Escenario político
Tenía razón el presidente mexicano cuando acuñó una de sus más cuestionadas ocurrencias.
Como lo recuerdan, al inicio de su gestión dijo, palabras más palabras menos, que “gobernar no tiene ninguna ciencia”.
Y es cierto, gobernar “no tiene ciencia” frente al poderoso instrumento llamado “mentira de Estado”; solución mágica para todos los problemas que, de manera patológica, emplean tiranos como López Obrador.
Eso sí, el ejercicio cotidiano de mentir requiere, por lo menos, una dosis titánica de cinismo, caradura, impudicia, desvergüenza, procacidad, descaro y desfachatez; todas conductas que marcan la pauta en el presidente mexicano, en su gabinete, su partido y sus legisladores.
Así, por ejemplo, López Obrador miente cuando habla de la catástrofe en que se ha convertido la pandemia en México; miente cuando esconde las cifras reales de muertos; cuando oculta la responsabilidad del Estado en cientos de miles de vidas perdidas; cuando engaña a México y al mundo sobre su criminal gestión.
Miente cuando inventa distractores a la tragedia de más de cien mil vidas perdidas y llega al extremo procaz de festeja hazañas beisboleras, en lugar de evitar miles de muertes y millones de contagiados por Covid-19.
Miente cuando convierte en propaganda su diario espectáculo matutino, en lugar de modificar la estrategia que ha convertido a su gobierno y a él mismo en criminales de Estado, responsables de la mayor mortandad en la historia mexicana, en sólo seis meses.
Miente cuando oculta el desabasto de medicamentos, de vacunas, de camas para atender a los enfermos de Coronavirus; miente cuando dice que la pandemia está bajo control y cuando culpa al pasado de todos los errores y los horrores del presente y de su gobierno.
Miente Obrador cuando se niega al uso de cubre bocas; mintió cuando dijo que los mexicanos podían abrazarse, cuando desestimó la letalidad de la pandemia y miente cuando cuestiona a los medios críticos de su fallida gestión frente al Covid-19; como lo hizo con el diario El País y como lo hace a diario con Reforma y El Universal.
Miente cuando acude a Tabasco sólo para “taparle el ojo al macho”; miente porque cientos de miles de damnificados no sólo han sido abandonados por su gobierno sino que el propio presidente ordenó feos montajes que ofenden a las víctimas de la desgracia.
Mintió cuando en campaña y frente al G-20 pregona que su prioridad serían los pobres y hoy deja indefensos a los pobres, al quitar la educación de calidad, los servicios médicos, el empleo y hasta quitarles el futuro.
Mintió el presidente mexicano cuando en campaña prometió un crecimiento de entre 4 y 6 por ciento del PIB y hoy su gobierno tiene a la economía mexicana en la ruina, con un crecimiento negativo de 10 %; mintió cuando dijo que bajaría el precio de los combustibles y la energía eléctrica.
Miente López Obrador cuando habla de bienestar para los mexicanos, pero millones de familias han sido enviadas al desempleo, cuando millones regresaron a la pobreza extrema; mintió cuando destruyó el Aeropuerto de Texcoco; cuando destruyó el Seguro Popular, cuando destruyó el Fonden, cuando destruyó las guarderías; mintió cuando acabó con los fideicomisos, cuando dejó si protección a niños y mujeres con cáncer.
Miente el presidente cuando oculta las verdaderas cifras de violencia y muerte; cuando se carcajea por las masacres, cuando oculta su alianza con las bandas criminales; cuando dejó en libertad a su aliado Ovidio Guzmán.
Miente López Obrador cuando habla de honestidad, sobre todo frente a las evidencias contundentes de un saqueo generalizado del dinero público en todas las dependencias federales; miente cuando dice que se acabó la corrupción, al tiempo que solapa corruptelas de todo su gabinete, su partido, de los gobiernos de Morena y hasta de sus parientes.
Miente Obrador al acusar de corruptos a los gobiernos pasados, cuando su gestión no tolera una revisión elemental de transparencia y rendición de cuentas; miente cuando habla de democracia y no tolera la menor crítica; miente cuando todas las mañanas protagoniza un circo con supuestos periodistas que no son más que lacayos a sueldo, mientras ordena linchar a los verdaderos periodistas críticos; cuando somete a los grandes medios y cuando fusila a los intelectuales, en Cadena Nacional de televisión.
Miente López cuando dice que antes no había democracia, frente a las pruebas contundentes de que en su gobierno han muerto no sólo la División de Poderes sino los contrapesos; miente cuando el mismo presidente sometió a los poderes Legislativo y Judicial; cuando compró al INE y al Tribunal Electoral; cuando fusila y fustiga a los gobernadores que se atreven a disentir.
Y miente cuando dice a los miembros del G-20 que no hay lugar para el autoritarismo cuando su gobierno es una dictadura.
En efecto, “gobernar no tiene ninguna ciencia”, cuando el que gobierna es un mentiroso patológico.
Al tiempo.