De norte a sur
¡Espanto en Palacio; Xóchitl se va, se va..!
Algunos de quienes con frecuencia hablan con López Obrador, dicen que está intratable; en permanente mal humor y cada día más irracional.
Más aún, describen al presidente mexicano como fuera de sí, sobre todo cuando a diario le entregan el reporte de la campaña presidencial y del consistente avance de Xóchitl Gálvez en las encuestas.
Y es que conforme se acerca la elección del 2 de junio, en Palacio han pasado de la excesiva confianza, al asombro cotidiano y, hoy, al verdadero espanto, al comprobar que la candidata oficial “se desliza a la baja”, frente al crecimiento sostenido de la aspirante opositora.
Incluso, los propios “genios” de Palacio pronostican que, luego del debate del domingo próximo, Xóchitl Gálvez habrá rebasado a Claudia Sheinbaum, en una tendencia que parece irreversible.
Claro, sin reversa mientras que no aparezcan las medidas extremas desde todas las instituciones del Estado, contra la hidalguense.
Sí, ya que lo que pudiera ser una buena noticia para los opositores de la coalición PRI, PAN y PRD, en realidad es una verdadera bomba de tiempo, ya que, de mantenerse la tendencia ganadora de Xóchitl, también se acrecienta el peligro de un autoritario manotazo presidencial.
¿Un manotazo autoritario del presidente?
En efecto, en la medida que siga sostenido el avance de la candidata opositora y que pierda preferencias la aspirante oficialista, en esa misma medida será la reacción presidencial para destruir a la señora Xóchitl.
Es decir, del pánico y el espanto por una eventual derrota de Morena, en Palacio pasaran a las acciones desesperadas, con el riesgo de lo que aquí hemos advertido repetidamente; el peligro de un golpe de Estado en donde López sería ordenaría lanzar a los poderosos ejércitos a su servicio, contra los opositores, para mantenerse en el poder.
Y hablamos de “ejércitos” en plural, porque si bien López es el jefe de las Fuerzas Armadas, también tiene a su servicio a otro ejército, el del crimen organizado, que ya ha ganado elecciones, como las más recientes de Tamaulipas, Sinaloa, San Luis Potosí, Guerrero, Michoacán y Morelos.
Y una primera señal la vimos en pasado martes, cuando la señora Xóchitl Gálvez denunció públicamente que grupos del crimen organizado intervinieron de manera directa para amenazar a los ciudadanos y a los empresarios del transporte, para impedir que asistieran a sus mítines.
¿Imaginan el poder de los grupos criminales para imponer, en todo el país, el voto a favor de tal o cual candidato, en una elección como la del 2 de junio, en donde no solo se elegirá presidenta de México, sino que se renovará un tercio de los gobiernos estatales, además de la capital del país, una veintena de congresos locales y miles de alcaldías?
Por esa razón, también en días pasados, desde Palacio salió la instrucción a todos los gobiernos estatales y municipales de Morena, para intensificar la elección de Estado a favor de la candidata oficial, lo que ya provocó serias fracturas en todo el llamado Corredor del Pacífico, que en su mayoría son las entidades federativas en manos de Morena, pero bajo el control del crimen organizado.
Nos referimos a estados como Baja California, Baja California Sur, Sinaloa, Sonora, Nayarit, Colima, Oaxaca y Chiapas.
Pero, además, la orden también llegó a entidades totalmente en manos del crimen, como Guerrero, Morelos, Michoacán, Tabasco y Zacatecas y Estado de México.
Dicho de otro modo, que el dueño del partido Morena, hoy convertido en señor feudal, no está dispuesto a entregar el poder a nadie que no sea su elegida, la señora Claudia Sheinbaum.
Y para alcanzar tal propósito, Obrador está dispuesto a echar mano de todos los recursos que sean necesarios, incluso usar la violencia contra los críticos y opositores; incluso desbarrancar la elección, promover un golpe de Estado y, en el extremo, destruir la democracia como la conocemos.
Pero lo más sorprendente del caso, como ayer lo dije aquí, es que muchos mexicanos parecen no querer ver la gravedad de la crisis a la que nos ha llevado un fanático del poder absoluto, como López Obrador.
Salvo contadas excepciones, no aparecen en defensa de la democracia y de las libertades los grandes empresarios, los reputados intelectuales y los grandes medios de comunicación.
Peor, hogaño vemos extremos de cobardía ciudadana, entre quienes antaño se decían férreos defensores de la democracia y se rasgaban las vestiduras por elecciones libres, limpias, creíbles, equitativas y confiables; cobardía entre amplios sectores sociales que prefieren voltear a otro lado.
Lo cierto es que la mayoría de los ciudadanos estamos solos; los que trabajamos, los que pagamos impuestos, los que a diario somos el motor de la economía y el pilar de la sociedad.
Y por eso obliga volver a preguntar: ¿Hasta cuando?
Al tiempo.