencia en el Senado, un día antes de la toma de posesión de Biden, Austin pidió permiso especial para cargos civiles gubernamentales porque la ley prohíbe exmandos con menos de siete años de retiro. En su argumentación, Austin hizo una defensa directa del enfoque civil de la dependencia y afirmó que, a pesar de ser militar, sería un “secretario civil” de Defensa.
Aunque pudiera no haber ninguna relación entre las presencias militares en el Capitolio del 6 al 20 de enero para resguardar las instalaciones para la toma de posesión de Biden, de todos modos, fue muy significativa la visibilidad de uniformes militares de la Guardia Nacional y de cuerpos especializados para evitar la irrupción violenta de grupos azuzados por Trump.
El dato mayor que ofrece la designación y aprobación senatorial del general (r) Austin indica el regreso de los enfoques militares a la Casa de la Guerra Militar del Pentágono, ya sin los equilibrios civiles. Uno de los avances no reconocidos a Trump fue la desmilitarización de la política exterior, el regreso de tropas en Afganistán Irak y la disminución de gasto militar estadunidense en la OTAN. Hoy los EE. UU. reinstalan el control total del poder militar mundial.
Ley de la Omertá
A la salida del embajador Christopher Landau de representante diplomático de la Casa Blanca y la llegada de un nuevo embajador de Biden, vale el interés por leer o releer uno de los libros de cabecera de todo interesado en las relaciones México-EE. UU. Se trata de libro Así nos ven, de la periodista Dolia Estévez (Temas de Hoy, editorial Planeta, 2019), con entrevistas con once embajadores estadunidenses de Patrick Lucy (James Carter) a Roberta Jacobson (Barack Obama).
Los diplomáticos hablaron con sinceridad, aunque sin llegar a delaciones de secretos; sin embargo, sí revelaron relaciones incomodas con los presidentes mexicanos y sobre todo reconfirmaron las estimaciones de que los embajadores cumplen una función de observación y funcionamiento político en México. Interesante la entrevista con Carlos Pascual, embajador de Obama de 2009 a 2011, porque las revelaciones de Wikileaks mostraron varios de sus cables analizando de manera crítica al gobierno del presidente Calderón y México pidió su salida; y Obama, para no entrar en enredos, lo sustituyó por Anthony Wayne.
La lectura de libro de Dolia lleva a plantear la necesidad de exigir libros más a fondo sobre el papel del embajador Henry Lane Wilson en 1913 en el cuartelazo de Huerta contra Madero.
Zona Zero
· Salieron la semana pasada tres reportes de seguridad: el informe mensual del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el informe del gabinete de seguridad y la encuesta de expectativas de seguridad del INEGI. Y todas muestran un aplanamiento –ahí sí– de la curva de delincuencia, pero con el dato mayor del estancamiento de los homicidios dolosos, con excepción de la violencia caliente en Guanajuato por la guerra del Cártel del Marro con el Cártel Jalisco Nueva Generación.
· Aunque pueda sonar poco sensible, los homicidios dolosos afectan en más del 90% a los mismos delincuentes, porque son parte de la guerra por el control de las plazas criminales. La población civil se ha ido alejando de las zonas calientes como bares y calles controladas por el crimen organizado.
· La encuesta del INEGI, por cierto, revela que la confianza social en las policías estatales y municipales es muy baja y casi de la mitad de las fuerzas federales. Ahí está un punto rojo que las autoridades no han podido corregir, a pesar de programas y compromisos abiertos. Gobernadores y alcaldes siguen debiéndole a la ciudadanía una policía local más eficaz.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico.
@carlosramirezh