Abanico
AMLO, el torquemada que vuelve al santo oficio
¡Parece increíble, pero es cierto!
El presidente mexicano decretó regresar al Siglo XV y, cual Torquemada medieval, ordenó la ridiculización pública de ladrones y corruptos.
Es decir, Obrador será la versión moderna del Santo Oficio, dedicado a instalar placas y espectaculares –el humillante “Sambenito” medieval–, para que la plebe conozca los nombres de criminales y corruptos a los que el gobierno confiscó lo mal habido, para construir carreteras.
Y es que, en Balancan, Tabasco, López Obrador dijo que los recursos que se obtengan de terrenos decomisados a criminales y narcotraficantes serán utilizados para construir caminos en los pueblos más necesitados.
Pero no fue todo; los caminos que se construya con los bienes decomisados a narcos y políticos corruptos “llevarán una placa” con la leyenda “esto se obtuvo del cartel mengano; esto se obtuvo del político corrupto fulano de tal”, según prometió el nuevo presidente.
Sin embargo, lo que no sabe Obrador –porque es analfabeta funcional–, es que su locuaz propuesta violentar el Artículo 22 Constitucional; el mismo que prohíbe, a toda autoridad denigrar y ridiculizar a cualquier tipo de infractor, presunto criminal o delincuente sentenciado; Constitución que por pura casualidad, prometió respetar Obrador.
De manera textual dice el citado Artículo 22 de la Carta Magna. “Artículo 22. Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales”.
Dicho precepto, como queda claro, busca humanizar las penas y acabar con la barbarie y la crueldad contra los procesados o delincuentes sentenciados y pretende preservar la integridad y la dignidad que merece todo ser humano, por delincuente que sea.
Por lo anterior, resulta vergonzoso –y violatorio de la Constitución y los derechos humanos elementales–, que sea el propio presidente Obrador quien incite al linchamiento colectivo, a la venganza social y a la barbarie, desde la propia institución presidencial.
Y por eso las primeras preguntas.
¿Nadie, en Palacio Nacional, es capaz de explicarle a Obrador que no puede recorrer el país proponiendo violar la Constitución; promoviendo la venganza social y, sobre todo, la violación de los derechos humanos?
¿No hay nadie, en el primer círculo del presidente, que le explique que la Santa Inquisición fue abolida desde el Siglo XVIII y que si Torquemada viviera en el México de hoy seguro llevaría los apellidos López Obrador?
Y es que lo que propone el presidente –exhibir el nombre de criminales y narcotraficantes en las obras realizadas con dinero confiscado–, es el regreso a la barbarie, a la Inquisición y, en especial es la reedición de los castigos vengativos; significa la versión moderna del “Sambenito”, aplicado hoy, el México del Siglo XXI, por un dizque presidente demócrata.
Pero obliga repreguntar: ¿Qué es y qué significa el “Sambenito”?
Resulta que en el siglo XV, por ordenes de Benito de Nursia, la “Orden Benedictina” creó el “Sambenito”; un gran escapulario con forma de poncho –que cubría en su totalidad el pecho y la espalda del presunto infractor–, y que al frente y la espalda llevaba dibujos alusivos al delito cometido por quien lo portaba.
Así, enfundados en el “Sambenito”, los criminales paseaban por pueblos y provincias, descalzos, portando un cirio en la diestra, para provocar escarnio público contra el criminal y su familia.
Curiosamente, en muchos casos el “Sambenito” llevaba al frente “la Cruz de San Andrés” y –en la mayoría de las exhibiciones públicas–, llevaba escrito el nombre del condenado, lo que provocaba no sólo el linchamiento público del criminal sino la marginación de su familia.
¿Qué pretende el presidente Obrador con la exhibición pública de políticos y narcotraficantes? ¿Asistimos a la vuelta del Santo Oficio?
¿No existe autoridad alguna capaz de sancionar la ligereza discursiva del presidente Obrador?
Al tiempo.