Teléfono rojo/José Ureña
Over my dead body, habría dicho literalmente la ex primera dama estadounidense, quien muy seguramente intervino y discutió aquél préstamo por 30 mil millones de pesos que la Administración de su esposo William hiciera al gobierno de Ernesto Zedillo, tras “el error de diciembre” de 1994. Un préstamo que, años más tardes, en sus Memorias, el ya para entonces ex inquilino de la Casa Blanca presumió que le había dejado grandes ganancias a la tesorería gubernamental del país vecino del norte.
¿Va a ganar el PRI las elecciones presidenciales sobre el cadáver de Hillary? ¿O fue aquella una respuesta con la que la número tres de la Administración Obama invitaba a los priístas a negociar?
Porque poco después, Clinton empleó la “operación cicatriz” –justo después de que a mediados de junio estuviera por Washington el senador Manlio Fabio Beltrones–, y a través de su subsecretario para Asuntos de América Latina, Arturo Valenzuela, dijera, palabras más, palabras menos, que “el PRI ha pasado por un proceso de transformación, vive una renovación interna.”
No obstante, las palabras laudatorias no corresponden a los hechos.
Ha sido desde Estados Unidos que la ofensiva en contra del PRI se ha dado con mayor intensidad.
Para empezar, es en territorio estadounidense que se fraguaron y dieron a conocer cuando menos un par de escándalos que, indudablemente, han golpeado por debajo de la línea de flotación al partido que otra vez se ostentaba como inevitablemente invencible.
El primero de ambos fue en contra de los ex goberndores priístas tamaulipecos Cavazos, Yarrington y Hernández a quienes se quiere hace aparecer –aún no hay acusaciones formales– cual personeros de los cárteles que operan en la entidad fronteriza, a partir de la delación de Antonio Peña Argüelles, en San Antonio, a quien se incriminó por sus relaciones con Los Zetas. Muy probablemente, también, haya influido en estos señalamientos contra los tres distinguidos militantes del tricolor, el acuerdo extrajudicial que terminó por reducir a sólo 25 años –de los cuales ya lleva purgados más de la tercera parte– y a una multa de 50 millones de dólares del extraditado Osiel Cárdenas Guillén, preso ahora en una cárcel de mediana seguridad de Atlanta.
De Estados Unidos, también, llegó la semana anterior el anuncio de una denuncia penal –que además investiga la DEA– interpuesta en una Corte de California por el empresario José Luis Ponce de Aquino, por fraude e incumplimiento de contrato contra un grupo de empresarios y cuatro colaboradores directos del candidato presidencial priísta Enrique Peña Nieto: Luis Videgaray, coordinador de la campaña; Erwin Lino, secretario particular de Peña; y los encargados del área de prensa de Peña y del PRI David López y Roberto Calleja, respectivamente.
En la demanda con número EDCV12-920 VAP DTBx interpuesta en la Corte Central de California, en Riverside, se habla de que el radiodifusor propietario de la cadena Frontera Television Network, fue engañado por tales individuos con quienes firmó un contrato que no se cumplió, pero que sí fue empleado para obtener “56 millones de dólares de procedencia desconocida”, por lo cual dio aviso a la DEA.
De Estados Unidos, pues, han llegado esos dos misiles.
Más allá de la política injerencista de Washington vale discutir, pragmáticamente, si la señora Clinton está dispuesta a convertirse en cadáver, en caso de que la Presidencia de México la ganara el PRI.
O si está haciendo ella, desde el Departamento de Estado, todo lo que está a su alcance –que no es poco–, para evitar su regreso.
Por lo pronto ya van dos.
Y se está a la espera de una tercera, ¿definitiva?
Índice Flamígero: “Calderón es un desastre”, dijo a los periodistas el productor hollywoodense Oliver Stone. “Es el equivalente a (el ex presidente estadounidense) George W. Bush”. Hizo vivir “una pesadilla a México al declararle la guerra” a los cárteles tras asumir el gobierno, en el 2006. Desde entonces, el país “ha pasado de tener cuatro cárteles a siete, y sufre más violencia. Es como una guerra civil. Es una vergüenza”. + + + Y para que ese desastre llegue a su fin ya sólo faltan 165 días.