Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
El fantasma de Colosio
Juegan con fuego los precandidatos presidenciales que, de manera deliberada o como simple herramienta electorera, invocan al fantasma de Luis Donaldo Colosio.
Juegan a la destrucción institucional y la demolición de la democracia misma, cuando suponen, especulan y propagan la especie de que el PRI estaría preparando en el relevo de su candidato presidencial y que, por tanto, pudiera darse el cambio de José Antonio Meade.
Y juegan al peor juego electoral –el de la ‘guerra sucia’ –, cuando siembran la duda sobre decisiones políticas que no competen a su partido, a su esfera de influencia y, sobre todo, cuando inventan groseros bulos sobre la candidatura del PRI.
Parece que no entienden que el único capacitado para calificar el acierto o el error en la postulación de un candidato es el ciudadano, investido en el traje de elector. Y que de eso se tratan las elecciones; de que el elector premie o castigue la selección de tal o cual candidato presidencial.
Sin embargo –como todos saben–, tanto Andrés Manuel López Obrador como Ricardo Anaya, parecen empeñados no en plantear propuestas y soluciones a los grandes problemas nacionales sino, en convertir las precampañas electorales en una competencia de mentiras, inventos y supuestas persecuciones de quién sabe qué grupo mafioso.
¿Y por qué decimos que invocan al fantasma de Luis Donaldo Colosio y su magnicidio?
Porque tanto López Obrador, como Anaya, parecen dispuestos a reeditar la misma confusión interesada –verdadero caldo de cultivo para un crimen–, que hace casi 24 años desató la especulación de que el candidato presidencial del PRI no sería Luis Donaldo Colosio.
La diferencia es que hoy no ha aparecido la advertencia de Carlos Salinas cuando, para detener en seco el rumor sobre la caída de Colosio, hizo público el famoso: “¡No se hagan bolas!”
Pero lo curioso es que, sea por casualidad o por mera ocurrencia, López Obrador pone en duda la candidatura del priista José Antonio Meade, poco después de ofrecer una amnistía criminales y matarifes de todo el país.
¿Y cuál es la relación entre ambos acontecimientos políticos?
Que estudiosos del mensaje político especulan que detrás de la amnistía que propone López Obrador a las bandas criminales, podría haber más de uno de esos criminales, que entienda el mensaje equivocado.
Y es que por un lado AMLO abarata el mercado del crimen –ya que se puede cometer cualquier crimen y no habrá problema, ya que el hipotético gobierno de AMLO lo perdonara–, y por el otro lado alimenta la intriga de que el candidato Meade es prescindible y hasta podría ser despedido.
Es decir, cometer un magnicidio como el de Colosio, en los tiempos actuales –y en la antesala de un hipotético gobierno de AMLO, en donde los criminales serán amnistiados–, podría salir barato.
Esa es la peligrosa tentación que se podría estimular entre los grupos criminales interesados en mater la mano en el proceso electoral mexicano para cambiar el rumbo de la historia; rumbo que ya se cambió en 1994.
Por eso son muchos los políticos y los estudiosos de la cosa electoral, preocupados por el discurso irresponsable y locuaz de algunos candidatos presidenciales, que pelean con imaginarios molinos de viento y que abaratan el costo de todos los crímenes imaginarios; incluidos los crímenes político-electorales y hasta los magnicidios.
También por eso, otros tantos plantean que políticos como López Obrador y Ricardo Anaya juegan con fuego al poner en duda la permanencia de tal o cual adversario –del candidato Meade, en éste caso–, sin tener más certezas que el mezquino interés electorero.
Además, resulta de risa loca que AMLO y Anaya se digan preocupados porque el candidato Meade “no despegue” y que por eso aventuren su relevo, cuando en los hechos debieran ser lo más felices por tener enfrente a un “candidato bulto”.
Y si todos saben que es falso el relevo de Meade, entonces ¿qué interés tienen AMLO y Anaya en pregonar que es un mal candidato y que será relevado? ¿No es cierto que de eso se tratan las elecciones, de que los ciudadanos, en su papel de electores, decidan si tal o cual candidato es bueno, malo o peor?
Lo cierto es que son muchos los interesados en invocar el fantasma de Colosio; muchos los que apuestan por una crisis general y muchos los que parecen dispuestos a destruir las instituciones, para obtener una mayor ganancia electorera en el rio revuelto.
¿Seremos capaces, los ciudadanos, de permitir una crisis general?
Al tiempo.