Juego de ojos/Miguel Ángel Sánchez de Armas
“¡La verdad soy yo!”, dice el rey Andrés
En efecto, el título de la entrega de hoy del Itinerario Político parece broma. Sin embargo, los hechos confirman que es una lamentable realidad.
Y es que en el transcurso de su gobierno, López Obrador se ha despojado, poco a poco, de la investidura presidencial y, sobre todo, de la responsabilidad propia del jefe de un Estado democrático.
Y, por el contrario, día con día se parece más a un rey.
Todos saben que López vive en un Palacio, que sus colaboradores son tratados como súbditos y, cual monarca, extiende la diestra para que el pueblo bese su mano.
Pero un reciente lance lo confirma como una mala copia de Luis XIV, “el Rey Sol”, que acuñó la frase célebre del absolutismo francés: “El Estado soy yo”.
Sí, apenas el pasado miércoles, Obrador inició en sus “mañaneras” una sección para difamar, calumniar y perseguir periodistas, críticos y medios.
En pocas palabras, se confirma que el de López Obrador es un gobierno en donde por decreto se establece la existencia de una “verdad oficial”.
La mismas “verdad oficial” que llevó a López Obrador a mentir y engañar cientos de veces durante la presentación de su dizque tercer informe de gobierno; una rendición de cuentas no solo mentirosa sino ilegal.
Y por eso la pregunta.
¿De qué libertad de expresión podemos hablar en México si, igual que en el absolutismo francés, en nuestro país “la verdad oficial” es, por decreto presidencial, “la verdad real”?
Sí, en México, el remedo de presidente –que bien pudiera llamarse “el Rey Andrés I de Macuspana”–, no sólo se concibe como la encarnación del Estado y síntesis de todas sus instituciones, sino que a partir del “Tribunal de la Verdad” en el que convirtió su parloteo mañanero, también se asume como el poseedor absoluto de la verdad.
Y ay de aquel que se atreva a disentir de “la verdad oficial”, a rebatir la palabra del monarca, porque entonces será lanzado a las fieras; crucificado por esas babeantes redes sociales a sueldo; cuentas creadas para santificar al “Rey Andrés I de Macuspana”.
Pero como el poder de López es absoluto –y lo demostró con su tercer informe inconstitucional–, nadie en su reino se atreve a explicarle el tufo autoritario y dictatorial de la iniciativa para exhibir a medios, periodistas y opinantes que “tienen otros datos” y que disienten de “la verdad oficial”.
Y es que ese es el problema, que el “Rey de México” intenta imponer una “verdad oficial”; su verdad y la única que deben creer los ciudadanos del “Reino de México”.
Esa tara oficial –la de suponer la existencia de una “verdad oficial”–, lleva de vuelta a México y a los mexicanos a los tiempos de “La pragmática”, que fue una de las primeras leyes de “censura previa” de la historia.
Resulta que la Pragmática fue promulgada por los reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, el 8 de julio de 1502 y prohibía la impresión, difusión y lectura de todo libro que no fuera autorizado previamente por La Corte de Palacio.
La pena estipulada a quien se atreviera a editar, difundir y/o leer los libros no autorizados por La Pragmática, era la quema pública de libros y la exhibición de su autor y/o editor.
Las cosas habían cambiado hasta hoy, cuando por decreto presidencial –por orden de López Obrador–, ha vuelto la censura previa, a través de la sección mañanera motejada como: “Quién es quién”.
¿Y qué significa la pérdida de la libertad de expresión?
Así lo explica Salvador Ochoa Olvera (Derecho de Prensa, editorial “Montealto”. Pág. 10)
“Es conveniente señalar que uno de los primeros avances reales de la libertad de expresión y de imprenta en las sociedades modernas se dio con la abolición de la censura previa.
“Es por eso que nuestra Carta Magna establece claramente, en su Art.7º, que en los Estados Unidos Mexicanos, en lo que se refiere al hecho de escribir y publicar escritos, no existirá la previa censura.
“Ese fue realmente un antecedente trascendente, tanto así que los modernos tratadistas configuran a la libertad de expresión como un derecho fundamental del orden jurídico positivo; un derecho que fundamenta y preserva derechos fundamentales de las sociedades democráticas de esta época, como los derechos de asociación, información, voto, credo religioso, de trabajo, etc”.
En pocas palabras, con la ocurrencia de exhibir de manera pública a los críticos de su gobierno, el presidente mexicano regresa a los tiempos del “Rey Sol” y de “Los Reyes Católicos”.
Si, vuelven la “censura” y la “verdad oficial”; taras del absolutismo monárquico.
Y es que López parece convencido de que encarna al “Rey Andrés I de Macuspana”.
Al tiempo.