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No reelección cambia escenario estratégico de AMLO, 2024 y 4-T
Por: Carlos Ramírez
El compromiso de no reelección presidencial firmado ante notario si bien no es definitivo porque en política no hay nada fijo, de todos modos cambia el escenario estratégico del presidente López Obrador, de su proyecto sexenal, de su reforma conocida como Cuarta Transformación, desde luego formalizó el inicio del proceso de sucesión presidencial del 2024 y acortó los tiempos de ejercicio real del poder.
Pero lo más importante radica en el hecho de que el escenario de juego político del poder no será otro que el del viejo sistema/régimen/Estado priísta. Y en este contexto, el principal problema de la administración del poder por el presidente de la república radicará en que el espacio de solución de problemas antes estaba en el PRI y en el Estado y ahora se ha concentrado en los estrechos márgenes de maniobra del ejecutivo unitario donde todo se debate, se jalonea, se concluye y no siempre se obedece.
En este sentido, el factor sucesorio va a ser a favor de quien garantice un presidencialismo súper fuerte al estilo López Obrador.
En realidad no existían condiciones para prometer desde ahora que no habría reelección del presidente de los Estados Unidos Mexicanos, salvo modificación constitucional de por medio o el cambio de nombre a República de México. El poder de los presidentes al arranque de su sexenio se basa en el hecho de que tiene todo el poder para administrar el proceso de sucesión presidencial siguiente, porque en la tradición priísta vigente todo presidente comienza a perder fuerza justo cuando se toma la fotografía con el gabinete entrante: ahí podría estar su sucesor.
Ahora mismo en medios se debate ya la primera lista de posibles sucesores de López Obrador, azuzados por la decisión de anunciar desde ahora que no habrá reelección presidencial. Son las horas de las lealtades falsas, de los compromisos no cumplibles, de las sumisiones engañosas. El ideal de López Obrador seria encontrar un sucesor a imagen y semejanza que se comprometa a mantener el rumbo de la 4T, pero no olvidemos que Luis Donaldo Colosio fue un invento político de Carlos Salinas de Gortari y a la hora del poder tuvo que alejarse de su mentor.
En los tiempos políticos del vigente viejo régimen –cuando menos en los protocolos del poder–, todo presidente tiene cuatro años de ejercicio del poder, los cuatro primeros; después de las elecciones legislativas de mediados de sexenio comienzan a decantarse las trincheras sucesorias; el cuarto año es para la consolidación de proyectos y el quinto año comienzan los jaloneos por la candidatura.
El proyecto lopezobradorista de gobierno necesitaría cuando menos tres sexenios para consolidarse. Sin embargo, las tensiones y contradicciones probablemente no alcancen siquiera a fijarse en las estructuras del poder en los primeros cuatro años de gobierno actual, menos suponer que habría una continuidad sin sobresaltos.
En la real politik, ninguno de los apuntados en la primera lista sucesoria tiene la fuerza, el liderazgo y el ímpetu para continuar las reformas de la 4T. Al final de cuentas, la historia política del sistema ha demostrado que las reformas son sexenales, reflejo de la personalidad de los presidentes y sus objetivos no han podido extenderse con otro presidente, a pesar de que el sucesor pudiera haber salido de la entraña misma del presidente en turno.
La firma de una carta notariada del actual presidente de la república para comprometerse a que no se va a reelegir para uno o dos periodos más era innecesaria, la propia opinión pública no había llevado el tema a la agenda prioritaria y sus mensajes subyacentes habrían de restarle fuerza a las reformas de la 4T. Sin embargo, todo en López Obrador es un juego político, de poder y de liderazgo. Por lo pronto, quitó el tema de la reelección de la agenda de cambio de diputados en el 2021, porque había ya indicios de que el tema hubiera podido acotar los espacios de maniobra de los candidatos de Morena. Asimismo, también le disminuyó explosividad al tema de la revocación de mandato que se estaba perfilando en el debate social como parte de las inquietudes reeleccionistas.
De modo natural, el tema de la reelección regresará después de las elecciones legislativas del 2021 y en función del saldo electoral de Morena, que hoy tiene el 53% de la bancada, su meta sería el 60% que pone como línea roja la Constitución y de la capacidad de Morena de impulsar pequeños partidos-rémora para construir la mayoría absoluta de 67% para cambiar la Constitución.
Lo único claro es que el proyecto de reformas de la 4T necesita de más de un sexenio y que el sucesor –de mantenerse la no reelección– no sólo prometa mantener la continuidad, sino que la garantice. Al final de cuentas, la 4T es un proyecto exclusivo de López Obrador y por eso ha llevado a la centralización absoluta del poder. Y que hasta ahora ninguno de los precandidatos garantiza esa continuidad.
Política para dummies: La política es el territorio de las oportunidades y las ilusiones perdidas.