Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
¡Con impunidad se paga la traición!
Del refranero popular.
1.- “En política, todos tienen precio”.
2.- “En política, no hay sorpresas, sino sorprendidos”.
3.- Y, “el que no quiera ver fantasmas, que no salga de noche”.
Y viene a cuento el refranero popular, porque son muchos los mexicanos que se llaman a sorpresa por la traición del ministro de la Suprema Corte, Alberto Pérez Dayan, quien repentinamente cambió de parecer y aplaudió la reforma judicial propuesta por el oficialismo, con lo que le dio el tiro de gracia a la democracia mexicana.
Sin embargo, el tema de fondo es que con la traición del ministró Pérez Dayán, la democracia mexicana fue apuñalada y sepultada por una pandilla criminal que, a lo largo de seis años, apostó por el regreso a los tiempos del poder absoluto, la corrupción, la opacidad, el amiguismo y la lealtad ciega.
Es decir, que la Constitución y las leyes que de ella emanan hoy son letra muerta y, a partir de ésta viviremos bajo el yugo del poder absoluto, en donde la división de poderes no existe más; en el que la impartición de justicia será sólo un membrete y en el cual, los ciudadanos seremos despojados de todos nuestros derechos humanos.
Pero no, que nadie se equivoque.
Y es que, con el retroceso producto de la traición, el poder absoluto no quedará en las manos de “La Señora Presidenta” que despacha en Palacio. No, el verdadero poder seguirá estando en manos de López Obrador, el único mandamás, de la pandilla criminal motejada como Partido Morena.
Por eso se debe insistir que, en el fondo de la maniobra política que terminó con la traición de Pérez Dayán, está el Maximato que impuso López Obrador y que le permitirá llegar al final de su demencial ambición de poder; la destrucción total de la democracia mexicana y la instauración de una dictadura de pandilla.
Pero tampoco es novedad la compra de conciencias en el caso de Obrador. Como suele hacerlo, de tanto en tantos –y en momentos de crisis–, el expresidente mexicano salió de compras.
En efecto, López primero acudió a los mercados de conciencias llamados Senado de la República y luego a la Suprema Corte, en busca de nuevos aliados para concretar uno de sus más anhelados proyectos políticos; la destrucción del Poder Judicial.
Y es que, sabedor de que en la política todos o casis todos tienen precio, además de que guardan “los trapos sucios” bajo la alfombra, el jefe máximo de Morena no tuvo más que seguir el mal olor de senadores y ministros, para luego proponer “la plata o el plomo”.
Claro, una traición que siempre será a cambio de impunidad. Y no importa que los traidores sean abusadores sexuales, traficantes de drogas, ladrones de cuello blanco o hasta pederastas; no, lo que importa es que tales delitos serán perdonados a cambio de la traición.
Dicho de otro modo, resulta que el verdadero huésped de Palacio puso a trabajar a todas las instituciones de espionaje y persecución del Estado mexicano, para buscar –hasta por debajo de las piedras–, “los trapos sucios” de los senadores o las senadoras y de los ministros y ministras de la Corte.
Así fue como la pandilla de Morena logró, en la mesa y mediante la compra de conciencias, lo que no le dieron las urnas; logró una mayoría absoluta en las cámaras del Congreso y consiguió derribar ese pilar fundamental para la democracia llamado independencia judicial.
Por eso, a partir de hoy todo el sistema de justicia mexicano estará al servicio de los intereses de los gobiernos y los gobernantes de Morena, lo que coloca a la sociedad mexicana en calidad de parias sin derechos y sin libertades.
Lo curioso del tema, en el caso de la traición del ministro Alberto Pérez Dayán, es que nadie se explica cómo fue posible que un depredador sexual como el ministro, pudo llegar hasta las posiciones más altas del Poder Judicial. De verdad nadie sabía, en el Máximo Tribunal, quien es Pérez Dayán.
Por lo pronto, hoy Morena y sus gobiernos tienen en sus manos el poder absoluto, por encima de lo que mandata la Constitución y sus leyes y, en el otro extremo, los ciudadanos estamos en total indefensión.
Y sí, se debe insistir cuantas veces sea necesario.
Se los dije, López Obrador venía por una dictadura; por el poder absoluto pisoteando todos los principios democráticos.
Al tiempo.