Silvia Pinal, el adiós a una leyenda del teatro y el cine mexicano
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de septiembre de 2019.- Hace apenas 3 años, en 2016, también un día 28 pero de agosto, se iba glorioso y retumbante uno de los ídolos más grandes que ha regalado México al mundo. Cuando el país se enteró de la muerte de Juan Gabriel, las radios no pararon y aquellos que conservaban acetatos y casetes los desempolvaron, aunque fuera para alzarlos durante la congregación que se dio en el Palacio de Bellas Artes. El Divo de Juárez se merecía todo.
Este sábado, un 28 pero ahora de septiembre y 3 años después, otro icono, posiblemente el más representativo de las ‘pedas’ y de los desamores, ha triturado estos últimos días de dolor físico para hacer erupción como el volcán musical que fue.
No hay más El Triste, ahora son millones de ellos, en un país acostumbrado a rendirle honor a sus muertos queridos, a los que saben aliviar sus penas con canciones desgarradoras.
¿Quién no habrá enunciado un «Pobre tonto, ingenuo charlatán», en alguna cantina?
Como en los tiempos en que partían un Pedro Infante o una Lucha Villa, a los mexicanos les fascinan estos episodios donde se les muere un extraño pero tan conocido compañero de placer musical, porque el que ama no puede pensar, todo lo da…
José José lo sabía bien. En su «Es que amar y querer no es igual, Amar es sufrir, querer es gozar», dejaba al aire de los dolientes la pregunta de si es conveniente seguir o no cuando duele el corazón.
Desde su legendaria interpretación de El Triste el 15 de marzo de 1970, donde las flores que le lanzaron fueron pocas para los millones de gargantas que la han repetido en algún karaoke o fiesta, El Príncipe de la Canción se metió en la cultura colectiva mexicana.
Un hombre que además de cantarle al amor, luchó contra su adicción al alcohol y dejó volar su voz privilegiada por daños en sus cuerdas.
Pero el intérprete de Gavilán o Paloma dejó un repertorio que lo consagró como uno de los mejores cantantes en español de música romántica, con unos 120 millones de discos vendidos.
Sorprende su muerte porque fue de esos amigos que siempre tenían algo que decir en los malos momentos y que animan cuando las cosas no van bien.
Fue atinado en aquella última vez que interpretó Seré:
«Ponle canas y arrugas en la frente, pero déjale voz en la garganta
porque bien sabes tú, Dios providente, que aunque todo lo sufra humildemente ya no podrá vivir, si ya no canta…»
Y sí, El amor acaba.