Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Muchos ojos del mundo están puestos en México a causa del manejo equivocado y deficiente de la pandemia de Covid-19.
Incluso, no pocas instituciones globales, como la ONU y la OMS, ya considerar la posibilidad de tipificar el problema como crímenes de Estado, al señalar que las autoridades mexicanas son omisas de manera deliberada.
Todo ello frente a los nada honrosos primeros lugares mundiales de México en variables como la letalidad de la pandemia y el alto número de trabajadores de la salud –médicos, enfermeras y camilleros, entre muchos otros–, que han muerto a causa del equipo deficiente con que cuentan.
Lo preocupante, sin embargo, es que en México no hay una sola institución o un poder del Estado capaces de reaccionar y exigir no sólo la renuncia sino la sanción a los criminales de Estado responsables de las más de 115 mil vidas perdidas a causa del mal manejo de la pandemia; culpables de la tragedia, por el derruido sistema de salud, y de millones de empleos perdidos.
¿Cuáles son los números reales de muerto por la pandemia, el número de personas infectadas; de empleos perdidos, de empresas cerradas; de camas de hospital disponibles, de trabajadores de la salud fallecidos?
¿Cuántos de los casi 400 mil mexicanos muertos por la pandemia, según cifras extraoficiales, aún estarían vivos si el gobierno de México hubiese actuado de manera correcta?
Nadie conoce las respuestas anteriores, pero tampoco nadie las quiere conocer y menos castigar a los responsables; sean el presidente Obrador, los encargados del gabinete de salud, sea la jefe de gobierno, Claudia Sheinbaum.
En efecto, por mucho tiempo pueden ocultar e ignorar la complicidad y la cobardía de diputados y senadores –de todos los partidos–; cobardía y complicidad de jueces y ministros de la Corte, pero no podrán ocultar todo el tiempo –a ojos de todos–, la corresponsabilidad y complicidad oficiales en el mayor crimen de Estado que han vivido México y los mexicanos.
Y es que, para mala fortuna de diputados y senadores; de ministros de la Corte; para mala fortuna del presidente Obrador y de lacayos como Hugo López-Gatell y Claudia Sheinbaum, su irresponsabilidad y complicidad está plasmada en video y en imborrables mensajes de redes sociales.
Y tarde o temprano criminales de Estado como los López: Obrador y Gatell –entre muchos otros–, enfrentarán la justicia por los cientos de miles de mexicanos muertos a causa de la irresponsabilidad oficial.
Por lo pronto, a la sociedad corresponde resistirse al olvido y mantener vivas, en la memoria colectiva, las pruebas del monstruoso crimen de Estado.
A la sociedad mexicana corresponde mantener vivo el reclamo de Alejandro Martí, quien perdió un hijo a causa de un secuestro, y que en agosto de 2018 exigió contundente ante el Consejo Nacional de Seguridad: “si no pueden renuncien, pero no sigamos usando las oficinas de gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada, porque eso también es corrupción”.
Y es que si conocieran la vergüenza, habrían renunciado por su probada ineficacia tanto López Obrador, como López-Gattel; como todo el gabinete de salud y hasta Claudia Sheinbaum.
La sociedad no puede olvidar que el 11 de febrero del 2020, López Obrador dijo que “afortunadamente no hemos tenidos casos de Coronavirus; que estamos actuando con mucha responsabilidad, que no vamos a cometer el error que se cometió en el gobierno (de Calderón) que nos pusieron a todos tapaboca y la fortaleza del virus y lo peligroso que es, está demostrado que no va acorde con todo lo que se ha manejado mundialmente”. Hoy en México han muerto más de 115 mil ciudadanos y son más de un millón 200 mil contagios.
No debemos olvidar que ese mismo 11 de febrero, López-Gatell dijo que “hay mucha mitología en lo que hemos escuchado en la prensa internacional, de que se necesitan construir hospitales especiales o tener centros exclusivos para el coronavirus; ¡no…!, el coronavirus se comporta como una enfermedad respiratoria de moderada a baja gravedad; es más leve que la influenza estacional; el coronavirus nuevo ha cobrado mucha notoriedad porque es una enfermedad emergente, pero la proporción de muertes es semejante e incluso menor que la influenza”.
No debemos olvidar que el 10 de diciembre, a diez meses de distancia y con 115 mil muertes en México y con los hospitales de todo el país saturados, López-Gatell cambió su versión y dijo que debemos identificar que “la epidemia no se ha acabado, que la epidemia es perfectamente real, que la epidemia es una enfermedad infecciosa que puede causar la muerte y es una muerte, desafortunadamente, tormentosa”.
Los ciudadanos no debemos olvidar que el 4 de junio, López-Gatell desestimó la letalidad de la pandemia y dijo que “un escenario catastrófico para el país implicaría más de 60 mil muertes”. Sin embargo, dos meses después, el 22 de agosto pasado, México llegó a las 60 mil muertes y en enero del 2021 estaremos en el doble de fallecimientos; 120 mil muertes.
No debemos olvidar que al día siguiente que se confirmó el primer caso en México de Covid-19, el 27 de febrero, el presidente volvió a desestimar la gravedad de la pandemia y dijo que “tenemos que atender el asunto, pero no exagerar, muchos quisieran que nos fuera mal”. Luego pidió “tranquilidad, ya que tenemos capacidad para enfrentar esta situación”. Hoy López no reconoce la gravedad de asunto y los hospitales y todo el gobierno han sido rebasados.
El 2 de marzo, preguntaron al presidente si cancelaría sus mañaneras para proteger vidas. Respondió con un nada empático: “¡brincos dieran!”.
Los ciudadanos no deben olvidar que el 12 de marzo, luego que López-Gatell anunció una campaña de “sana distancia”, Obrador dijo que “no pasa nada con eso que dicen de no abrasarse; no pasa nada, hay que abrasarse”.
No deben olvidar los ciudadanos que el 2 de abril, el presidente mexicano dijo que eran “tiempos de zopilotes”, por la crítica a su gobierno ante la fallida atención a la pandemia.
Y pretendió dar una muestra de fortaleza con una declaración que fue cuestionada en todo el mundo. Dijo: “por eso vamos a salir fortalecidos, o sea, que nos vino esto (el Covid-19) como anillo al dedo para afianzar la transformación de México”.
No deben olvidar los ciudadanos que apenas el 11 de diciembre, Claudia Sheinbaum se negó a declarar el “Semáforo Rojo”, ante la saturación de los hospitales y le disparo en los contagios y muertes en la capital del país.
Hoy, Ciudad de México es en todo el país la que reporta más casos de Covid-19, más muertes, más trabajadores de la salud fallecidos y la mayor letalidad de la pandemia.
No podemos olvidar que, a pesar de la gravísima situación en la CDMX, López-Gatell dijo que “el color del semáforo es intrascendente”.
Y no debemos olvidar que hasta en nueve ocasiones, a lo largo de toda la pandemia, López Obrador ha dicho “¡ya pasó lo peor!” y cada día que pasa el número de muertos e infectados es peor; es mayor.
Sí, no solo deben renunciar criminales de Estado como López Obrador, como López-Gatell, como todos los encargados del gabinete de salud y como Claudia Sheinbaum, sino que deben ser llamados a juicio y pagar por su irresponsabilidad criminal.
Al tiempo.