El presupuesto es un laberinto
¡Ganó el dictador y murió la oposición!
La noche del martes 4 de octubre del 2022 murió la oposición política en México.
Pero en esa fecha también se impuso en toda su plenitud la dictadura “narco-militar” que encabeza el rey de Palacio, López Obrador.
Lo curioso es que los opositores mexicanos no murieron de muerte política natural y tampoco de un colapso en las urnas.
No, a los opositores los mató, políticamente, el dictador López; un sátrapa que se valió de las peores artes del poder y la política para someter, amenazar, chantajear, comprar y, sobre todo, para extorsionar a diputados y senadores cuya conciencia y cuyo pasado están sucios.
Y es que no es novedad para nadie que para lograr el viejo “matrimonio de la corrupción y la extorsión” siempre se requieren dos; el corrupto y el extorsionador. Para todo baile se requieren dos.
Y en esa mancuerna perversa –que es uno de los mayores lastres de las democracias del mundo–, diputados y senadores del PRI, PAN y PRD reconocieron que tienen “la cola sucia” y, por tanto, aceptaron impunidad frente a la turbiedad de su pasado, a cambio de doblar la dignidad.
Y es que mucho antes de que el tirano de Palacio enviara al Congreso de Unión la iniciativa de reforma constitucional para militarizar al país hasta 2028 –toda una década de ignominia en México–, ordenó a los servicios de espionaje una revisión del “pasado sucio” de todos los potenciales opositores en las cámaras del Congreso.
Y sí, la sorpresa fue mayúscula.
Y como el que busca encuentra, los servicios de espionaje encontraron familias completas de legisladores, políticos y servidores públicos del PAN, PRI y PRD con un pasado cuestionable.
Y entonces entró en acción el chantaje, la amenaza y, sobre todo, la compra de conciencias.
Y es que más de uno o una de los diputados y senadores de la llamada oposición política que se saben con “la cola sucia”, aprovecharon no solo para firmar un pacto de impunidad, sino para obtener otros beneficios a futuro; candidaturas, posiciones políticas, embajadas y hasta dinero en abundancia.
Y como pudimos atestiguarlo todos, lo cierto es que en el Senado de la República no sólo asistimos a una victoria aplastante del dictador López sino que presenciamos la muerte de los opositores políticos al tirano de Palacio.
Pero tampoco hay duda de que se cumplió una de las mayores amenazas en la política y, sobre todo, en el ejercicio de todo parlamento del mundo.
¡Por qué?
Porque en México las cámaras del Congreso dejaron de ser la tribuna en donde se exhiben y confrontan las ideas y la razón y –en los hechos–, se convirtieron en verdaderas “cámaras de Rayos X”.
Es decir, poderosas maquinarias políticas capaces de exhibió a la vista ciudadana la miseria de la que están hechos muchos legisladores de todos los partidos; su origen en los peores estercoleros del poder y, en especial, que abundan los que tienen precio y, por tanto, son capaces de venderse al mejor postor a cambio de salvar el pasado sucio.
En efecto, con la reforma constitucional que estableció la militarización del país a lo largo de la década que va de 2018 a 2028, en las cámaras del Congreso se pudieron ver –a los ojos de todos–, no sólo las peores miserias de la política sino a los políticos más miserables.
Y frente a esa exhibición vergonzosa del estercolero político mexicano, aparecen dos grandes perdedores; la democracia y los ciudadanos.
Perdió la democracia porque la dictadura de López Obrador avanza incontenible y sólo le falta acabar con INE para consolidar su tiranía.
Y perdieron los ciudadanos porque luego de la fractura y muerte de los opositores en el Congreso, se pone fin a toda posibilidad de establecer una alianza de partidos que hagan frente al centralismo oficial y a sus aliados en las elecciones del 2023 y 2024.
Sí, se confirma lo que aquí advertí desde 2018; que el de López Obrador no sería un gobierno democrático sino una dictadura “castro-chavista” al servicio de un solo hombre.
Sí, hoy estamos en dictadura, les guste o no a muchos que creyeron en el “encantador de bobos” llamado López Obrador.
Al tiempo.