Fortaleza digital con el aguinaldo
¡AMLO insiste en su “lista negra”!
López Obrador insiste en el extremo dictatorial de amedrentar a los críticos de su gobierno, de manera pública y en Cadena Nacional de televisión.
Insiste en poner en riesgo la seguridad de todos aquellos a los que exhibe en sus amenazantes “listas negras”.
Y es que con tal exhibición logra –en no pocos casos–, el estigma para los señalados y consigue el despido de los medios para los que trabajan.
Algo así como la versión moderna, pero recargada, del mítico “no les pago para que me peguen”, de José López Portillo.
Sí, hoy otro López, también presidente, disfruta con el señalamiento público, con nombre y apellido, de muchos de sus críticos, al tiempo que exalta a quienes lo aplauden.
Y es tal la intolerancia presidencial a la crítica que en las “listas negras” también incluye a uno que otro de sus antaño aplaudidores, quienes de ese modo pasan a ocupar el nada honroso papel de arrepentidos.
Y si AMLO insiste, tenemos que regresar al tema y recordar –como lo dijimos en el Itinerario Político del 23 de octubre del 2020–, que en los regímenes totalitarios, fascistas y en las dictaduras, todo aquel ciudadano, grupo social o partido opositor que expresa una opinión contraria al régimen, es considerado “subversivo”, “neoliberal”, “enemigo del pueblo”, “peligroso” y, sobre todo, “contrario al cambio”.
Sí, en toda dictadura los nombres de los críticos, presuntos subversivos y opositores son metidos al “saco común” conocido como “lista negra”, que supone el inventario de los enemigos del régimen.
Pero la “lista negra” tampoco es exclusiva de los regímenes dictatoriales del llamado socialistas o comunismo.
Por ejemplo, durante el “periodo negro” del llamado “macartismo” en Estados Unidos –así conocido por el ultraconservador senador Joseph McCarthy–, los “enemigos de gobierno” eran catalogados como “izquierdistas” y formaron parte de una “lista negra” y perseguidos bajo el presunto cargo de “comunistas”.
Por ese cargo fueron perseguidos Charles Chaplin, Humphrey Bogart y Katherine Hepburn y los cineastas John Houston y Ling Landner.
Y es que una “lista negra” es la confirmación de la venganza y el rencor sociales que no tienen cabida más que en las dictaduras, en los gobiernos represores y en las tiranías.
Y el mejor ejemplo es el fascismo italiano –durante la dictadura de Mussolini–, en donde la “lista negra” era reservada a periodistas y opositores, a quienes el dictador amenazaba cotidianamente en la plaza pública.
La historia consigna, incluso, que el dictador italiano –verdadero alter ego de López Obrador–, ordenó el asesinato de los más reputados opositores y periodistas; crímenes de Estado que cínicamente reconoció Mussolini, quien llegó al extremo de convertir los crímenes en actos heroicos.
Durante la dictadura de Hitler, la “lista negra” incluía una mayoría de judíos; entre quienes había periodistas, opositores, artistas, empresarios… millones de ellos asesinados por la mente criminal del dictador germano.
A su vez, en la España de Franco, la “lista negra” la integraban los republicanos y disidentes; miles de españoles muertos en fusilamientos sumarios –por el delito de disentir y oponerse a la dictadura–; crímenes que por años fueron ocultados al mundo.
En Chile, la “lista negra” la nutrían quien se oponía, criticaban, apelaban a libertades básicas. Y miles dieron la vida por esas libertades elementales.
Hoy, en el México de López Obrador, la “lista negra” está reservada –igual que en el caso de los sátrapas de la historia universal–, para periodistas, intelectuales, críticos y opositores.
Pero contrario a la mayoría de las dictaduras “la lista negra” de López Obrador va de la mano de los dueños de los medios, quienes hacen parte del “trabajo sucio” del dictador.
Así, por ejemplo, luego que López señala con el índice flamígero a tal o cual de sus críticos, no pocas empresas obsequiosas con el tirano se apresuran a despedir al o los señalados.
Al final de cuentas, cuando López Obrador recurre a la exhibición pública de una lista de periodistas, articulistas e intelectuales críticos de su gobierno –en espera de que sean despedidos–, en confirma que el suyo no es un gobierno democrático, sino una dictadura.
Al tiempo.