Juego de ojos
¡Pelean la sucesión pero será reelección!
Ante el fracaso estrepitoso del gobierno de López Obrador no existe mejor distractor que la llamada “sucesión presidencial”.
Es decir, que adelantar el relevo en el Poder Ejecutivo mexicano es una poderosa señal que, sin duda, aplaudirán Tirios y Troyanos.
Así, por ejemplo, frente a la posibilidad de ver “la luz al final del camino” los primeros –los Tirios–, bajarán la guardia en espera de que “Cronos” haga su trabajo y cumpla el inevitable plazo del 2024.
Mientras tanto los Troyanos –los que aspiran al favor presidencial de la sucesión–, se enfrascarán en una lucha a muerte por el poder que, con el tiempo, no dejará “títere con cabeza”.
Al final del espectáculo –de la titánica pelea entre Tirios y Troyanos–, el tirano de Palacio estará solo, frente al escenario ideal para presentar al invitado inesperado pero inevitable, el “necesariato”.
¿Y qué significa el “necesariato”?
Se trata, en pocas palabras, de la obligada reelección por circunstancias casi divinas; sea porque los potenciales sucesores se despedazaron, sea porque “la transformación” no ha concluido o, en el extremo, porque el pueblo bueno fue iluminado con la señal divina para exigir la reelección del rey de Palacio.
Incluso, el presidente dejó flotando en el ambiente esa posibilidad al señalar, en la mañanera de ayer, “que prepara el relevo generacional y que él será el destapador” para que no exista pretexto de reelección. De risa loca.
¿Y por qué de risa loca?
Porque López Obrador engaña a todos los ciudadanos, a los ojos del mundo, con la verdad.
¿Engaña con la verdad?
Si, engaña con la verdad, porque al término del plazo constitucional del 2024, en México no habrá sucesión, sino reelección.
Y vienen las preguntas obligadas.
¿Y entonces por qué López alienta a sus principales sucesores desde Palacio y desde la plaza pública, en una batalla que será no sólo adelantada sino, sobre todo, a muerte y sin tregua?
Por eso mismo, porque como todo buen dictador, Obrador manipula de principio a fin la zanahoria de la sucesión presidencial, la cual “será vendida al respetable” como el espectáculo estelar de su gobierno y como el principal distractor de su escandaloso fracaso.
Y es que, también al final, y una vez frente al inevitable 2024, aparecerá “la bala matona” de la tragedia de la Línea 12 del Metro; proyectil que pegará debajo de la línea de flotación de los punteros en el “relevo generacional”; Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.
En efecto, la bala no solo dejará fuera de la contienda a la señora Claudia y al señor Marcelo, sino que dejará el escenario despejado y luminoso para la reelección; y entonces vendrá el sacrificio del amado líder, porque así lo ordena el pueblo bueno. Se impondrá el sacrificio de la reelección.
Pero aún hay preguntas sin respuesta.
¿Por qué creen que desde Palacio –y mucho antes de cumplir la mitad de su fallida gestión–, el presidente mostró “sus cartas” para lo que él mismo llamó el “relevo generacional”?
¿Por qué razón, López coloca como punteros precisamente a los dos responsables de una de las mayores tragedias en la capital del país; la caída de la Línea 12 del Metro?
Queda claro, hasta para un político de párvulos, que el mejor aspirante al mayor cargo de elección popular –en cualquier parte del mundo–, debía ser el mejor y más limpio de los perfiles existentes.
¿Por qué, entonces López impone como “cartas” al “relevo generacional”, a perfiles cuestionados no solo en la construcción de la L12-M, sino en su mantenimiento y transparencia?
La respuesta es elemental; porque Obrador tiene en su mano “la bala matona” que en cualquier momento derribará a Claudia y/o a Marcelo, quienes ingenuos creen que serán la moderna versión del “Maximato”.
¿De verdad existen quienes creen que López Obrador dejará el poder así, como si nada, y que prepara un Maximato?
Lo cierto es que López no tiene amigos y no confía en nadie; también es verdad que AMLO prepara el escenario para la reelección y de igual manera es acertado el hecho de que en el engaño colectivo de la sucesión hay muchos “idiotas útiles”; sean políticos, empresarios, medios, periodistas y opinantes.
Y si lo dudan, basta ver la forma en la que el esquema “engañabobos” –diseñado por el propio huésped de Palacio dizque para “el relevo generacional”–, cumplió de inmediato con su cometido.
Sí, a los ojos de todos aparece un potente espectáculo mediático entre Claudia y Marcelo, para la sucesión presidencial, mientras que pocos ven que los fracasos del gobierno se acumulan en una suma macabra.
¿Hasta cuándo el circo engañabobos?
Al tiempo.