Abanico
¿Cuántas veces debe tomar posesión Enrique Peña Nieto como jefe nato de las Fuerzas Armadas, en su calidad de Presidente de la República? Una vez, pienso yo, sería más que suficiente. Luego, entonces, ¿por qué la insistencia de los señores secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina Armada por reiterarle una y otra y otra vez el mando?
Constitucionalmente –fracciones de la IV a la VIII del Artículo 89–, el Jefe del Poder Ejecutivo se convierte, en automático, en el Jefe de las Fuerzas Armadas al momento mismo de tomar posesión en la ceremonia que, al efecto, se organiza en el Congreso de la Unión.
No obstante, cosas de los panistas en la intrincada y aún dudosa sucesión presidencial del 2006, por ahí se sacaron de la manga una ceremonia castrense en todos sentidos madrugadora –justo a las 00:00 horas del primer día de diciembre–, en la que Vicente Fox se despojó de la banda presidencial y, así, entregó el poder a Felipe Calderón, rodeado de cadetes del Heroico Colegio Militar y de los funcionarios que, en ese mismo momento, se harían cargo no sólo de la Defensa y de la Armada, también de Gobernación y de la, por fortuna, ya “desaparecidita” Seguridad Pública. Tal sucedió en Los Pinos.
Aconteció igual este 2012, sólo que ahora en Palacio Nacional. El señor Peña Nieto tomó posesión, en otra ceremonia predominantemente militar, la madrugada del día 1 de diciembre, justo cuando Calderón le hizo entrega de insignia y banderas –no la banda presidencial– con lo que se daba extraoficialmente por transmitido el poder, lo que se formalizaría a la mañana siguiente en el Palacio de San Lázaro. Desde ese momento, pues, el ahora Presidente Constitucional era ya jefe de las Fuerzas Armadas, ¿no es así?
Pero hete aquí que en este mes donde predominan los eventos en los que, en su honor y para su gloria, participan las Fuerzas Armadas, fueron ahora los señores secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina Armada, general Salvador Cienfuegos y almirante Francisco Soberón, quienes también se sacaron de la manga lo que en algunos medios se ha llamado “evento inédito” para entregar al inquilino de Los Pinos, respectivamente, la espada al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas que representa la sabiduría y el liderazgo en el ejercicio del mando, cual dijo el general de cuatro estrellas, y el sable, que según mencionó el almirante también de cuatro estrellas, simboliza el temple y la serenidad con los cuales los marinos enfrentan la adversidad.
¿Cuántas veces más van a nombrar a Peña Nieto Jefe y Comandante Supremo? ¿Cuántas otras ceremonias “inéditas” vamos a presenciar a lo largo del sexenio?
MANDO CIVIL ÚNICO
Lo “inédito”, reitero, de estos ceremoniales mueve a la suspicacia. ¿Será que en México puede prosperar en estos años alguna iniciativa que unifique a la Defensa y Fuerza Aérea con la Armada y, además, las ponga bajo el mando de un civil, como existe en otras democracias? ¿Será que estos eventos “inusitados” son cual una suerte de “sablazo”, con el que se lisonjea al Comandante Supremo para que tal no prospere?
Ya a finales de noviembre del año anterior se sumó a otras similares una iniciativa de reformas a los artículos 11 y 16 de la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, y el 5 de la Ley Orgánica de la Armada de México, para que el secretario de la Defensa Nacional sea un civil y tenga bajo su mando al Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada. La presentó ante el pleno senatorial la campechana Layda Sansores San Román.
Divulgado en su momento el borrador de dicha iniciativa en la revista Contralínea del colega Miguel Badillo, en él se lee que “ante una crisis de seguridad, como nunca se había conocido en la historia reciente de México –los seis años del fatídico calderonato–, preocupa el peligro que este hecho encierra para establecer la supremacía civil”. Indica, asimismo, que “en una democracia el poder militar debe estar subordinado a la autoridad civil”.
El documento señala que “en la medida en que se acepte la intromisión de los militares en asuntos que no son de su incumbencia profesional se estará erosionando la legitimidad política y la acción de gobierno”.
Agrega que el secretario de la Defensa constituye un vínculo entre las Fuerzas Armadas y la administración pública, y en especial con la nación. Por ello, su condición de civil le permitirá apreciar, “serena e imparcialmente”, las necesidades militares. “Colocado por encima de todos los jefes militares, estará singularmente situado para regular el equilibrio entre la política y la fuerza, buscando al mismo tiempo reprimir el exceso militar y restringir la imprudencia política”.
Espada y “sablazo” para el señor Peña. Reiteración y reiteración de que él es el Jefe Supremo de soldados y marinos. ¿Para que no prospere ninguna iniciativa semejante a la descrita?
Índice Flamígero: Nuevamente se puso de manifiesto la “eficacia política” y “lo buen operador” que es Emilio Gamboa Patrón. Los panistas se le subieron a las barbas e impidieron que el Presidente Peña Nieto usara la tribuna del Senado –otro acto que entraría a la categoría de lo “inédito”–, cual originalmente se tenía previsto en la ceremonia legislativa para conmemorar el primer centenario del Ejército Nacional Mexicano. ¿Cuántas más le van a tolerar los peñistas? ¿De verdad no encuentran con quien sustituirlo en el liderazgo de la bancada tricolor?
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