Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Puebla: ¿fue atentado..?
El lunes 31 de diciembre de 2018 titulamos el Itinerario Político, de esa fecha, de manera similar a la de hoy.
Preguntamos, de manera escueta: ¿Y si fue atentado…?
Nos referíamos, igual que hoy, al caso Puebla; la tragedia que costó la vida a la gobernadora, Martha Erika Alonso y a su esposo, el senador y jefe de los senadores del PAN, Rafael Moreno Valle.
Y, como queda claro, desde el propio título planteamos una interrogante que hoy parece más vigente que nunca: “Fue o no atentado la caída del aparato en el que viajaban los dos políticos que –en esas fechas–, eran severos adversarios del presidente López Obrador.
Y regresamos al tema porque cada vez son más las evidencias que apuntan a la versión de que pudo tratarse de una tragedia provocada. Es decir, que manos perversas pudieron inducir la caída del aparato.
Aquel 31 de diciembre dijimos que más allá de que la indagatoria está en manos del equipo de expertos canadienses –y que otros reclaman que intervenga la máxima autoridad de aviación, de origen estadounidense–, lo cierto es que pocos ven que en tanto no se produzca un dictamen oficial de lo ocurrido –en tanto expertos no den un veredicto científico–, siguen vivas todas las posibilidades sobre el origen de la tragedia.
¿Y cuáles son todas esas posibilidades?
Perogrullo; todas las posibilidades son todas, desde un accidente hasta un atentado, con fines políticos.
También señalamos que hoy, en tiempos de la santificación de AMLO, lo políticamente correcto es regalar “cheques en blanco”, creer a pie juntillas las versiones oficiales y no cuestionada nada, a riesgo de ser parte de la nueva “mafia del poder”, de los “mal pensados” y los “mezquinos”.
En efecto, hoy nadie puede asegurar que la tragedia de Puebla fue un accidente pero, en el otro extremo, tampoco existen pruebas contundentes de que fue atentado.
Sin embargo, conforme transcurren las indagatorias, se acumulan evidencias que descartan la posibilidad de un accidente. Apenas en días pasados, investigadores de la SCT revelaron que no se puede probar una caída convencional, si es que hubiese existido una falla técnica.
Es decir, que sin explicación gravitacional –a partir de la Ley de la Gravedad–, el aparato se volteó en el aire y se precipitó de cabeza y en reversa. Hoy, esa caída no tiene una explicación técnica y menos científica.
Apenas ayer, otros peritos revelaron que se descartó un error humano por parte de los pilotos, quienes aprobaron todos los requerimientos de capacitación.
Dicho de otro modo, resulta que se alejan las posibilidades de un potencial accidente. Todo ello en medio de la turbiedad política en torno al reparto del poder en Puebla, como la renuncia de la presidenta del TEPJF, a causa de presiones del gobierno federal, luego de la decisión poblana.
Por eso las preguntas: ¿Por qué dar el beneficio de la duda al atentado y/o al accidente, si pudo ser cualquiera de los extremos? ¿Por qué satanizar a los que creen en la teoría del atentado?
Pero hay más. A la muerte trágica de los poblanos críticos del gobierno de AMLO, a la caída de la presidenta del TEPJF y a la negociación de colocar a un priísta como interino de Puebla, se suma la sospechosa muerte del empresario Carlos Martín Bringas –víctima de un suicidio que nadie cree pero tampoco nadie investiga–, quien junto con su familia fue otro severo crítico del nuevo gobierno.
Ni especulación, ni cheque en blanco, pero tampoco opacidad.
Y es que en política, vale recordarlo, no hay casualidades sino causalidades.
Al tiempo.