Masonería y catolicismo, nuevamente en la encrucijada
Es rey para mentir y despreciar la vida
¿Cómo llegamos a esto?
¿Cómo permitimos tal cinismo y tal nivel de engaño e impostura en voz del propio presidente?
¿Cómo tolera la sociedad mexicana a un político como López Obrador, al que nada le importa la vida de 40 migrantes muertos por la ineficacia de su gobierno?
¿Qué debe pasar para que esa sociedad repudie de manera contundente la destrucción de pilares democráticos fundamentales, como el INE?
¿En qué momento permitimos, los ciudadanos, que aquellos que se decían demócratas, que pregonaban ser de izquierda y repudiaban lo peor del PRI, terminaron hoy como lo más podrido y pestilente del viejo PRI?
Seguro muchos de quienes leen las anteriores líneas se formulan las mismas preguntas o las han escuchado en su entorno cotidiano e inmediato.
Y es que cada día son más los mexicanos que se hacen esas y otras interrogantes similares, frente a la tragedia de ingobernabilidad y demolición democrática que vivimos desde el 1 de diciembre de 2018 en México
Expresiones que, sin duda, empiezan a mostrar signos de tendencia no sólo en redes sociales sino con mayor frecuencia en reuniones familiares, en comederos políticos y disertaciones entre amigos.
¿Qué nos pasó, como sociedad y qué le pasó a la democracia mexicana, para atestiguar la impensable tragedia que hoy vivimos?
¿Qué les pasó a tantos mexicanos demócratas; a quienes pelearon por esa pureza democrática y que hoy, gracias a un miserable hueso de poder, olvidan los básicos de la democracia?
¿Por qué una migaja de poder corrompe tan profundamente la congruencia de tantos mexicanos que se decían defensores de la democracia y que hoy terminaron como lacayos del tirano López?
¿En qué fallamos para vivir y padecer el regreso de lo peor del viejo PRI, encarnado hoy en el Partido Morena y en el gobierno dictatorial de un delirante mental como Obrador?
Sin duda que podrían llegar al infinito las interrogantes y las muestras de incredulidad arriba planteadas.
Sin embargo, también es cierto que todos los mexicanos, con dos dedos de frente, conocen la respuesta y el origen de las tragedias vividas en la gestión presidencial de AMLO.
Y es que sólo basta ver las encuestas y la aprobación que muestra el presidente, para entender el tamaño de la estupidez de la sociedad mexicana; una sociedad incapaz de cuestionar un mal gobierno como el de Obrador.
¿Y por qué no debe sorprender a nadie que muy pocos mexicanos cuestionen el mal gobierno de AMLO?
Porque si acudimos al refranero popular podremos ratificar que en política no hay sorpresas, sino sorprendidos. Dicho de otro modo; en México, como en buena parte del mundo, no existen los gobiernos “engañabobos” sino “los ciudadanos bobos” que gustan ser engañados.
Así, por ejemplo, hoy cosechamos los frutos del mal gobierno que sembramos a golpe de votos y pagamos el precio por la estupidez colectiva de no querer ver al verdadero populista, mentiroso, cínico, tramposo e impostor que siempre existió detrás de Obrador.
Y si tomamos en cuenta al tamaño del ignorante, mentiroso y estulto que siempre fue AMLO, entonces no debiera existir mexicano que pudiera llamarse sorprendido por el tamaño del fracaso sexenal.
Sí, porque López no engañó a nadie que no quisiera ser engañado; no engatusó a nadie que no haya cerrado los ojos ante una realidad terca y necia que estaba a la vista de todos.
Por eso debemos insistir en las preguntas clave.
¿Qué clase de políticos, periodistas, opinantes e intelectuales eran todos esos que creyeron en AMLO, antes de 2018, como para haber confiado en su locuaz proyecto de gobierno?
¿Qué clase de políticos periodistas, opinantes e intelectuales son hoy todos quienes se llaman engañados y sorprendidos por el rey del engaño y la mentira, llamado López Obrador?
¿Qué clase de académicos –mujeres y hombres–, eran todos aquellos que enfurecían cuando dijimos aquí que sólo una sociedad de idiotas se tragaría el cuento de que López era el mejor candidato para el 2018?
Lo cierto es que aquellos ciudadanos que votaron por un impostor como Obrador y que creyeron en sus promesas disparatadas e irracionales –dizque para sacar al país de la crisis–, deben ser clasificados como “la verdadera legión de idiotas”; una legión que apostó todo por la destrucción del país.
Y esa es la verdadera tragedia, que la mitad de los mexicanos están ciegos, sordos y hacen víctimas al resto de los mexicanos de su estulticia.
Sí, seguimos siendo una sociedad de idiotas que permite que frente a sus ojos se cometan las mayores atrocidades, los mayores crímenes y la mayor destrucción de la democracia.
Al tiempo.