Teléfono rojo/José Ureña
Decálogo de un país de cínicos
Desde los tiempos del populismo desbordado de Luis Echeverría y de José López Portillo –en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado–, el cinismo oficial no había alcanzado los niveles de degradación que hoy vemos y padecemos en el gobierno de López Obrador.
¿En qué momento nos convertimos en “el país de cínicos” del que habló y advirtió López Portillo, uno de los grandes cínicos de la historia mexicana?
¿Cómo llegamos a tal nivel de degradación social, política y, sobre todo, a tal indignidad institucional, como la que vivimos y padecemos en los dos primeros años de gobierno de López Obrador?
¿Cuándo extraviamos el rumbo de la verdad y la honestidad que prometieron las luchas democráticas, para convertir en sinónimos de bajeza, indignidad, ignominia, ruindad y vileza la política, el ejercicio del poder y la responsabilidad social?
Las interrogantes anteriores aparecen por todas partes y se escuchan todos los días en todo México; sea en tertulias, reuniones formales, charlas de café, encuentros familiares y hasta en cuitas de amigos.
¿Qué hicimos mal –como sociedad y como país–, para llegar a esto?, resumen no pocos ciudadanos, incrédulos, quienes para no perder su capacidad de asombro formulan, día a día, un decálogo del cinismo que, al final de cuentas, nadie ha sabido responder.
1.- ¿Cómo hemos tolerado el grosero engaño y la ineficacia insostenible de un gobierno que nos llevó a perder a más de 170 mil compatriotas, según cifras oficiales, y casi 500 mil, según cifras informales?
2.- ¿Cuántos muertos más –por Covid y por la violencia–, necesita la vileza de un gobierno de ineptos e ineficaces, para renunciar a un cargo que no pueden desempeñar con eficacia y dignidad?
3.- ¿Cuántas víctimas de la pandemia, de la violencia, del crimen, del cáncer, de los feminicidios, de la agresión a periodistas deben sumarse a esa lista macabra, para que el Estado y sus instituciones pongan un “ya basta” al peor gobierno de la historia?
4.- ¿Cómo es posible que toleremos, sin chistar, un contagio de más de 2 millones de ciudadanos y el engaño diario de que la pandemia ha sido domada y la curva aplanada?
5.- ¿Por qué permitimos, como sociedad, que el gobierno federal, que el partido oficial y sus gobernantes y legisladores nos engañen todos los días con un programa de vacunación sin vacunas y con una lista de mayores de 60 años que nunca serán vacunados?
6-. ¿Hasta cuándo alzaremos la voz para exigir que dejen de ocultar –por cinco años–, los contratos de las vacunas compradas; de los medicamentos adquiridos, del dinero que se roban a maños llenas?
7.- ¿Hasta cuándo toleramos ese triste monumento al cinismo que es la exhibición de un presidente que dice que funciona perfectamente su estrategia contra la pandemia, frente a la imagen indignante y estremecedora de un hombre que muere, en la calle, sin ser atendido por el IMSS?
8.- ¿Hasta cuándo terminará el engaño cotidiano de que existen camas de hospital disponibles en todo el sistema de salud pública, cuando la realidad de cientos de miles de enfermos confirma que la pandemia está totalmente fuera de control?
9.- ¿Cuándo terminarán de mentir el presidente Obrador, su gobierno todo; su partido, sus legisladores, sus aplaudidores a sueldo y sus intelectuales orgánicos, frente a la mayor tragedia de la historia que ya ha costado por lo menos la vida a medio millón de mexicanos?
10.- ¿Por qué simulan, engañan y mienten no pocos intelectuales, periodistas, cartonistas, editorialistas y escribanos fanáticos del “lopismo”, quienes a cambio de un plato de lentejas siguen ocultando el monstruoso crimen de Estado que día adía comete el gobierno de López Obrador, contra cientos de miles de ciudadanos indefensos?
Lo cierto es que todos saben –todos sabemos–, no sólo lo que pasó en los años recientes sino la responsabilidad que todos y cada uno tenemos en la tragedia que vivimos, en lo individual y, en general, como sociedad.
Sabemos que elegimos –lo eligieron 30 millones–, al más cínico, al más mentiroso, al más mediocre, al más incapaz, al más corrupto y al menos calificado para el cargo de presidente de los mexicanos.
Sabemos que estamos pagando el costo de habernos convertido en una sociedad de cínicos que creyeron en un mesías, en un iluminado, en los imposibles milagros de la política y que creyeron en la transformación milagrosa de la corrupción y el “valemadrismo”.
Sí, nos guste o no, todos somos parte de esa sociedad de cínicos que, en mayor o menor medida, es culpable de la tragedia que hoy nos lleva a la ruina que todos vivimos.
Y si, en la medida que cada quien asuma su responsabilidad, en esa medida aportaremos el único antídoto para derrotar al país de cínicos; el antídoto de la responsabilidad ciudadana.
Al tiempo.