Abanico
¡Seis años después y no me callaron!
Seguramente algunos recuerdan que, un día como hoy, 6 de mayo, pero de 2018, un sicario a sueldo, de López Obrador, montó en mi contra una campaña de difamación y calumnia que terminó con mi salida de casi todos los medios en los que ejercía la crítica.
En efecto, los matones de Obrador pagaron millones de pesos para convertir en tendencia mundial un tuit de Ricardo Alemán, que contenía dos palabras: “les hablan”.
Eso fue suficiente para montar un monstruoso linchamiento en mi contra y para acusarme de la presunta incitación al crimen del candidato López; una demencial campaña que, aceitada con millones de pesos, dio los resultados esperados
Lo cierto es que se trató de una estratagema no sólo bien planeada, sino mejor diseñada y suficientemente financiada, para sacar de los medios a uno de los críticos más severos del aventajado candidato presidencial.
Es decir, el tamaño del linchamiento en mi contra fue proporcional al tamaño de la intolerancia a la crítica, de un político mentiroso, farsante y vengativo –como AMLO–, que engatusó a millones de ingenuos.
Curiosamente el linchamiento se produjo luego de una serie de entregas del Itinerario Político en donde revelé lo que hoy conoce el mundo; los vínculos de Morena y de López, con bandas criminales como la de El Chapo.
Era evidente que el objetivo de la persecución, difamación, calumnia y linchamiento lanzados contra Ricardo Alemán era enviar un “mensaje ejemplar” a periodistas, intelectuales y dueños de medios.
Algo así como “ay de aquel que se atreva a cuestionar al futuro rey de México, porque será linchado de la misma forma”.
Lo simpático del tema es que muchos periodistas, críticos, intelectuales y dueños de medios se sumaron al linchamiento en mi contra, sin entender que, tarde o temprano, serían víctimas la misma persecución.
Por eso, días después del 6 de mayo del 2018 acudí al viejo refranero popular para advertir a quienes ciegos, sordos o atolondrados no entendieron el mensaje lanzado por López: que tarde o temprano serían linchados.
“Los carniceros de hoy serán las reses de mañana”, escribí en mi despedida de Milenio –el 9 de mayo de 2018–, donde también advertí del peligro que corrían no sólo la democracia, sino libertades básicas, como la de expresión, en un eventual gobierno de López.
Era evidente, para todo aquel con un mínimo de sentido común, que el de Obrador sería un gobierno contrario a la democracia y que aplastaría las libertades esenciales. Sólo debían voltear a ver la gestión de AMLO en el antiguo DF, sus nexos con el crimen organizado, el imperio de la violencia y, sobre todo, su papel tiránico en la dirigencia del PRD y en la construcción de Morena, que nació como una dictadura partidista y sigue sin cambio alguno.
Por eso, una vez en el poder presidencial, la persecución en mi contra tomó tintes de venganza demencial, al extremo de que cuatro dueños de medios me confiaron que el presidente les advirtió de manera directa: “se las verán con el gobierno si contrataban los servicios del columnista Alemán”.
Lo mismo ocurrió con empresas patrocinadoras, que por años se habían anunciado en las distintas plataformas digitales de Ricardo Alemán y que, por presiones de Palacio se retiraron, no sin antes tener el valor de reconocer que fueron presionadas.
El objetivo de Obrador, de sus matones y sicarios, era aplastar a uno de los mayores críticos de una gestión sexenal que, gracias a la terca realidad, día a día me da la razón sobre el fracaso que sería el gobierno de López.
Un gobierno que fracasó en todas sus promesas y objetivos; un gobierno fallido que costó la vida a casi 200 mil mexicanos a causa de la violencia, que mató a más de un millón de ciudadanos por su incompetencia en la pandemia; una pandilla criminal que estimuló el crimen de por lo menos 78 periodistas y que desató una epidemia de feminicidios por todo el país.
Una pandilla criminal que dejó morir a miles de niños con cáncer, que canceló el futuro educativo de toda una generación; un presidente que odia a las mujeres y una punta de ladrones y depredadores del dinero público, que se burlan de tragedias como la que viven las madres buscadoras.
Curiosamente hoy –seis años después–, se repite la historia de las persecuciones ejemplares y vengativas de Obrador, ahora en el caso de la difamación, la calumnia y el linchamiento contra María Amparo Casar, la presidenta de la organización, mexicanos Contra la Corrupción.
Resulta que un demencial presidente López ordenó desacreditar por todos los medios posibles a María Amparo, a quien difamó y calumnio en la mañanera del jueves y cuyo expediente de la muerte de su esposo fue difundido, el pasado viernes, de manera ilegal, abusiva y vengativa.
Sí, igual que en mayo de 2018, el mensaje es claro: “ay de aquel que se atreva a criticar al rey de Palacio, porque le pasará lo mismo” que a la señora Casar.
Y es que muchos de los periodistas, intelectuales, críticos y dueños de medios que se sumaron al linchamiento la difamación y la calumnia en mi contra, en mayo de 2018 –como la propia María Amparo Casar, entre otros–, hoy han sido o son linchados, difamados y calumniados, con todo el peso del poder presidencial.
Sí, hace seis años muchos no quisieron ver quien era el verdadero López Obrador; lo entendieron muy tarde y hoy lo viven en carne propia.
Por lo pronto, seis años después puedo decir que, a pesar de todo un sexenio de persecución, difamación y calumnia desde lo más alto del poder, en mi contra, no lograron doblegarme y menos callarme.
Al tiempo.