Abanico
Ahora resulta que, además de todo, el mal recordado Felipe Calderón dejó las cajas del erario vacías. “No hay dinero”, nos dijo ayer un reconocido fiscalista a quien, en una breve charla de pasillo, le preguntamos un amigo y este escribidor su opinión en torno a la ausencia de gasto e inversión pública, cuando ya ha transcurrido más de un cuatrimestre del año fiscal.
Y para ejemplificar su aserto, agregó: “Nada más hay que ver la bronca en la que se metieron con el (nuevo) escándalo de la condonación de multas y recargos, con el descuento de hasta el diez por ciento a los créditos fiscales, particularmente con el caso Televisa, y sólo para recaudar algo así como 11 mil millones de pesos… claro, que 11 mil millones no son una cantidad despreciable”.
– El clásico “de lo perdido, lo que aparezca” –añadió.
– ¿Y cómo ves, cómo viene la reforma fiscal?
– Recaudatoria –respondió–. Sólo para cobrar más impuestos. Se van a meter (los funcionarios del gobierno, los legisladores) en una bronca de dimensiones apocalípticas con el IVA a medicinas y alimentos y sólo para recaudar algo así como 3 puntos del PIB…
– Y eso ¿a cuánto equivale? ¿300 mil millones de pesos? –le inquirimos.
– Mmmm. Algo así –contestó tras hacer un rápido cálculo mental.
Y tras intercambiar compromisos de reunirnos pronto, nos despedimos con un mal sabor de boca por la información recibida.
No hay dinero en las arcas públicas, pues. De nada sirve que haya genios al cargo de las finanzas del país, si no tienen margen alguno de maniobra, si no tienen dinero.
Y lo peor es que el gasto público crece y crece.
Tan sólo en estos primeros meses de nuevo gobierno, ya se han creado cuando menos cuatro nuevas y, por supuesto, costosas estructuras burocráticas que dizque dotadas de autonomía y bla, bla, bla.
Gasta la Administración mucho dinero. Cada vez más.
Y para hacer frente a sus muchos y muchos gastos, deja de invertir y, claro, hurga todavía más en los bolsillos de los contribuyentes.
Así, el real problema no es la baja captación fiscal, sino el desmedido y prácticamente desenfrenado gasto gubernamental.
INGRESOS = EGRESOS
Felipe Calderón despilfarró el dinero de los contribuyentes. Hizo crecer desproporcionadamente las nóminas gubernamentales, creando puestos de altos burócratas que, sin función, se dedicaron a medrar y a llevarse lo que podían. La inversión decreció. Presumía, por ejemplo, la construcción de más y más carreteras… pero lo que no decía es que éstas fueron concesionadas a empresas privadas, en su mayoría españolas.
Y el erario se diluyó en pago de comidas, de facturas de telefonía celular, viáticos y un sinfín de prestaciones para los amigos de quien en ese momento ocupaba Los Pinos.
Hoy hay que abordar el tema con seriedad.
La reforma fiscal en ciernes no debe restringirse nada más en sacar más dinero del ya muy adelgazado bolsillo de los contribuyentes, sino también cambios profundos en los esquemas del gasto público.
Dicen los especialistas, además, que la experiencia de gasto público en el país es poco exitosa, habida cuenta de que al analizar su aplicación en las últimas décadas y sin ser muy diferente al de otros países con desarrollo similar, los resultados son menos favorables.
Con los actuales esquemas de gasto público, lo peor, no sólo no ha favorecido sino que, por el contrario, ha inducido una menor responsabilidad fiscal –accountability, le llaman los sajones– del gasto público
Así, el problema reside no sólo en la necesidad de incrementar significativamente la recaudación no petrolera sino también se requiere una reingeniería del gasto público que, entre otras cosas, pase por una reforma del esquema actual de relaciones fiscales intergubernamentales, modificándolo para transferir a los gobiernos estatales y municipales una mayor participación activa, si bien parcial, en la recaudación de ingresos propios.
Hoy, en el gobierno federal subsisten programas regresivos y la mayor
parte del gasto público no es suficientemente progresivo, los impuestos tampoco son progresivos, la desigualdad de oportunidades no se ha eliminado y la política pública sólo ha contribuido a la generación de monopolios que han alimentado una fuerte concentración de riqueza y, por consiguiente, una inmensa cantidad de pobres, la mayoría de los habitantes del país.
Las arcas están vacías… Así las dejó el mal recordado Calderón.
Índice Flamígero: La muy aplaudida reforma financiera –no confundir con la fiscal– podría tener un impacto de hasta medio punto –50 mil millones de pesos– en el crecimiento del PIB, pero sólo hasta dos o tres años después de que sea aprobada por las cámaras legislativas, expuso el Banco de México.
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QMX/fr