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BOGOTÁ, 29 septiembre (Quadratín México).- Oslo y La Habana testimoniarán un nuevo intento de diálogo entre el gobierno colombiano y las FARC, que busca concretar un sueño de paz que data de 1948, cuando fue invocado por el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, dos meses antes de su asesinato.
Colombia nació y creció en medio de procesos de violencia, por lo cual una mirada retrospectiva se hace necesaria si se pretende comprender el conflicto interno de este país andino, y los diálogos de paz que arrancan el próximo 8 de octubre en Oslo.
Los actores del conflicto en Colombia no surgen de la nada, sino que, más bien, son parte de un proceso de búsqueda de identidad y construcción nacional que se ha degradado y perdido en el mar de su propia sangre.
Quizá la guerra de Colombia, que para muchos tiene que ver con la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y los organismos de seguridad, oscurece un panorama más amplio, donde la pobreza, la desigualdad y la injusticia son marco obligado para su comprensión.
El siglo XX en Colombia nace con La Guerra de los Mil Días (1898 -1901), en la que los jerarcas de los partidos Liberal y Conservador llevaron a la guerra a labriegos en un fratricida encuentro por el poder de una nación aún no formada como Estado.
Esta guerra marcó el destino de la nación colombiana durante los 100 años que le seguirían, pues los vanos intentos de modernización hechos por mandatarios como Alfonso López (1934–1938), fueron absorbidos por la lentitud de la evolución social de Colombia.
Para los historiadores, el propio López terminó echando para atrás sus reformas, fundamentalmente la agraria, durante su segundo mandato, pues “el poder de las oligarquías locales sustentado en el gran dominio terrateniente frustró la era del cambio”.
El problema de tierra es el más agudo de esta nación andina: la lucha entre minifundio y latifundio es una constante histórica que hace repetir a cada gobierno la propuesta de una reforma agraria y por ello el tema es el primero de la agenda en Oslo y La Habana.
Pero el capítulo más negro del conflicto interno colombiano se inició al terminar la década de los años 40, cuando los enfrentamientos entre liberales y conservadores desembocaron en un magnicidio que obstruyó toda esperanza de pacificación en este país.
El 9 de abril de 1948 fue asesinado a la salida de su oficina el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien se había convertido en el más firme aspirante a la Presidencia en las elecciones de 1950, aparentemente por un solitario pistolero llamado Juan Roa Sierra.
Ese 9 de abril se convirtió en el día más trágico para los colombianos, quienes empezaron a vivir el espiral de la violencia política que ha dejado millares de muertos y millones de personas desplazadas y despojadas de sus tierras.
Ese viernes Bogotá terminó incendiada, Roa brutalmente asesinado, y el país quedó sumido en el caos de la violencia bipartidista que cobraría más de 300 mil vidas en la década siguiente.
Y paradójicamente había sido Gaitán quien, dos meses antes de su asesinato en el centro de Bogotá, lanzaba, el 7 de febrero de 1948, una plegaria por la paz de Colombia, en medio de la confrontación política entre Conservadores y Liberales.
“Queremos la defensa de la vida humana, que es lo menos que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia”, dijo ante una multitud que lo ovacionaba.
“Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio”, una reflexión que cobra vigencia en medio de la gran expectativa que ha generado el nuevo intento de paz en Colombia.
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