Localizan con vida a empresario secuestrado en Pátzcuaro
CIUDAD DE MÉXICO (Al Momento).- La vida en la cárcel es difícil, infame y muy peligrosa. Si uno es metido en un penal siendo inocente, las cosas son aún peores, simplemente es injusto.
Pero si uno va a la prisión luego de ser perseguido, hostigado, secuestrado, torturado, no hay manera de imaginarse el sufrimiento, el dolor, la tristeza, impotencia… es decir, un mundo surreal, un infierno sobre la tierra… la peor pesadilla… es un trauma horrible que te arruina el resto de tu vida.
A quién le importa… a nadie. Y el daño que causan, tampoco le interesa a prácticamente nadie… El tiempo que una víctima toma en empezar a superar el sueño de terror que dura años resulta incalculable, según los expertos en psicología.
Si la víctima tiene suerte y es absuelta, porque de entrada es inocente, le espera otra via crucis. Le esperan minutos, horas, días, semanas, meses, años de frustración, más injusticias, más arbitrariedades, desesperación, sentimientos de culpabilidad, momentos de irritabilidad, horas de furia incontrolable, inefable. Ganas de morir, de suicidarse, según describieron a Al Momento varios expertos como Mario Carranza, Aída Chávez y Jorge Peña, especialistas en la aplicación del Protocolo de Estambul.
“No hay palabras que describan el dolor y tremenda ansiedad y profunda depresión. Si la víctima la libra, lo hace para seguir sufriendo y de paso hace sufrir a todos los que le rodean, por lo que los especialistas recomiendan que estas personas sean sometidas a profundo tratamiento psicológico y en muchos casos medicamentos”, manifestó Carranza, con doctorado en psicólogía de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Manuel “El Mayo” Carrillo, víctima de tortura y encarcelado en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Culiacán describe su experiencia personal: “Es una crisis tan vertiginosa que a nadie, pero a nadie se la desearía. De hecho, es preferible la muerte y de momento uno le exige a sus torturadores la muerte”.
“Y recuerdo con claridad y exactitud un momento durante la tortura de la cual era víctima que le grité a los malditos que me golpeaban y tormentaban que me mataran”, agregó. “Me amenazaron con torturar a mi familia delante de mí y les dije ‘si de veras tienen huevos métanlos a todos aquí y mátenos a todos de una vez’”.
“Todo era nebuloso… yo me sentía como un fantasma… Yo ya no era yo. Me habían reducido a animal. Me humillaban, pateaban, golpeaban, gritaban, ahogaban, atormentaban, amenazaban. Yo ya no tenía uso de razón”, continuó.
“Y por un momento me salí de mi cuerpo y desde fuera me miraba tirado, amarrado de las extremidadades, arqueado para atrás y encapuchado. Desde arriba y como a través de una pantalla borrosa miraba a aquellos sádicos elementos abusar de una persona reducida a nada. Cobardemente. Con sonrisas diabólicas y tremenda falta de respeto a la vida, al prójimo”, agregó.
Al Momento pudo hablar con varias víctimas de tortura comprobadas mediante una investigación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Sinaloa y otro caso más con intervención del Frente Cívico Sinaloense de la política local Mercedes Murillo.
Otra víctima quien prefirió el anonimato y se identificó sólo como “El Periodista” describió su pesadilla: “Cuando finalmente se cansaron de golpearme, decidieron que me acusarían de homicidio y ya dentro de la cárcel lo que se fuera acumulando. Terminé siendo acusado de tres homicidios calificados, dos de ellos fueron desechados de inmediato. Dos intentos de homicidios, amenazas de muerte, allanamiento y destrucción de propiedad ajena, delitos contra la salud y portación de arma exclusiva del ejército”.
El Periodista platicó que un colega, Oscar Rivera Insunza, vocero del gobierno de Jesús Aguilar Padilla, le visitó un día en su imprenta en Culiacán y le dijo: “Como amigo vengo a decirte que hay una conspiración en tu contra. Viene de fuera, pero aquí la encabeza Juan Millán, quien se sabe ha matado a gente que se le mete en el camino, por lo que te recomiendo que te vayas”.
Rivera Inzunza fue asesinado el 5 de septiembre de 2007, frente al Palacio de Gobierno Estatal en Culiacán y Juan Ramón Araujo Chávez, entonces jefe de Anticorrupción gubernamental, le aseguró a El Periodista que fue el mismo gobierno quien mató a Óscar, entre otras razones por avisarle de la conspiración.
“Araujo Chávez me visitó en la cárcel debido a una denuncia que yo hice por corrupción carcelaria y por actos en mi contra. Mencioné como testigo a Rivera Inzunza y dos semanas después lo mataron. Yo vi un retrato hablado de uno de los sicarios y era exactamente uno de los que me torturó a mí”, aseguró El Periodista.
“En cuanto a mi caso, todas las acusaciones eran falsas. Todos los testigos y evidencias, fabricados o plantados. Pero uno está adentro y a nadie le importa. Nadie te cree. El que sabe que te están jodiendo, no quiere ni meterse por temor a que le hagan lo mismo y allí está el ejemplo de lo que le pasó a Óscar”, dijo.
A este caso específico le dieron cobertura los periodistas Javier Valdés, corresponsal de La Jornada y editor de Río Doce; Andrés Villarreal, conductor y editor de Televisión del Pacífico Canal Tres; y Oscar Sánchez, ex jefe de la Policiaca del periódico El Noroeste de Sinaloa.
Entrevistados los tres periodistas, coincidieron en decir que sabían que lo que le hicieron a “El Periodista” era injusto. Fue una agresión excesiva, exagerada, nunca antes visto en contra de la libertad de expresión, agregaron.
Cuando llegaron a la cárcel
La pesadilla no terminó con la tortura.
“Nadie, pero nadie necesita vivir lo que viven las víctimas de tortura ni necesitan seguir bajo las secuelas que resentirán el resto de sus vidas”, dijo Carranza.
“Todo lo recuerdo como un día de espesa neblina. Es decir, son pocas las cosas que hoy veo con claridad. Pero lo primero es el sentimiento tan conflictivo de librar la tortura, pero llegar a la cárcel. Caray, como que sigue el tormento”, dijo Carrillo.
“Llegué a barandilla para ser introducido con los celadores y recibir las advertencias. Pero lo que más recuerdo y con suma claridad es lo que un conocido defensor de oficio federal me dijo: ‘Bienvenido al paraíso’”, recordó.
“‘Estás loco’, le dije yo. ‘¿cómo que el paraíso?’”, relató.
El Mayo asegura que el defensor público federal le explicó que “aquí hay todas las drogas, alcohol, viejas, comida, techo sobre tu cabeza y no tienes que trabajar”.
Las drogas
En efecto, la venta de drogas existe y está bien organizada.
“Lógicamente, está controlada la venta por las autoridades carcelarias. Yo te puedo hablar con toda certeza de cómo se manejó esta situación entre el 2005 hasta por allí del 2010. El director del Cereso de Culiacán daba las instrucciones y seleccionaba a los internos que manejarían el negocio al interior”, dijo El Periodista.
El caso, según él, es que la cárcel estaba dividida en tres grandes grupos, quienes a su vez controlaban la venta en unos siete módulos cada uno.
La distribución era en horas de la noche. Se reunían los principales en comandancia donde recibían entregaban ganancias y recibían más droga. En cada módulo se nombraba a un presidente que era el encargado de vender. La instrucción era no vender fuera del módulo y solamente vender lo que las autoridades les entregaban. El que fuera sorprendido vendiendo producto ajeno a este procedimiento, era sancionado y en ocasiones graves, abatido.
Normalmente, se podía conseguir Rivotril a 25 pesos. Esta pastilla se está poniendo de moda en todos los círculos y se considera mejor que el Valium. Es clenozepam que te controla la ansiedad, te relaja y te ayuda a alcanzar un sueño profundo y luego no tiene cruda ni “malilla”.
Es una droga “sin palabras” como dicen en la cárcel cuando algo no necesita explicación de los supuestamente bueno que es. La marihuana se vendía por porción de gramo a 10 pesos, suficiente para un cigarro. La cocaína se vendía a 50 y 100, medio y gramo, respectivamente.
Si el consenso así lo decidía, también se vendía hielo o cristal en dosis de 100 pesos lo menos. Para los adictos a la aguja, se vendía muy discretamente heroína, pero realmente nada más para controlar a los más adictos. La cerveza costaba 25 pesos el bote o 120 el seis. Una botella oscilaba entre 500 a mil pesos. Una prostituta costaba mil pesos. Permiso para meter banda musical, cinco mil pesos.
El caso es que todo se vende y todo se compra, porque también podía comprar uno televisiones, juegos de video, estéreos, ropa, calzado, comida a la carta, mariscos, muebles, cuadros, tarjetas telcel, el periódico, artículos deportivos y materiales de construcción, entre muchas otras cosas.
Armas y violencia
Pero en la cárcel también hay armas, violencia y muerte. También los minutos parecen horas, y las horas semanas, y las semanas años. Si no tienes dinero, vivirás hacinado. Si no te sabes adaptar, te joderán sin duda. Te golpearán. Si nadie te viene a visitar, morirás de tristeza y olvidado.
“A la celda de ingresos, cabrón”, es el grito que devuelve a una cruda realidad y cuando uno ve al interior de la jaula que vivirá durante las siguientes dos semanas, uno siente que se desmaya, siente que nada nunca volverá ser como antes.
Son unos 40 sujetos. Algunos con la mirada de lamentación, otros con resignación, pero la mayoría con un gran sentido de incertidumbre, incomodidad. Algunos golpeados, otros enojados, unos cuantos más aún crudos y también dos que tres drogados.
En la jungla de la cárcel el instinto de sobrevivencia es esencial, pero también el dinero es importante para vivir con mayor tranquilidad.
“Empiezas a observar y si tienes instinto de sobrevivencia, te das cuenta quienes son los que mandan allí”, precisa El Periodista y recuerda cuando él estuvo en la cárcel antes de salir absuelto: “Sí, eran tres sujetos. Dos hermanos y un primo. Ellos fueron puestos en la celda de forma permanente porque en la población general nunca supieron convivir con nadie y apuñalaron a varios. Aquí los tienen abusando de todos los nuevos. Controlando. Tienen condenas de 30 a 40 años por un multihomicidio en el poblado donde vivían. Los tres habían matado a nueve personas a palos y machetazos por rencillas familiares”.
“Lo primero que hay que entender es que el dinero habla y te compra tranquilidad y protección. Si lo sabes administrar y no te dejas intimidar, te rinde más”, señala El Mayo, quien todavía purga condena por delitos contra la salud. “De repente, también adquieres un poco de poder, de control. Las drogas son Rey, las autoridades, sus súbditos, y los reos drogadictos, sus esclavos”.
El pecado de El Mayo fue ser amigo desde la infancia de Rodolfo Carrillo Fuentes, hermano de Amado, el Señor de los Cielos, ex jefes del cártel de Juárez.
“Yo le administré negocios lícitos, pero cuando supuestamente le mataron a su hermano Amado, me empezó a pedir cosas ilegales y yo la verdad no quería ensuciarme las manos. Rodolfo me presionó, quería obligarme, por lo que pensé que si me iba a otro lado él agarraría la onda. Pero no fue así. Me mandó levantar en Guadalajara y me trajo aquí a la cárcel. Consiguió que las autoridades me torturaran para que yo me declarara culpable de crímenes que no cometí. No puedo hacer nada. Mi familia entera está amenazada, así que aquí pago delitos que no cometí y pese a que ya mataron a Rodolfo, yo legalmente estoy jodido”, contó El Mayo.
Inocentes o no, ya adentro de la prisión uno tiene que ser fuerte y empezarse a mover. Uno tiene que ponerse trucha cuando llega la comida, si no, no comes. Tiene uno que aprender a comer sin cubiertos, sin platos, sin vasos. Improvisar con artículos de la basura. Las tortillas son platos. Los envases de refrescos se pueden transformar en vasos y si son de los grandes, allí te pueden servir caldito a mediodía y frijolitos en la noche.
Y de repente un día escuchas tu nombre en el altavoz y se te acerca otro interno y te dice “fíjate compa, te ganaste un auto… auto de formal prisión”. Y como profeta, el desgraciado resulta certero en su apreciación.
“Uno tiene que aguantar, tener paciencia, resignación, porque aquí vas a estar varios años si tienes suerte. Si no, de cinco a 10 años o más”, señaló El Periodista.
AM.MX/oab